Aquel hombre se sentó a mi lado dejando un hueco entre medias de ambos algo que agradecí. Su presencia me ponía nerviosa y estar igual que examinándome a cada segundo no era una situación ajena a mí, pero no la disfrutaba ni lo más mínimo. Me tensé inmediatamente y observé sus ojos azules con esa maldita diversión que me apetecía quitarle de un guantazo. ¿Era acaso un chiste con patas? No obstante, lo boba que era, siempre impedía que respondiese a la gente como se merecía o como aquel instinto asesino suplicaba. En consecuencia la bilis que me provocaba me mantenía de mal humor durante un buen tiempo.
— No lo esconda. Ya vi su novela. Jane Austen... es una lástima —chasqueó la lengua.
¿Se estaba metiendo con Jane Austen o con mis gustos? La sorna de su rostro hacía que el mío se tiñese de rojo, pero en esta ocasión porque deseaba callarle la boca y su manera tan imprudente de dirigirse a una completa desconocida.
— ¿Qué tiene de malo? —pregunté finalmente dejándome llevar por ese mal carácter que a menudo escapaba sin pedirme permiso alguno.
Mi pregunta pareció avivar algo en su interior. Era exactamente que ver los ojos del mismo diablo disfrutando del castigo que le dará a aquel que ha osado contestarle de una forma que él esperaba de alguna manera, como si mi mal carácter fuese algún tipo de droga a la que volverse adicto.
— ¿Y qué tiene de bueno? —contestó con otra pregunta—. Que yo sepa, la señorita Bennet solamente cae cautivada por el gran dinero que posee el señor Darcy. Es una completa aprovechada y busca fortunas.
Que resumiese mi libro favorito en esa frase tan insultante fue igual que recibir un golpe en el estómago. Era igual que si me hubiese descrito a mí misma de esa forma. ¿En serio pensaba que yo también era una cazafortunas o que era la típica tonta que adora una historia de amor pastelosa sin darse cuenta de la realidad?
Aquel hombre se estaba ganando un gran desprecio por mi parte y a menudo, cuando ponía la cruz en la cara de una persona, era bastante complicado que pudiese obligarme a mí misma a intentar conocerle.
— No opino lo mismo que usted. Elizabeth no se da cuenta de sus sentimientos por Darcy hasta que no empieza a conocerle. ¿Es necesario que el amor sea siempre en la primera mirada y que una mujer acepte que se la considere demasiado fea, insulsa o inferior para el hombre de buena gana? No demuestra nada más que un pensamiento muy arcaico esa forma de pensar. Ella quiere ser respetada, si no se le respeta ¿por qué ella debería hacer lo mismo por mucho dinero que posea y la posición que tenga? No obstante, dejando atrás su orgullo herido se enamora de él y comprende que en realidad desde el principio ella le resulto diferente y fascinante —concluí antes de volver a abrir el libro dispuesta a ignorarle por completo y a todo aquel que se acercase a mí antes de que empezase la conferencia.
Una risotada llegó a mis oídos y me obligué a no mirarle aunque por alguna extraña razón deseaba hacerlo para matarle con la mirada. Asesinarle lentamente para recrearme en su dolor.
— Sinceramente, creo que Jane Eyre es un mejor ejemplo que su adorada Elizabeth Bennet —comentó provocando cierta sorpresa en mí.
— ¿Ha leído Jane Eyre? —pregunté puesto que en rara ocasión había hablado con alguien que disfrutase de los clásicos o de la lectura en general, tanto como yo.
— Así es, señorita. He leído muchos libros y trataré de no sentirme ofendido por su más que evidente sorpresa —musitó con sorna.
Apreté mis labios pues una disculpa estaba a punto de salir de mi boca y no se la merecía, ¿o sí?
— ¿A qué se dedica? —pregunté para obligar a mi boca a no decir lo que realmente quería.
— Soy profesor de literatura en esta universidad.
Fue entonces cuando sentí que perdía todo el color de mi rostro a la misma velocidad que un jarro de agua fría caía sobre mí. Estaba discutiendo con un entendido. Yo y mis metidas de pata monumentales haciendo su entrada triunfal.
— William Verdoux —comentó alargando su mano hacia mí.
Le estreché la mano terminando por decir con un hilito de voz:
— Kyra Mijáilova. Encantada.
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Simplemente Kyra (Parte 1)
Non-FictionKyra ha conocido el dolor a una edad muy temprana. Con dieciséis años su mundo dio un giro radical cuando descubrió el lado oscuro de la salud mental. Ahora, a sus treinta intenta salir poco a poco demostrándose a sí misma que no hay nada que no pue...