Me había arreglado para ir a la cena a la que Chloe me había invitado. Esperaba tener la suerte de que aquel nuevo empleo fuese lo suficientemente agradable para que no me costase realizarlo, sin embargo, aunque fuese vaga por naturaleza y me costase levantarme de la cama tenía que hacer lo posible por evitar perder la única posibilidad de no volverme loca por mi inexistente comunicación con el mundo exterior. Rochester me ayudaba con sus paseos diarios, pero en la conversación no podía hacer gran cosa porque aunque quisiese responderme lo único que le salía era un ladrido o un sonido adorable, pero que no me daba la respuesta a mi pregunta.
Le mandé un whatsapp a Gustav haciéndole saber que si me llamaba no estaría en casa y que sería probable que no pudiese cogerlo porque estaría en una cena para lograr conseguir un nuevo empleo. De todos modos llevábamos un par de días sin hablar y no era nada agradable contar con alguien con quien realmente no podías contar, aunque suponía que yo misma era demasiado exigente. Si echaba la vista atrás recordaba que siempre había pedido una persona que pudiese tener conmigo las veinticuatro horas. No existía ninguna posibilidad de que una relación así existiese y si lo hacía no fuese completamente enfermiza.
Salí de la casa con Rochester porque no me acostumbraba a dejarle solo y porque Chloe tampoco me había puesto ningún problema para que le llevase. Era igual que una madre con su bebé, tenía que poder verle a cada segundo y quizá mi propio deseo de ser madre estaban consiguiendo ser calmado por tener a alguien que cuidar. Aunque si algo no me acostumbraba era a todos los pelos extra que había en mi hogar.
Con el móvil dentro de mi bolso y las llaves en la mano salí de mi casa después de haberme asegurado que no me dejaba nada encendido.
No había demasiada distancia hasta la casa de Chloe por lo que me dije a mí misma que lo mejor que podía hacer era caminar y así mi paseíto diario lo tenía asegurado. Rochester parecía encantado por ello y llenísimo de energía por lo que de ese modo quizá pudiese desfogar un poco para dormir tranquilo después por la noche.
Durante mi paseo hacia el hogar de Chloe pasé delante del hotel donde el profesor había realizado aquel acto incomprensible dejando escapar a su ser más destructivo y agresivo. Y aunque me obligaba a odiarle no podía sentirme igual que Sherlock Holmes frente a un gran misterio que tenía todas las posibilidades de ser una nueva trampa de Moriarty, pero ¿cómo negar al ingenio a caer en semejante tentación? ¿Quién sería yo si no aceptase someterme a su tortura?
Mis ojos buscaron su figura casi por instinto en alguna de las ventanas de la fachada y cuando llegué a la segunda planta pude verle, igual que si estuviese esperándome. Su perfil serio, sus facciones duras, su mirada escrutadora, sus dedos agarrados a las cortinas como si fuesen los de una garra mientras permanecía allí contemplando al hombre que podía arrebatarme por completo la cordura.
Con fuerza de voluntad, sin saber dónde se había metido mi corazón pues hacía un minuto que no latía, me giré casi como autómata hacia el lugar donde me esperaban mientras mi mente, en cambio, subía las escaleras de dos en dos, le gritaba improperios en todas las lenguas que dominaba y le golpeaba en el pecho, en el rostro, en todas partes donde me permitiese la rabia por jugar conmigo en tantas ocasiones para presentarse finalmente como la víctima de una historia que él había impedido que llegase a otro nivel.
Cuando me hube alejado lo suficiente de aquel edificio volví a notar mi corazón. Era como si hubiese huido de mi propio pecho. El dolor por los golpeteos era realmente insoportable. La impotencia por no saber qué podía hacer, por no querer montarle el espectáculo que se merecía estaba a punto de conseguir que llorase. No, no podía permitírmelo, me había obligado a mí misma a que ese hombre no volviese a tener más control sobre mí, no siguiese jugando con los sentimientos que había pisoteado en tantas ocasiones y puede que la ausencia de Gustav fuese lo que me estuviese haciendo aún más vulnerable a él. Podía sentir esa fuerza extraña, esa curiosidad innata pidiendo regresar, hacer lo que mi mente había deseado y después descubrir cada misterio de su mente oscura.
No mires atrás, fue el único consejo que pude dar a mi cabeza.
Tras un paseo que hubiese sido más corto si no hubiese sentido aquella fuerza empujarme hacia atrás, estaba frente al edificio donde vivían Chloe y su pareja. No recordaba el nombre de él si es que me lo había dicho. Y cuando logré calmar mi cabeza fue cuando llamé al timbre de su piso.
— ¿Si?
— Soy yo, Kyra —contesté a la dulce voz de mi futura jefa.
— ¡Kyra! ¡Ya mismo te abro!
Una sonrisa fue inevitable. ¿A quién no le ocurriría cuando siente que es bien recibido y esperado con alegría en algún sitio? Chloe tenía esa capacidad. Me hacía sentir como si cada cosa que dijese fuese importante, como si solamente mi presencia lo fuese y siendo realista, eso no se lograba encontrar en todas partes pues la sociedad comenzaba a degenerar bastante.
Cuando me abrió la puerta, entré en el portal y dejé que Rochester entrase justo antes de cerrar la puerta. Mi mirada se alzó y por medio segundo vio al otro lado de esta al profesor, jadeante, como si hubiese estado corriendo, como si hubiese querido alcanzarme. El sonrojo y la ira invadieron mis mejillas y mi cuerpo, pero a pesar de quedarme unos segundos mirando su figura suplicante, simplemente me giré sobre mí misma, me metí en el ascensor y dejé que el aire volviese a mis pulmones de la misma forma que alguien te devolvería a la consciencia dándote golpes en las mejillas cada vez más fuerte por el desespero y aunque hubieses conseguido despertar, el último cachete fuerte y doloroso lo sentías de manera gratuita.
Me apoyé en la pared del habitáculo y me obligué a respirar, a no sentirme acosada por él, a no creer en una mínima esperanza del inexistente amor que me había mostrado en otras ocasiones. Sin embargo, estaba empezando a derrumbarme, estaba comenzando a sentir que me encontraría allí donde fuese para hacerme caer en la tentación a la que quería volver como una masoquista necesitada de puro dolor.
Sequé una lágrima que había comenzado a recorrer mi mejilla derecha y salí cuando llegó el ascensor al piso de destino. Respiré profundamente y me enfoqué en lo que había venido a hacer. Tenía que conseguir ese puesto y el resto... el resto podía esperar.
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Simplemente Kyra (Parte 1)
NonfiksiKyra ha conocido el dolor a una edad muy temprana. Con dieciséis años su mundo dio un giro radical cuando descubrió el lado oscuro de la salud mental. Ahora, a sus treinta intenta salir poco a poco demostrándose a sí misma que no hay nada que no pue...