2002
Dirty Diana comenzaba a reproducirse en mis auriculares. Mis labios se movían como si la canción cantada por Michael Jackson fuese reproducida por mi propia voz mientras en mi mente no podía dejar de visualizar el videoclip en el que había estado centrándome durante mucho tiempo. Ahora tenía una nueva obsesión, bailar como aquel hombre inimitable.
Mis hombros se movían en los momentos en los que lo hacían los ajenos, sin embargo, mi pecho grande no hacía posible que tan solo se moviesen ellos, sino que por el movimiento realizado terminaba notándolos moverse rompiendo por completo la magia de la ensoñación.
Imaginaba que tenía un micrófono y me dedicaba a buscar ser la copia perfecta de él, pero en mujer. Imitaba hasta sus grititos, me sabía las respiraciones trabajosas, llevaba a la actuación todo lo que la canción expresaba y también los momentos de sorpresa que nos entregaba con cada final de las estrofas.
You never make me stay
So take your weight off of me
I know your every move
So won't you just let me be
I've been here times before
But I was too blind to see
That you seduce every man
This time you won't seduce meSeñalaba hacia el mismo lado que él lo hacía. Me pasaba la mano por el pelo imaginándome unos rizos inexistentes y aunque lo único que tenía delante de mí era mi cama y la ventana de mi habitación unos cuatro metros más allá, podía ver los ojos de personas completamente emocionadas porque cantaba y bailaba como Michael Jackson, un prodigio incomparable.
Mi rostro imitaba sus expresiones. Cualquiera hubiese pensado que hubiese entrado en ese momento probablemente hubiese pensado que era patético que me creyese la reencarnación de ese hombre o algo parecido, pero mi cabeza soñaba con tener la posibilidad de estar algún día en un escenario con él, y abrazarme a esa idea no era estúpido, ¿no? Todos soñábamos, todos queríamos ser alguien en nuestra vida y en algún momento queríamos ser cantantes. No obstante, yo no podía evitar desear ser más que eso, quería ser la máxima potencia elevado al máximo exponente.
Smooth Criminal comenzó a sonar y me moví al ritmo de la coreografía en el videoclip. Paseaba por mi habitación como si fuese aquel local ambientado en los años veinte o treinta. Me había puesto el gorro que me había comprado para imitarle. El único problema era que era completamente negro y no era blanco como en ese vídeo, pero me dije a mí misma que en algún momento conseguiría otro gorro que cumpliese con todos los requisitos.
Annie, are you okay, you okay, you okay, Annie?
Annie, are you okay, you okay, you okay, Annie?
Annie, are you okay, you okay, you okay, Annie?
Annie, are you okay, you okay, you okay, Annie?Entonces comenzaba ese momento agónico con esos gritos de socorro que suplicaban por saber si Annie estaba bien. Y el colofón final, ese baile que comenzaba y terminaba volviéndonos a todos locos con la inclinación en cuarenta y cinco grados que mis talones de Aquiles no eran capaces de soportar por mucho que intentase inclinarme ligeramente. Mi peso me vencía. Toda mi estabilidad parecía trasladarse a mis pechos y de ahí lanzarme precipitadamente contra el suelo de tarima que teníamos en aquella casa.
Me faltaban minutos, esos maravillosos minutos en los que él se recreaba tras romper la bola de billar y lanzarle todo el polvo al jugador de billar que estaba en ese momento allí y al que, desde luego, había fastidiado la partida.
Sin embargo, mi cuerpo se movía solo y tras dar una vuelta sobre mí misma ya no estaba en mi habitación. Estaba en un escenario, bailando. Mi cuerpo era diferente, mis pasos eran exactos a los de él, estaba pudiendo ser parte de una nueva tanda de conciertos o de un único concierto en su honor, no lo sabía, pero en el momento que terminaba todo el mundo aplaudía, silbaba y me aseguraban ser la persona que mejor imitaba a Michael Jackson. Era como si yo, por ese simple hecho, también fuese famosa.
Pero con los acordes de Leave me alone, se desvanecía la magia y regresaba a la realidad donde tan solo era una joven sudorosa, con el pelo largo pegado a su rostro, el gorro molestándole por las altas temperaturas, mi respiración agitada e intentando llegar a los talones a alguien a quien nadie podría igual.
Me quité el gorro y lo colgué en el colgador que tenía tras la puerta. Respiré intentando normalizar mi ritmo cardíaco y la velocidad a la que buscaba aire con unos pulmones que acaban de darse cuenta que habían hecho demasiado esfuerzo físico. Entonces, y solo entonces, me daba cuenta de cuán lejos estaba de ese escenario, pues yo bailaba en un sitio reducido, con los auriculares puestos para no molestar a nadie e intentando descansar en un mundo donde no tenía ningún solo espectador.
ESTÁS LEYENDO
Simplemente Kyra (Parte 1)
Non-FictionKyra ha conocido el dolor a una edad muy temprana. Con dieciséis años su mundo dio un giro radical cuando descubrió el lado oscuro de la salud mental. Ahora, a sus treinta intenta salir poco a poco demostrándose a sí misma que no hay nada que no pue...