Capítulo 12

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2000

No sé ni cómo pudo pasar. Algo despertó a mi madre y por eso... nuevamente estaba en un hospital. Una enfermera me había llevado hasta uno de los "boxes". Tenía que estar allí básicamente porque era una menor y además así mi madre podía estar esa noche conmigo porque me quedaría en observación.

Aguanté sin rechistar las preguntas y también aguanté sin ningún problema el odioso tubo deslizándose por mi garganta. Tenían que hacerme un lavado de estómago y hasta la fecha no había otra forma.

Podía asegurar que en ese momento no sentía para nada dolor, arcadas ni nada por el estilo. No me importó que me metiesen dentro ese líquido negro cuasi petróleo porque mi alma estaba en otro lugar. Mi dolor personal era mucho más grande que todo ese maldito intento de resucitar esa parte de mí que ya había muerto años atrás. Tan solo quedaba mi cuerpo y no dejaban que pereciese tampoco.

Sin embargo, en ese momento estaba fija en mi mente la expresión de pánico y horror de mi madre. Aún podía ver como su rostro se desencajaba mientras miraba la caja de pastillas y sin tan siquiera preguntarme ya sabía lo que había hecho. Fue ese preciso momento en el que se dio cuenta que podía perderme si no se daba prisa, si no actuaba. Y por primera vez entendí que realmente le importaba a mi madre.

Las lágrimas afloraron mientras intentaba encontrar el sentido. ¿Por qué no había visto ese amor de mi madre antes? ¿Por qué no había podido experimentar la sensación de importarle a alguien antes? ¿Quizá no había estado tan sola como pensaba? ¿Quizá era tan solo lo que una madre tenía que hacer por obligación y no por importarle realmente su hijo?

Los pensamientos se me acumulaban en la mente intentando encontrar sentido alguno a todo lo sucedido, un sentido que no me provocase aún más malestar, pues me sentía como en una tortura en la que te abren una y otra vez una herida disfrutando del placer de soltar un buen chorro de alcohol para que se cicatrice, sí, pero con dolor, siempre con dolor.

— ¿Estás bien? —me preguntó la dulce voz de mi madre.

Mis ojos llorosos se dirigieron a ella buscando ese consuelo que tan solo se puede tener cuando eres un bebé y vuelves a estar en los brazos de la madre que pensaste que te había dejado completamente abandonado.

Su mano envolvió la mía y las lágrimas no tardaron en florecer de nuevo. ¿Dónde habías estado todo este tiempo, mamá? Y si estabas ahí, ¿por qué no podía verte? ¿Por qué no me dejaba verte? ¿Por qué no dejaba a mi cerebro entender que estabas sufriendo por mí?

Su otra mano se posó sobre mi frente y después el sueño comenzó a vencerme. Despacio, muy despacio. Aceptando que por una vez en mi vida estaba completamente a salvo. Era consciente de estar a salvo.

No me dejes nunca, mamá...

Simplemente Kyra (Parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora