Nos sentamos en la misma mesa después de aquel incómodo abrazo. Me quedé en la silla enfrente de la suya, sin embargo, él quiso cambiarse de sitio situándose en la que estaba al lado provocando que me sintiese ligeramente incómoda. Por suerte, era una mesa pequeña en la que cada lado del cuadrado tenía tan solo una silla, así que algo de distancia había entre nosotros.
Poniéndose cualquiera en mi situación, sería igual que enfrentarse a depilarse íntegramente delante de un estado de fútbol lleno. Una experiencia tan agradable que siempre da un placer sobrehumano si tiene que repetirse. La incomodidad estaba en el aire y por mucho disimulo que intentase, no era suficiente para enmascararlo todo. No obstante, él parecía no inmutarse. Era como si estuviese en su salsa.
— No sabes lo mucho que me alegra que estés bien, Kyra —comenzó a hablar en nuestro ruso natal.
Suspiré profundamente puesto que no deseaba tener que pensar en la posibilidad de que Nikolai aún sintiese lo más mínimo por mí. Él había terminado todo de la peor forma posible. Solamente la excusa de "no ser suficientemente bueno para mí", le había valido para dejarme tirada, sola, sin nadie al otro lado de la pantalla, pero no había sido bastante para mantener su pajarito metido en su jaula. Aquella chica con la que estuvo la mañana anterior le miraba de una forma en la que sabes que ha habido más que palabras entre ellos.
Tomó mi mano con suavidad apretando ligeramente ésta entre sus dedos como un gesto cariñoso que para mí resultaba forzado e innecesario.
— Nikolai, estoy bien —le dirigí una pequeña sonrisa antes de separar nuestras manos y mirar al camarero que venía a tomarnos nota—. ¿Puede traerme el menú del día, por favor? —pregunté en inglés antes de que Nikolai pidiese otro igual que el mío.
Por suerte para mí, había visto que el menú del día me gustaba, de lo contrario, lo más probable es que hubiese tenido que obligar a mi cabeza a pensar cuando no estaba en el mejor momento. Tantas cosas que analizar, sobre todo ese sentimiento de culpa que no llegaba a comprender del todo.
— Yo... ni te imaginas lo que te he echado de menos —comentó con suavidad volviendo a usar nuestro idioma natal.
Mis ojos se dirigieron a los suyos y quise creer que decía la verdad, pero una intensa sombra de sospecha parecía teñirlos, o quizá, teñía mi propia mirada, aquella que ya no se fiaba prácticamente de nada de lo que veía por temor a resultar herida de nuevo y más de alguien que ya lo había hecho en un intento por "hacer lo mejor para ambos".
— Has tenido muchos años para extrañarme y en ninguno de ellos me has dirigido un mensaje, te has intentado poner en contacto conmigo o algo semejante, al contrario, silencio, silencio y silencio. No tenía nada más de ti y mi propio orgullo me impidió ser yo la que te buscase, al menos, de la forma que pudieses darte cuenta —comenté sonrojándome y bajando mi mirada por la estupidez que había hecho en algunas ocasiones en el pasado.
— ¿Me has buscado? —preguntó sorprendido.
— Durante un tiempo lo hice por una razón, después por otra razón diferente, pero finalmente dejé de buscarte —me encogí de hombros porque no tenía sentido negar lo que había dicho previamente que hacía.
— ¿Por qué me buscabas?
Alcé mi mirada hacia sus ojos como si aquella pregunta fuese más que estúpida. ¿No sabía la respuesta? Iba a responder, sin embargo, en ese momento vino el camarero cuando el primer plato y se me olvidó por completo que lo más probable es que no entendiese nuestro idioma.
— Yo te amaba, o creía que te amaba en aquel entonces, no sé... Creo que es obvio por lo que te busqué, ¿no? —dije algo molesta mientras pinchaba los macarrones llevándome unos pocos a la boca para comer. Cuando me ponía nerviosa era lo único que lograba desestresarme un poco, la comida. La tabla de salvación que lograba hacerme sentir más culpable después.
Con la boca llena no podía contestar, pero sabía que si algo tenía que decirle abruptamente me importaría más bien poco llenarle de perdigones. El ser humano es impaciente y a menudo, prefiere hacer las cosas "ya" a esperar un par de segundos para responder si es algo que les provoca gran angustia o creen que sino perderán la palabra. ¿Puede que fuese yo la única a la que le pasase eso? ¿Quizá no era una generalización viable?
No quería indagar más en el tema así que me centré en los macarrones mientras él permanecía en silencio. Un silencio que no me resultó cómodo para nada.
— ¿Cómo podías amarme? —su voz salió casi ahogada, como si le costase pronunciar las palabras.
— Es igual que preguntarle a las nubes a qué huelen o a las estrellas porqué brillan pudiendo hacer otra cosa —me encogí de hombros antes de coger mi vaso de agua para darle un gran sorbo—. Uno no escoge de quién se enamora. Si así fuese, sería más sencillo y tendríamos menos divorcios —comenté intentando quitarle hierro al asunto.
— Pero yo te hice daño... te dejé, sin previo aviso. ¿Por qué no me odiaste?
Entonces, comprendí algo. La egoísta forma de ver todo que había tenido hasta ese momento. Cerré mis ojos maldiciéndome a mí misma por ser tan estúpida y no haberlo analizado antes.
— ¿Tú me odiaste después de cada una de mis estúpidas rabietas? —pregunté antes de mirarle a los ojos—. Ahí tienes la respuesta entonces.
Sus ojos se fijaron en los míos de una forma que no pude descifrar. Sabía que intentaban decirme algo, pero desconocía el qué. Puede que por ese motivo fuese por el que rápidamente la decepción apareció en su rostro y cambiamos rápidamente de tema para continuar con una comida tensa, deliciosa, pero increíblemente cargada de emociones imposible de analizar para todo mi cerebro.
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Simplemente Kyra (Parte 1)
No FicciónKyra ha conocido el dolor a una edad muy temprana. Con dieciséis años su mundo dio un giro radical cuando descubrió el lado oscuro de la salud mental. Ahora, a sus treinta intenta salir poco a poco demostrándose a sí misma que no hay nada que no pue...