Capítulo 65

5 0 0
                                    

Una nueva alarma sonó en mi ordenador. Me sorprendía. No tenía ninguna de las redes sociales habituales abierta. Busqué ese sonido. En realidad no había sido mi ordenador sino mi teléfono móvil. Me acababa de indicar que un correo había llegado. Revisé la notificación. Era el correo del trabajo, lo que me indicaba que podía ser algo urgente o uno de aquellos correos basura de anuncios para cambiar de telefonía u ofrecerme alguna posibilidad de librarme de alguna multa falsa cayendo en una más que obvia estafa. Por suerte para mí las estafas que había sufrido nunca fueron económicas.

Abrí el correo en el ordenador. Me resultaba bastante más sencillo que en el teléfono pues éste, a menudo, se quedaba parado.

Al leer el correo me sorprendí. Era el primero que no era de índole oficial que recibía, pero no parecía fraudulento.

" Srta. Mijáilova.

Siendo sincera es la primera vez que hago algo así. Supongo que me mantiene algo más tranquila no estar viendo su rostro con una mueca de desagrado mientras lo lee.

Seré breve: necesito ayuda, al menos es lo único que he logrado aceptar. ¿Podría ayudarme o estoy sola en el mundo?

Respetuosamente,

Sophie".

¿Sophie? ¿Conocía a alguna Sophie? No recordaba que mis pacientes se llamasen de esa forma. No obstante, era el correo del trabajo y si era algún tipo de estafa, con no dar ningún dato bancario, ni pagar dinero, sería suficiente, ¿no?

Sophie, fuera quien fuere, parecía desesperada. Yo misma había estado en esa situación de desasosiego en que no hay nada ni nadie que parezca poder ayudarte y la pantalla parecía darle el mismo placebo a sus nervios y temores como a los míos propios. No perdía nada contestándola.

"Querida Sophie.

Me alegra comprobar que has decidido mandarme un correo. No sé cuál será tu situación en este momento porque no tengo una bola de cristal que me lo diga, pero ten en cuenta que es un gran paso.

Me gustaría conocerte un poco más y veo por tus palabras que la seguridad de estar al otro lado del ordenador es importante para ti. Hagamos algo, ¿qué tal si nos vamos conociendo poco a poco? No tienes que pagar nada, tan solo cuéntame lo que quieras sobre ti, desahógate. Yo te responderé en cuanto lo lea.

Por favor, tutéame. Siempre puedes llamarme Kyra.

Un fuerte abrazo".

Sentía cierto temor. Alguien podía intentar gastarme algún tipo de broma, pero si no era así le negaría ayuda a alguien desesperado por saber que no estaba solo en el mundo. Yo misma había hecho muchas veces esa búsqueda con el paso de los años.

Tan sólo quedaba esperar. Aunque siempre tuviese la duda, aunque jamás fuese testigo de la verdadera existencia de Sophie, mis intenciones siempre serían buenas y... ¿qué más daría un nuevo desengaño?

Escuché la vibración inconfundible de mi teléfono junto a ese sonido insoportable que se cambiaba casi por instinto cuando lograba modificarlo a uno de mi agrado. Me acababa de llegar un WhatsApp, Gustav había decidido regalarme una de sus sonrisas en un selfie que se había hecho en un lugar que me resultaba extremadamente familiar. Había también un pequeño texto con la fotografía: "¿Tienes libre esta noche?".

Era realmente adorable, por lo que sonreí mientras contestaba deseando saber qué se suponía que tenía en mente si estábamos separados por unos cuántos kilómetros.

"El único acompañante que podría esperarme es el libro que estoy leyendo así que si a él no le importa, estoy completamente libre".

Tras mandarlo regresé a mis apuntes laborales. En un pendrive con contraseña tenía las carpetas con los expedientes de mis pacientes sin poner ningún dato personal suyo que pudiese indicarles a cualquiera que lo leyese por alguna casualidad, quién era quién.

Había llegado a narrar consultas como si fuesen capítulos de una novela. De ese modo, nadie sospecharía que eran expedientes psicológicos. De todos modos me tomaba muy en serio las medidas de seguridad. Al fin y al cabo no dejaban de ser sus intimidades, sus vidas y sus momentos dolorosos. Todo extremadamente personal.

Quité la conexión al wifi de mi ordenador y empecé a repasar los avances de cada una de las tareas puestas para la siguiente sesión.

Llegué al documento de una paciente que con todo el dolor de mi corazón había tenido que recomendar su ingreso junto con el beneplácito de su psiquiatra, el doctor O'Donell. La manera en la que se veía así misma y la escasa colaboración que deseaba tener en su tratamiento o en salvar su propia vida volvía bastante complicado mantenerla lejos del hospital. Teníamos que asegurarnos de que ella pudiese vivir, de que su cuerpo no terminase sufriendo más de lo que ella le hacía sufrir matándolo de hambre y a veces, también de sed.

Lo primero que haría al día siguiente sería ir a visitarla. No podía dejarla sola. No quería que pensase que lo estaba. Sabía lo que eran los ingresos. A menudo, pensaban que aislar a los recién llegados en la planta era la mejor solución. Yo, como paciente tenía mis dudas, como profesional, las seguía teniendo. No ayudaba nada sentirse solos, aislados, sin nadie con quien poder hablar que no fuese alguno de todos los allí presentes, por no decir la pésima sensación que tenías cuando te miraban con lupa absolutamente todas tus maneras de relacionarte con ellos que tenían, como se podía, problemas igual que ellos. Por algo estaban allí.

"Abre la puerta".

Tras leer ese mensaje en mi whatsapp de parte de Gustav no pude evitar reír. ¿Para qué querría este hombre que abriese la puerta? A no ser que...

Me levanté de mi lugar y fui a abrir la puerta encontrándome con él, con Gustav, con una gran caja de pizza esperando que le abriese.

— ¿Gustav? —pregunté sorprendida pues no llegaba a creérmelo.

— Creo que me dijiste que solamente tenías de compañero a tu libro así que pensé en poder pasarme por aquí —una sonrisa invadía sus labios.

No pude evitar responderla y dejarle pasar deseando que aquella fuese una noche magnífica.

Simplemente Kyra (Parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora