Capítulo 97

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Después de aquella ducha tan completamente atípica, me acurruqué contra su cuerpo una vez hubimos regresado a la cama. Pensé en todo lo que había cambiado en mi vida en tan poco tiempo. Si pensaba la situación con detenimiento era más que imposible que no me abrumase. Sin embargo, tenía que pensar en que esa era mi vida en ese momento. Estaba en una ciudad en la que no hubiese pensado vivir nunca. Estaba con un hombre que ni tan siquiera hubiese imaginado en mis mejores sueños que me amase o que se sintiese atraído por mí de alguna forma.

No tenía muchas ganas de empezar a trabajar, a moverme o lo que fuese. Quería quedarme allí, disfrutar de un día entero metida en la cama. Ser vaga, no quería tener que entregarme al movimiento incesante de la vida.

— ¿Estás bien? —preguntó Gustav bajando la mirada a mi rostro.

Asentí sonriendo abrazándome a la almohada.

— Muy bien —respondí estirándome ligeramente a su lado.

— ¿Seguro?

Reí asintiendo y besé suavemente su mejilla antes de que él me acercase de un rápido movimiento a su cuerpo la distancia que nos separaba.

— ¿Puedo preguntar algo? —dijo fijando su mirada en mis ojos—. ¿Qué somos ahora?

Mordí mi labio inferior al escucharle hacerme esa pregunta de la que no tenía respuesta. La respuesta más satisfactoria para ambos no sería otra que aceptar los términos que imponían qué era una relación, al menos, para los románticos, pero no sabía si todo eso seguía perteneciendo al universo adulto o era pasto de la historia. No obstante, ¿cuándo había sido yo alguien común?

— Deberíamos ser pareja, ¿no? Ya sabes que mi experiencia en el sector es bastante limitada —reí un poco antes de sonrojarme mientras uno de sus dedos parecía deleitarse con el cambio de temperatura en mi piel pálida.

— Así que oficialmente es usted mi novia, ¿no? —rió dejando un beso en mi frente.

— Bueno, no del todo, para ser oficial debería pedírmelo así con pedrusco y todo... Bueno, no, sin pedrusco que eso normalmente es en el matrimonio —bromeé y solté una pequeña risa.

Ambos nos pasamos gran parte del resto de la mañana hablando de diferentes cosas, besándonos a cada rato, igual que si fuésemos adolescentes que acabásemos de descubrir la dulzura cuando alguien es correspondido, pero una parte de mí no podía evitar asustarse de algo. ¿Y si él sentía más cosas que yo? Mis relaciones más largas, a pesar de haber sido por internet, habían sido un infierno para ellos. Había sido realmente insoportable.

Temía hacerle daño también a él. Gustav siempre me había ofrecido todo lo que quisiese entre sus brazos sin tan siquiera darme cuenta de ello. Temía porque él no pudiese ver la oscuridad que realmente bañaba mi alma, mi ser egoísta y desconsiderado, pero por mucho que había intentado hacérselo ver en el pasado, sus ojos ni tan siquiera habían puesto atención, su mente no había mostrado interés por descubrir ese verdadero ser que decía poseer porque él se consideraba con las habilidades lo suficientemente intactas como para no necesitar que yo le guiase en el descubrimiento.

— Dentro de poco tengo que irme —comentó de repente rompiendo toda la magia que pudiese existir en ese momento.

— ¿Dónde? —pregunté sorprendida.

— Anoche, antes de que vinieses a dormir, me mandaron un mensaje informándome de la concesión de un permiso para poder seguir realizando mi investigación en otra parte del mundo —explicó sin darme demasiados detalles.

Sabía lo que significaba que no me los diese, pero también sabía que no era la mejor forma de empezar una relación. Él me había dado muchas cosas, pero la ausencia, sobre todo si desconocía el tiempo que iba a estar fuera, no resultaba una optativa muy atractiva ni para mí ni seguramente para nadie.

Me quedé pensativa unos instantes. No sabía cómo reaccionar de forma que no se leyese en mis rasgos que no me hacía ni la más mínima gracia. Apoyé mi mentón en su hombro y finalmente me giré un poco para quedarme boca abajo intentando de esa forma poder estirar mi espalda, la que hizo un delicioso y doloroso crack en la zona lumbar al volver a tener la curva que debería poseer por naturaleza.

— ¿Cuánto tiempo estarás fuera? —pregunté antes de apoyar mi barbilla en su pecho mirándole a los ojos.

— No lo sé, Kyra... No sé cuanto tiempo puede llevarme. Puede ser un mes, dos... un año... De hecho, hace más o menos un año que hice la petición, antes de conocerte y no pensé que fuesen a concedérmelo —explicó con paciencia mientras sus dedos se deslizaba por la piel de mi espalda expuesta.

Asentí sin saber aún bien cómo reaccionar. Fingir que no me importaba no se lo creería nadie, ni aunque no me conociesen. Tampoco podía montarle un espectáculo porque ninguno de los dos habríamos planeado hace un año que terminaríamos de esa forma, estando juntos. Además, estaba el hecho de que él era, de momento, el único que estaba trayendo dinero a su propia casa. Pensé en que lo mejor que podía hacer para ambos era dedicarme durante su ausencia a encontrar una forma de volver a ser independiente en lo posible.

— ¿Cuándo te vas? —pregunté al fin.

— El fin de semana. Aún tengo cosas que hacer.

Me quedé mirándole y una sonrisa se deslizó en mis labios antes de darle un pequeño beso en los labios.

— Te ayudaré a todo lo que tengas que organizar y espero que así termines cuanto antes y vuelvas pronto —arrugué mi nariz y por mis palabras Gustav volvió a sonreír.

— Lo haré —susurró y besó mi frente con suavidad antes de acurrucarme en su pecho, lo que yo aproveché para permitirme, mientras estuviese escondida entre sus brazos, poner ese rostro que realmente quería escapar. El reflejo del dolor y de mis peores temores todos juntos.

Simplemente Kyra (Parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora