William me llevó hasta una habitación distinta. Sus labios besaron mi boca de esa forma hasta que pude sentir que tenía la cara irritada por el roce de su barba. Finalmente me dejó respirar mientras se centraba en mi cuello bajando lentamente hasta rozar la base de mis senos que estaban casi a la vista. Estaba nerviosa, mucho, ¿cómo no estarlo? Iba a ser mi primera vez, pero ese hombre me hacía desearle como un condenado. ¿Sería posible que me negase a ello? Cerré mis ojos mientras su boca se dedicaba a recorrerme.
— William yo...
— Es tu primera vez, lo sé.
Asentí acariciando su nuca con mis dedos y luego volvió a besarme los labios haciéndome comprender que a él no le importaba ni lo más mínimo. Yo, por el contrario, temía ser demasiado novata y no darle placer alguno en la relación sexual.
Me dejó de pie sobre la alfombra de una habitación que no tuve tiempo de descubrir qué era. Nuestras bocas permanecían buscando a la otra para que de esta forma el deseo no cesase en el otro en ningún momento. Sus dedos se deslizaron hasta el lugar donde tenía la cremallera y lentamente la fue bajando de forma que quedaba bastante poco que cubriese la parte de mi espalda de cualquier tacto suyo. Subió lo suficiente para deshacer el lazo que hubiese escondido el sujetador de no ser más que imposible llevarlo y después la tela fue desapareciendo muy lentamente de forma que mis senos quedaron expuestos a él.
Sus ojos me miraban fijamente. Sus dedos se dedicaban tan solo en rozar la piel que iba descubriendo a medida que bajaba la tela y en el instante que mi abdomen empezaba a ser expuesto, tomé su mentón y negué mirándole con temor.
— No me mires de los senos para abajo, por favor —supliqué.
Él me miró sorprendido y después dejó caer mi vestido cuando paseó por mis caderas.
— Tampoco toques... —musité sonrojándome hasta las orejas.
Aquello pareció sorprenderle aún más que antes y entonces tomé mi rostro entre sus manos antes de besarme con dulzura los labios.
— Espérame aquí... —susurró contra mis labios antes de salir de la habitación.
No comprendía nada. Estaba allí, casi desnuda. Tan solo con mis bragas puestas y él se había ido de la habitación. Mordí mi labio inferior temerosa de que eso fuese para algo todavía peor, ¿algún tipo de broma? Deseaba que no fuese así, que no regresase con una cámara o algo parecido ni nada que pudiese terminar inmortalizándome de aquella forma y terminando en alguna página cutre de esas pornográficas.
Escuché concienzudamente y regresó de forma silenciosa mirándome tan solo a los ojos. En la mano llevaba un pañuelo de seda.
— Átame los ojos. No veré nada que no quieras que vea —dijo entregándome el pañuelo de seda.
Mi corazón se derritió en ese momento. Era... era ese hombre que había estado esperando toda mi vida, estaba más que segura.
Me puse detrás de él y le até el pañuelo, sin embargo, cuando volví a mirarle todo empezó a parecerme impersonal con la venda allí puesta. Me obligué a pensar que simplemente tenía los ojos cerrados, eso era todo. Mis manos fueron lentamente desabotonando su camisa y se la quité finalmente antes de besar sus labios. Después, sus manos agarraron mis muslos por la parte de atrás y con cuidado por haber perdido la visión, me fue tumbando sobre la alfombra. Mi corazón iba a mil por hora, sabía que ya no había marcha atrás porque yo no quería que la hubiese.
Su boca bajó por mi cuerpo provocando en mí suspiros de placer antes de tomar uno de mis pezones de su propiedad. Gemí ligeramente agarrando su cabello, sintiendo como aquella zona de mi cuerpo era extraordinariamente sensible. Me arqueé debajo de su boca y le permití seguir jugando con mis pechos y mis pezones todo lo que desease. Aquello, tan solo aumentaba mi excitación.
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Simplemente Kyra (Parte 1)
SaggisticaKyra ha conocido el dolor a una edad muy temprana. Con dieciséis años su mundo dio un giro radical cuando descubrió el lado oscuro de la salud mental. Ahora, a sus treinta intenta salir poco a poco demostrándose a sí misma que no hay nada que no pue...