Ecaterina seguía aferrada a Damian. Había querido separarme un poco de ambos para traerles algo de beber decidiendo por ella que tomaría agua. Había que pensar en el bien del bebé porque aunque su malestar me importase bastante poco, el hijo no era solamente de ella, sino de mi amigo.
Caminé de regreso al salón dejándoles a cada uno su vaso sobre la mesita de café. Me volví a sentar en mi lugar y les miré a ambos deseosa de preguntarles muchas cosas, pero no sabía si debía hacerlo por resultar demasiado... ¿fría? ¿insensible?
— Entonces, ¿cuándo nacerá el pequeño? —pregunté apoyando mi cabeza en el respaldo del sillón.
— El año que viene —comentó Damian tras dar un trago a su propio vaso de agua fresca.
Me quedé pensativa, seguramente nacería a principios de año. Era realmente desagradable la idea de pensar en ella todo el tiempo en mi vida mientras estuviese embarazada. Haría hasta lo imposible por no tener que pasar por ello, pero si tenía que ayudar a Damian lo haría.
— Y... ¿qué vais a hacer vosotros? —pregunté inclinando ligeramente mi cabeza.
Mi amigo me miró sin comprender. ¿No era evidente? Si ellos iban a casarse, a vivir juntos, a intentarlo de nuevo.. Quería saber si debía acostumbrarme a toda una vida con esa mujer en ella teniendo que verla de vez en cuando e incluso teniendo que ir a una boda que no me alegraba ni lo más mínimo celebrar.
— ¿Vais a volver a estar juntos? ¿Vais a intentarlo de nuevo?
— Oh.. no —dijo Damian radicalmente.
— Aún no hemos hablado de eso en realidad —se apresuró a terminar ella.
Por alguna razón eso me hacía entender que ella sí quería, algo que yo ya sabía, pero él, en cambio, no pensaba lo mismo, ni mucho menos. Él no había dado posibilidad alguna a pensar en un mínimo sí. Había sido bastante tajante ese "no". Aquello me dejaba más tranquila, aunque no podía hablar sin problemas y sin temores de represalias con ella delante.
Miré a Damian recordando todos los momentos que había vivido con él. Habíamos tenido una pantalla de ordenador entre ambos la mayor parte del tiempo. Había tenido que aguantar mi locura extrema. Me había buscado tantas veces en personas diferentes. Desde el mismo momento en que habíamos entablado amistad él me había necesitado y yo, en cambio, había optado por rechazarle, maldita por mi propio ser. Quizá solamente por ese motivo, por el ir y venir durante los años había terminado aceptando que era cierto, que le necesitaba, que le quería, que sufría más alejándome de él que teniéndole a mi lado. Bloquear no siempre significaba poder bloquear en el propio corazón. Él se había metido con fuerza y no quería salir ni yo podía echarle ya.
La velada fue bastante tediosa con ella allí. Intenté darle conversación fingiendo estar por encima de las circunstancias, olvidándome de aquellas palabras dichas por Damian años atrás. Mi corazón no se sentía celoso porque estuviesen tan compenetrados, sino que lo estaba por ser yo una extraña en todo ese juego, por ser yo la que sobraba en la ecuación, por haber perdido yo mi propia alegría vital de una forma desconocida. Era igual que la espectadora de una película romántica en la que los protagonistas poco a poco se van enamorando cuando uno pensaba que jamás podrían estar juntos. Esa situación de no entender nada y comprenderlo todo. Saber que aquella arpía de piernas largas terminaría separándole por completo, porque nuestras idas y venidas parecían el camino real de nuestro destino perturbador. Y despedirme de alguien que conocía hasta el más mínimo de mis pensamientos helaba mi sangre, pero también lo hacía tenerle allí delante.
¿Por qué todas las personas pueden ser tan endiabladamente atrayentes si te paras a conocerlas? Igual que otras te repelen y tú a ellas, las que terminan a tu lado se van volviendo poco a poco imprescindibles, les ves esa luz que nadie puede ver hasta conocerles. Cualquiera podía ser infinitamente seductor si aprendías a ver más allá de las apariencias, si veías su alma, si aprendías a leerles.
Una pequeña sonrisa se deslizó por mis labios mientras veía a Damian reír recordando alguna anécdota de los años que habíamos pasado manteniendo la relación. Nunca había pensado que le tendría allí, delante de mí. Nunca había pensado en la posibilidad de escuchar su risa. Solamente le imaginaba ser, y ahora que finalmente estaba frente a mí me resultaba hasta doloroso. Era irreal y desgarradoramente hiriente tenerle junto a mí en aquellas condiciones.
Tras unas horas hablando se hizo lo suficientemente tarde como para que Ecaterina estuviese cansada. No quise añadirle una etiqueta porque desconocía por completo si una mujer embarazada se cansaba fácilmente con pocas semanas de gestación. No quería pensar peor de lo que ya había pensado sobre ella. Puede, quizá, en algún momento, aceptase su forma de ser tan hiriente y fuese capaz de ver algo bueno en ella, como Damian sí era capaz de ver.
Les acompañé hasta la puerta y recibí gustosa el abrazo de Damian antes de enterrar mi rostro en su hombro para de esa forma poder mimetizarme con él medio segundo. Él me apretó con demasiada fuerza contra su cuerpo y cuando se separó ligeramente de mí rozó mi mejilla con sus dedos regalándome esa sonrisa amplia y serena acompañada de una mirada que no sabía descifrar.
— Vendré a verte —comentó antes de dejar un beso en mi frente.
— Cuando quieras —susurré antes de separarnos con dificultad por el carraspeo de la futura madre de su hijo—. Cuídate, Ecaterina —le pedí con una sonrisa pues lo deseaba por el pequeño que se gestaba dentro de ella.
Finalmente tras ver el coche desaparecer, cerré la puerta, apoyé mi frente contra la madera y me cuestioné a mí misma porqué ella podía tener todo lo que yo había anhelado desde los dieciocho. Ella iba a tener un hijo y yo no. Yo estaba realmente sola en el mundo en ese momento y nadie podía negármelo o no, al menos, a la percepción de mi mente negativa.
ESTÁS LEYENDO
Simplemente Kyra (Parte 1)
No FicciónKyra ha conocido el dolor a una edad muy temprana. Con dieciséis años su mundo dio un giro radical cuando descubrió el lado oscuro de la salud mental. Ahora, a sus treinta intenta salir poco a poco demostrándose a sí misma que no hay nada que no pue...