Camila Cabello me daba fuerzas con su Crying in the club mientras sacaba el donuts número treinta y siete de su lugar con cuidado de no quemarme los dedos a pesar del guante de cocina. Después, le puse la cobertura de chocolate por encima que me había costado hacer unos pocos minutos, había tenido que repetir en varias ocasiones ese proceso, así que empezaba a aprenderme las cantidades de las recetas.
Cantaba a voz en grito aprovechando que aún no se había abierto la tienda y a Chloe no parecía molestarle. Ella misma se había puesto su propia música y ninguna nos estorbábamos. Eso sí, era bastante divertido llamarnos la atención la una a la otra cuando nos gritaban en el oído a cada rato. Los gestos parecían ser nuestro nuevo idioma.
Habíamos hecho bastantes bandejas de dulces. Tres tartas de cada sabor salvo uno de los más complicados que había decidido dejarlo Chloe para cuando lográsemos terminar al menos una tanda de donuts y metiésemos algunas otras deliciosas porciones de masa para realizar croissants, magdalenas, etc.
Menos mal que había optado por esa ropa cómoda porque con tanto movimiento era igual que si estuviese haciendo ejercicio puro y duro al estilo de carreras de atletismo o de ciclismo.
El olor a dulce hacía tiempo que había despertado mi apetito, pero intentaba pensar en otra cosa mientras continuaba con mi labor. Quería comerme todas las piezas que estábamos sacando. La paciencia con respecto a la comida no era una de mis virtudes, en otros aspectos sí la tenía.
Tras unas dos horas trabajando, me dejó hacer un descanso pequeño entre que terminaban de enfriarse una ronda y fermentaba otra masa. Me quité los auriculares antes de sentarme en una butaca. Me serví leche y cogí uno de los primeros dulces que no habían quedado tan bien sino más tostados de lo habitual. Me había costado mi tiempo cogerle el punto a la temperatura del aceite.
Me comí tranquilamente el dulce, pensando en todo lo que había pasado, en todo lo que seguiría pasando en mi vida y sin encontrar verdaderas salidas. Había perdido por completo la dirección que me había autoimpuesto tiempo atrás. Volvía a estar perdida, pero suponía que era parte de enfrentarse a la vida real. Ese era el mundo que se les presentaba a todos los mortales cuando cogían valor para rendirle batalla y yo no sería ni más ni menos que otro mortal luchando por la supervivencia.
Me vibró el móvil y pude ver que era un mensaje de whatsapp, de Gustav. No sabía si sería bueno que lo leyese en ese momento, pero quizá todo tuviese solución o solamente fuese una despedida más lacrimosa que la anterior.
Buenos días, Kyra.
Sé... sé que estarás trabajando ahora mismo y quizá sea por ese mismo motivo por el que me anime a escribirte esto. Puede que no me respondas en horas y es lo que necesitaré para poder encontrar algo de fuerzas en todo este camino.
Lo siento. Siento haberte relegado al olvido y que creyeses que la única solución fuese romper conmigo. Acepto que no fui quien te dije que sería, quien estaría a tu lado siempre, pero mi trabajo no me lo permite.
Tenías razón, debí pensarlo antes de hacerte tantas promesas. Aunque mis sentimientos nunca fueron inventados. Siempre te amé desde el primer instante en que me di cuenta de ello hasta el último y, si tenemos suerte y algún día el destino nos vuelve a juntar en el mismo lugar, estaré encantado de poder regresar a tu vida, de la manera que sea, mientras tú me lo permitas.
Te amo. Siempre lo haré.
No tenía fuerzas para responderle, no ahora, al menos. Necesitaba encontrar algo de motivación personal, necesitaba... ¡llorar! Eso era lo que necesitaba. ¿Por qué? Porque como siempre había sido una egoísta que había arruinado todo lo bonito que le había pasado sin importarme que él sufriese, sin importarme que yo misma lo hiciese.
Tenía una especie de pacto interno conmigo misma en el que luchaba para ser a cada segundo más desgraciada aceptando en silencio que no merecía nada bueno y cuando lo encontraba tenía que volver a destruirlo, o lograr que otro lo destrozase por mí.
Chloe se había ido a abrir la tienda. Había suficientes dulces para la primera tanda de venta de la mañana. No obstante, sabía que debía seguir allí y quería escaparme como un pájaro al que sus alas encadenadas no le permiten salir del interior a pesar de tener la puerta abierta de par en par.
Me odié a mí misma, pero el orgullo y mi masoquismo personal habían logrado lo que querían, mi propia infelicidad. Así que, por muchas ganas que tuviese de responderle el mensaje, por el más que incontrolable anhelo por escapar de allí, huir sin mirar atrás que se había instalado en mi pecho; me quedé sentada, terminando de desayunar. Con asco aunque el bollo era delicioso y conteniendo las ganas de vomitar.
No existe mayor enemigo para la felicidad de uno que uno mismo y pese a lo mucho que quería abrazarme a una botella de alcohol, mi instinto de supervivencia y el poco gusto que le tenía a este mismo, me lo impedían.
Sequé la única lágrima chivata que se escapó de mi ojo antes de encontrarme con Chloe mirándome fijamente. Negué haciéndole saber que no podía ni quería hablar de eso ahora mismo. No necesitábamos comunicarnos. A veces, lo único que necesitas es una amiga que comprenda en tus facciones que tu dolor es lo suficientemente fuerte como para no ponerle palabras.
Se acercó a mí para darme un abrazo e intenté no derrumbarme al recibirlo. Me ofrecía el lugar perfecto para acurrucarme y colocarme en el papel de niña pequeña que necesita a su mamá. Pero era una adulta y el dolor podía esperar hasta que tuviese fuerzas para expulsarlo en completa soledad.
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Simplemente Kyra (Parte 1)
No FicciónKyra ha conocido el dolor a una edad muy temprana. Con dieciséis años su mundo dio un giro radical cuando descubrió el lado oscuro de la salud mental. Ahora, a sus treinta intenta salir poco a poco demostrándose a sí misma que no hay nada que no pue...