Capítulo 100

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Tener el colchón de dinero que tenía ahora puesto que la venta finalmente se había conseguido hacer, no me aseguraba nada. Había tenido que ir un par de días a Evesham para deshacerme de todo lo que no quisiese tener y por otro lado dejar la casa impoluta, pero había decidido dejarle todos los muebles, salvo mi somier y mi colchón que no sé ni como había logrado contratar a una empresa que me los llevaba finalmente a Belfast. Me saldría por un ojo de la cara, pero no sabía cómo llevar todo eso yo sola.

Para recuperar el dinero y visto que me resultaba bastante improbable tener la posibilidad de encontrar un trabajo de mi profesión decidí buscar algún otro. No se me iban a caer los anillos por ser camarera o dependienta en alguna tienda. Tampoco si tenía que aprender con rapidez cómo había que funcionar en una cadena de montaje de alguna fábrica, así que no tenía mejor solución para mi propio bienestar personal que intentar, en lo posible, sentirme útil.

Parece una tontería si no se piensa con claridad, pero la mente humana tiene mucho poder y cuando pasamos demasiado tiempo ociosos sin posibilidad de encontrar trabajo alguno, nuestro optimismo suele menguar y una vida sumamente monótona llega a cansar y aburrir a cualquiera. Necesitamos interacción social, de la índole que sea y, al menos, yo misma me podía sentir muy vacía cuando los mensajes de Gustav comenzaban el fin de la conversación con un "tengo que dejarte que mañana madrugo".

Había pasado en alguna que otra ocasión por la tienda del Paraíso de los dulces, no había entrado, pero sí había visto que se buscaba personal. Al principio, yo misma me había negado a entrar y pedir información, sin embargo, la necesidad suele llamar con fuerza y teniendo a Chloe de jefa, salvo que cambiase radicalmente, pensaba que sería mucho más cómodo adentrarme en el mundo de los dulces.

Por ese motivo hacía decidido ponerme el mejor vestido de punto que tenía, me había maquillado y querido sentir guapa por unos instantes y acompañada de Rochester había comenzado a caminar completamente decidida a pedirle información y mostrarle mi currículum. No sabía si serviría de nada, pero no tenía mala mano para los postres, siempre me habían encantado y a menudo, salían sumamente esponjosos.

— ¡Buenos días, Kyra!

El ánimo de Chloe parecía ser siempre el mismo, al menos, de cara a la galería. Una sonrisa brillante, el pelo recogido en esta ocasión en dos pequeños moños que me recordaban a una niña pequeña y con su falda de volantes y su forma peculiar de combinar colores daba un aire fresquísimo a la tienda.

— Buenos días, Chloe.

— ¿Qué va a ser hoy? ¿Te consiguieron conquistar las galletas de vainilla y chocolate? —preguntó realizando un adorable gesto que daba la sensación de que acababa de decir una diablura y estaba buscando una cómplice.

— Me encantaron he de reconocerlo —mientras encontraba el valor de comentarle acerca del trabajo desvié mi mirada a los dulces que había—. ¿Me pones un donuts glaseado, por favor?

Ella fue hasta el sitio y como si leyese mi mente me lo puso para comer allí. Me sonrió guiñándome un ojo.

— Págamelo cuando lo termines —me sugirió antes de atender a otro cliente que acababa de llegar en ese momento.

Me fui hasta una de las mesitas desde donde pudiese ver mejor a Rochester quien estaba jugando con su propio rabo como si acabase de descubrirlo igual que los bebés cuando se miran las manos como maravillados por primera vez en su corta vida.

Comí el donuts despacio, pensando en las palabras adecuadas. Chloe, en cuanto estuvo libre, vino hacia mí y se sentó conmigo en la mesa. Era extraño, pero resultar agradable hasta el punto de que quisiesen sentarse conmigo no era algo que me pasase todos los días.

Simplemente Kyra (Parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora