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Me levanto el repentino sonido de mi despertador, heche un vistazo y vi la hora: 5:30. No me acordaba de que anoche puse él despertador tan temprano para no llegar tarde. Me levante a duras penas, si anoche no me hubiera perdido habría llegado antes a casa y podría haber dormido mas.

Me metí en la ducha y media hora después ya estaba limpia. Salí de la ducha y observe la ropa que había preparado la noche anterior: Una camiseta negra de manga larga, una sudadera, negra tambien y unas zapatillas nike de esas que solía llevar todo el mundo.

Me senté frente a mi ventana ya que me sobraba el tiempo. Dirigí mi vista a través de esta mirando como la lluvia lo mojaba todo, las gotas arrastrándose por las hojas terminando su trayecto en el suelo. Me di cuenta de como a pesar de ser las seis de la mañana de un día de invierno él sol ya había salido. Dirigí mi vista a los alrededores y una vez mas mi cerebro me recordo lo bello que es este lugar. No iba a mentir, añoraba Francia, tanto como añoraba a mis amigos y esas tardes de películas con mi padre. Suspire, eso quedaba atrás, lo único que me quedaban eran los buenos recuerdos, nunca olvidaría como era Francia y esperaba poder visitar a mi padre aunque fuera por lo menos en verano o por navidad.

Para cuando sali de mi trance ya había pasado un cuarto de hora, según recordaba lo que mi madre me dijo el autobús para el instituto pasaba a las siete de la mañana, así que baje a desayunar.

Según bajaba las escalera el olor a gofre se coló por mis fosas nasales. Los gofres de mamá eran los mejores.

Entre en la cocina y bese la mejilla de mi madre dandole los buenos días, después di media vuelta y me agache saludando a Buster, mi perro. Buster era un pastor alemán negro, no tenía mucho misterio. Cada vez que lo miraba me acordaba de mi padre, él me lo regalo cuando tenía cuatro años, así que tenía un gran valor sentimental. Llevábamos tanto tiempo juntos que parecía ser el único que me entendía, amaba a aquel perro.

-Que Tal cariño? Preparada para el primer día de clase?-Pregunto mi madre sirbiendome una taza de café.

-Estoy muy nerviosa mamá, y si no les gusto? Todos se conocen y yo seré la chica nueva. Y si no encajo?-Pregunte dándole un mordisco a uno de los gofres.

-Ai mi niña, claro que encajaras. No te preocupes por eso anda, disfruta el desayuno.-Me dio un beso en la frente y cogió él bolso.- Yo me tengo que ir ya a trabajar vale? Apagas todo y cierras con llave. Te quiero.- Se despidió y se fue cerrando la puerta.

Mamá era una mujer joven, era la mejor enfermera que el hospital de sidney podía haber contratado, era muy profesional y anteponía su trabajo a todo. Lo malo de su trabajo era que siempre estaba de guardia y pasaba muy poco tiempo con ella y eso era muy triste. Nunca he tenido confianza con ninguno de mis padres pero cuando necesitaba su ayuda siempre estaban ahí para mi.

Mire el reloj y suspire, las siete menos cuarto. Subí a mi cuarto para maquillarme y peinarme, me veía horrible. Genial, primer día de clase y ya daría una mala impresión. Me mire en el espejo y me dedique una pequeña sonrisa, si no te gustas a ti misma a quien le gustaras? No era una niña presumida pero de vez en cuando había que subirse la moral.

A eso de las siete menos cinco sali de casa cerciorándome de que todo estaba apagado. Camine hacia la parada del autobús que, para mi suerte, se encontraba a tan solo dos minutos de mi casa. Espere tranquilamente sentada mientras escuchaba al gran Mozart, nadie calmaba los nervios mejor que él.

Él autobús llego y nada mas subir le ofrecí una sonrisa simpática al chofer, este la ignoro. Camine por él pasillo en busca de un asiento libre en él que me pudiera sentar, aquello parecía un autobús lleno de presos, había de todo. Desde niñas Pijas y ricas a gente de los barrios bajos que daba cierto miedo. Él único asiento libre que quedaba era junto a un chico moreno, de pelo negro que iba tatuado hasta donde él sol nunca había llegado. Lo mire con miedo y este me miro con una mirada emocionante y con una sonrisa de pena, decidí devolverle la sonrisa, no parecía tan duro.

Al llegar baje la última del autobús, no había intercambiado palabra con el chico que iba a mi lado, yo iba a lo mío, escuchando música, bueno mas que la mía escuchaba su musica punk-rock, era un milagro que no estubiera sordo. Entre al edificio y algunas miradas se posaron en mi, mantuve la calma y me encamine hacia la recepción. Por el camino escuche algunos murmuros que intercambiaba la gente: 'Mira esa tia, parece una empollona', 'Mira esa ropa, por dios, que pringada' y algún que otro intercambio de risas. Las palabras dolieron, no me conocían. Llegue a mi objetivo y deje de lado los comentarios de la gente.

Al entrar eche un vistazo a mi alrededor, era una secretaría bastante elegante, las paredes estaban pintadas de blanco y algunas replicas de los cuadros de los mas grandes colgaban de ella dandole un toque mas hogareño y acogedor. Los archivadores se encontraban a un lado de la puerta del despacho del director. A la derecha estaba la sala de castigo, sonaba mal, esperaba no entrar nunca. A la izquierda se encontraba una especie de sala de espera compuesta por siete sillas colocadas en fila. Dos de las siete filas estaban ocupadas, la primera por una rubia con siete kilos de maquillaje vestida de animadora. Típico de los institutos de hoy en día.

La chica era delgada aunque no muy alta, llevaba unos tacones se parecían ser incómodos y aun así no media mas de metro treinta. Sus labios, tapados por un pintalabios rojo parecían haber pasado por él quirófano, no se si me explico. Por mucho maquillaje que llevara la expresión de su cara era muy clara, terror. Se encontraba cinco sillas apartada del otro sujeto.

Mi vista se dirigió hacia la otra persona. Un chico muy guapo, con el pelo teñido de rojo fuego, despeinado. En su ceja un pirsing y un pendiente en su lóbulo de la oreja. Su vestimenta era peculiar, llevaba una camiseta negra agujereada por todas partes, en ella se podían apreciar unas letras verdes que formaban él nombre de una famosa banda llamada 'Green Day'.

Mis amigos de francia tambien escuchaban ese tipo de música, según ellos era una banda bastante buena aunque a mi ese tipo de música no me gustaba, yo era mas de Bach, Bethoven, Mozart, etc...

Al mirar directamente a sus ojos me di cuenta de que eran los ojos con los que había soñado aquella noche. El chico de la noche anterior.

-Vaya! Que tal nena, has dormido bien?-Sonrió de lado. Lo ignore y di media vuelta acercándome a la recepcionista. No estaba ahí para perder él tiempo, y mucho menos con él.

-Disculpe, soy nueva, Charlotte Brooks. Venia a preguntar por mi horario.-Sonreí amablemente.

-Claro señorita Brooks. Espere un minuto, enseguida se lo traigo.-Se levanto y abandono la sala adentrándose en una habitación que se encontraba detrás de la recepción. En frente de mi había una fotografia a la que le heche él ojo. Los fundadores de Roma. Había oído hablar mucho de aquella leyenda.

Sentí una mano materse dentro de mi camiseta y acariciando mi cintura. Gire rápidamente sobre mis talones para enfrentarme a esos ojos esmeralda que me atormentaron toda la noche.

-Bueno guapita, dime. Vas a venir a este instituto?-Sonrió cruzándose de brazos frente a mi.

Me sentía acorralada entre la mesa de recepción y él.

-Es algo obvio no?- Respondí de la manera mas borde que pude. El se aproximo a mi quedando a tan solo centimetros de mi cara, mas de lo que me gustaría, invadiendo mi espacio personal.

-No vuelvas a hablarme así.-Susurro y su aliento entro por mis fosas nasales, olía a tabaco. Me aparte, no era partidaria del tabaco, perjudicaba mucho la salud. Si la gente quería matarse a si misma, que lo hicieran, lejos de mi.

MI PESADILLA. (Michael clifford)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora