Lerek estaba en el vagón comedor del tren, sentado en un cómodo sillón mientras agitaba suavemente una copa llena de vino en su mano derecha y sostenía un libro de filosofía en su mano izquierda. Se sentía bien volver a tener su Gracia; atrás había quedado el viejo decrépito que buscaba un trabajo desesperadamente para mantener un techo sobre su cabeza, en su lugar había vuelto Lerek, señor de Latinum y de toda la península de los antiguos romanos. Pero quizá lo mejor era el hecho de que pudo saborear nuevamente sangre humana, sangre virgen, sangre que nunca había sido saboreada antes, una delicia, una delicadeza, digna de los grandes reyes del mundo.
Lerek era consciente de que su vestimenta, su armadura de acero negro, era motivo de especulación para todos los que iban entrando en el vagón ¿Acaso iba a alguna batalla en nombre del Emperador? ¿Acaso planeaba desafiar a algún familiar por el dominio sobre algunas tierras? Toda esa especulación era justo lo que Lerek esperaba.
No faltó mucho para que alguien con espíritu aventurero se sentara en el sillón vacío frente a él. Éste era un joven aristócrata de cabellos castaños apenas peinados, uno que, por la chispa en sus ojos, no había vivido más que un par de siglos. Seguramente, supuso Lerek, era el cuarto o quinto hijo de un poderoso noble, o, quizá, el bastardo de una condesa, sin posibilidades de heredar nada de sus progenitores.
—¿Y? ¿Dónde es la batalla? —preguntó el joven aristócrata.
—En Latinum.
—¿Latinum? Ese reino es altamente inestable ¿Acaso eres un pretendiente?
—Soy más que un pretendiente, soy el legítimo señor de Latinum, soy Lerek ¿Te interesa formar parte de mi séquito? Necesitaré aristócratas con poderosas Gracias para derrotar a la corte de aquel que usurpó mi trono.
—¿Qué hay para mí?
—Tierras, un flujo eterno de ganado, no de simple sangre embotellada, e incontables riquezas, tantas que no tendrás que preocuparte por tu fortuna nunca más.
—Suena demasiado bueno para ser verdad, ¿no me estarás tomando el pelo?
—Para nada.
—Bien, soy Yafar, de la casa Lerram. Mi Gracia me hace un excelente guerrero.
—Perfecto, necesito guerreros en quienes confiar mi flanco.
En eso una aristócrata se acercó a los dos; esta era una mujer voluptuosa y hermosa de rostro, de cabello largo de color rojo como el fuego y sonrisa tentadora.
—Escuché que van a Latinum —dijo la joven con una dulce voz—, me sumo.
—¿Qué puedes aportar a mi séquito? —preguntó Lerek.
—Puedo aportar mis habilidades sángricas y pirómanas, mi Gracia es maravillosa a la hora de manifestar y controlar las artes mágicas de la sangre y el fuego.
—Veo, eres una bruja ¿Cómo puedo llamarte?
—Zeras, de la casa Millruk.
Los Millruk eran conocidos por sus habilidades mágicas, pero eran, quizá, más conocidos por su excéntrico estilo de vida y su peculiar filosofía hedonista.
—Una gran casa, será un honor tenerte en mi séquito.
En eso se acercó un joven vestido con una túnica oscura, la cual tenía detalles bordados en hilo de plata. De todos, este parecía el más interesante de los tres, algo en sus fríos y calculadores ojos púrpuras atrajo la atención de Lerek.
—¿Y tú? ¿Quién eres y que puedes aportar a mi séquito?
—Soy Merekar, de la casa Guerik, escuché que vas para Latinum, puedes contarme como parte de tu séquito. Soy un sángrico y maestro de sombras y espejismos, puedo serte útil.
—Bienvenido, Merekar.
—¿Y? ¿Ya estamos de camino a Latinum? —preguntó Yafar, acomodándose en su asiento para estar más cómodo.
—No, primero vamos a Nueva Jerusalén, necesito el permiso del Emperador para emprender mi empresa.
—¿Aún no tienes el permiso?
—No, pero lo tendré ¿Pactamos?
Los cuatro extendieron la palma de la mano derecha hacia delante y, haciendo uso de una uña de su mano izquierda, se abrieron una herida de la cual comenzó a brotar sangre clara, pero esta no caía, sino que ascendía hacia arriba, formando una gran gota de sangre sobre las heridas. Todos los presentes en el vagón guardaron respetuoso silencio mientras observaban el sagrado ritual de compromiso que se estaba celebrando ante su presencia.
—Por esta sangre derramada, juramos completar nuestra tarea, siempre y cuando Lerek viva, y su promesa sea cumplida.
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Pirámide de Sangre
VampireLerek, un vampiro de la más alta casta aristocrática, ve su corona usurpa por un aristócrata rival, lo cual lo lleva al exilio en Nueva Babilonia. El antiguo rey de Latinum debe ahora acomodarse a su nueva realidad y asumir que es y será un Desgraci...