Shuripac y Lerek salieron del Barrio de las Delicias, dejando a sus ganados en la Casa de Recuperación, y fueron directo ante un notario de la ciudad. Este era un anciano, un Desgraciado, probablemente veterano de las guerras contra la humanidad, que representaba el poder y las leyes de la reina Dido, que tras largas discusiones con el Emperador había conseguido una excepción que permitía los duelos por honor y gloria entre Aristócratas en el Reino de Cartago.
—¿Quiénes son ustedes y cuál es el motivo de su pleito? —preguntó el notario, que hablaba despacio y pausado, como si las palabras las tuviera que buscar en una enorme biblioteca.
—Yo soy Shuripac de la casa Alerak. Y el motivo de nuestro pleito es una una herejía cometida por el ganado de este sujeto contra mi persona. Si yo gano la vida de su ganado me pertenecerá para hacer con ella lo que me plazca. Si él gana tendrá el mismo derecho sobre mi ganado.
Lerek vio como el anciano anotaba la información.
—Mi nombre es Lerek de Latinum.
—¿De Latinum? —preguntó el notario enarcando una ceja, el nombre le sonaba de alguna parte, pero no podía recordar de dónde, su memoria era propensa a fallar desde que se volvió un Desgraciado.
—Soy un comerciante —dijo Lerek con cierto carisma y amabilidad fingida—, mi familia ha conseguido fama y fortuna comerciando con productos de las Tierras Lejanas.
—¿Y eso te valió un ganado? —preguntó Shuripak riendo—. ¡Vaya, será fácil derrotarte, Lerek de Latinum! ¡No eres más que un comerciante venido a más!
Lerek sonrió, arrogante y decidido.
—¿Dónde tendrá lugar el duelo? —preguntó Lerek.
—¡Tendrá lugar en la plaza del mercado esta noche! —exclamó Shuripak volteando para enfrentarse a la figura de Lerek, intentando intimidarlo.
—Muy bien, te veo allí, Shuripar de la casa Alerak...
Naq era su nombre, la extraña mujer se llamaba Naq. Travis la conocía bien, desde que había tomado su sangre la mujer se sentía como una vieja compañera de viajes, como si hubiera estado allí en todas sus aventuras y desventuras.
—¿A dónde estamos yendo? —preguntó Travis en un acadio fluido y hermoso.
—Al reino de Latinum, no hay nada aquí para nosotros en estas tierras baldías, solo ecos y fantasmas.
—Así que vamos directo a Latinum, ¿piensas presionar tu derecho al trono lo antes posible entonces?
—Así es.
—Pero estás sola.
—Encontraremos aliados en el camino, de eso estoy segura.
—¿Puedes ver el futuro o algo parecido? —preguntó Travis de forma burlona.
—Tengo un Milagro que me permite sentir lo que vendrá, no es un Milagro muy poderoso, pero por lo menos me ayuda a dar los pasos en la dirección correcta. Este es uno de los regalos de mi padre que, si pudiera, se lo devolvería.
—¿Tu padre?
—Sí, mi padre, el ex-rey de Latinum, el primer rey de la región, fue apuntado por el mismísimo Emperador para controlar la península una vez los romanos fueron barridos por sus ejércitos. Él me dio el ganado suficiente para que este Milagro se manifestara y luego me desterró del reino...
—¿Por?
—Era rebelde, una vez tuve el Milagro intenté derrocar a mi padre con la ayuda de unos aristócratas descontentos con su reinado, pero el complot fue descubierto por los Ojos y Oídos de Latinum y los aristócratas que me apoyaban fueron ejecutados. Fui desterrada de Latinum en el acto. Te lo juro, esa sensación no me la olvidaré jamás, naturalmente mi Milagro me presenta varios caminos, siendo uno un camino que lleva a mi victoria, pero ante mi padre todos los caminos que se me presentaron llevaban a mi derrota.
—¿Y dónde está tu padre ahora?
—La verdad es que no tengo ni idea, puede estar en cualquier parte del mundo, pero de seguro es un Desgraciado, y debe estar vagabundeando por los caminos buscando un poder que nunca volverá a tener.
—¿Lo llamarás cuando recuperes tu reino?
—Jamás. El maldito fue un sanguinario, un monstruo cuyos poderes no tenían parangón en el reino, era... ¿Cómo dicen en tu idioma? Un "maquiavélico". Espero que esté pudriéndose en alguna parte del Imperio, solo, abandonado y podrido.
Lerek se presentó a la hora pactada en el lugar acordado. Una multitud de Comunes y Aristócratas se habían reunido en torno a un rectángulo demarcado con cercas de madera y todos esperaban debatiendo entre ellos la llegada de los contrincantes. Shuripak no estaba en ninguna parte, pero la gente parecía expectante a su llegada. Lerek y su séquito, por su lado, fueron recibidos con indiferencia por el público.
En eso sonaron unas trompetas y apareció Shuripak, montado en una carroza de oro y marfil tirada por dos corceles hermosos. El Aristócrata estaba vestido con una armadura plateada y escoltado por Comunes que teátricamente recordaban a los soldados de antaño.
La gente de Cartago Nova perdió la cabeza, todos gritaban y aclamaban a su campeón local, al gran Shuripak, vencedor de mil duelos, agraciado ante Dido y Defensor de la Ciudad. Con pompa el aristócrata se bajó de su carroza dorada y fue al interior del rectángulo, pero pronto sintió que algo andaba mal, su rival no estaba acobardado, intimidado o deslumbrado, estaba allí, alto y delgado como una columna, con una gran sonrisa demoníaca decorándole el rostro; ese no era el mismo Lerek que se había encontrado esa mañana... este Lerek estaba completamente confiado en su victoria.
—¡Shuripak! Por cortesía te permitiré lanzar el primer ataque.
Lerek se abrió de brazos, exponiendo su pecho, no llevaba armadura, solo una túnica a la babilónica. Shuripak sintió un escalofrío, todo el mundo a su alrededor lo apoyaba, le decían que atacara, pero él, por algún motivo, no estaba seguro.
—No me parece honorable atacar a un enemigo que no se defenderá —dijo el aristócrata finalmente, lo que le ganó una ovación por parte del público.
—Muy bien, entonces atacaré primero.
Lerek apareció instantáneamente ante Shuripak, moviéndose rápido como un rayo.
—¿¡Qué demonios!? —gritó Shuripak.
Shuripak tuvo que retroceder de un salto, saliendo del rectángulo y cayendo entre la multitud, que se abrió, alejándose de él. Lerek le sonrió.
—¿Ya te rindes, Shuripak? ¡Has salido de nuestro pequeño coliseo!
Shuripak sentía que su cuerpo ardía y al ver su armadura se dio cuenta que esta estaba tan caliente que despedía vapor y ondas de calor que distorsionaban la visión.
—¿Qué es esto...? ¿¡Tienes un aura!? ¡¿Tienes un Milagro?!
Lerek volvió a aparecer ante su enemigo y, usando su brazo como una lanza, atravesó de lado a lado a Shuripak.
—Más de uno... —le contestó Lerek mientras su rival convulsionaba y, al cabo de unos segundos, moría.
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Pirámide de Sangre
VampiroLerek, un vampiro de la más alta casta aristocrática, ve su corona usurpa por un aristócrata rival, lo cual lo lleva al exilio en Nueva Babilonia. El antiguo rey de Latinum debe ahora acomodarse a su nueva realidad y asumir que es y será un Desgraci...