Era de día y el barco a vapor de Lerek se abría paso por el Mediterráneo con dirección a la isla de Sicilum, otra parada más que el pretendiente al trono de Latinum deseaba hacer antes de pasar a la península romana. Su séquito, mientras tanto, estaba haciendo diferentes cosas a bordo de la nave: Merekar estaba afilando uno de los muchos cuchillos que siempre llevaba consigo, sentado sobre unos barriles de agua en la cubierta; Zeras y Yafar, por su lado, estaban debatiendo sobre la naturaleza de la muerte. Lerek estaba en la proa del barco, mirando hacia el horizonte, hacia su destino.
La luz de día no era un problema para los vampiros a bordo del barco, pero era una pequeña molestia, quizá el Dios del día ya no tenía la capacidad, o la osadía, de calcinarlos o de lastimarlos seriamente, pero hacía todo en su poder para generarles aunque sea una leve irritación.
—Y pensar que no lo mataron porque era vital para la vida sobre la tierra —le dijo Sombra a Arlet cuando esta desvió la mirada hacia el cielo.
Los ganados estaban bajo la luz del sol en cubierta, tomando agua de copas de plata mientras comían un desayuno compuesto de pan, frutas y carne seca. Bella, Perla y Milagro estaban cercanas a sus amos, interesadas en su conversación filosófica, mientras que Sombra y Arlet estaban apoyados contra la baranda de estribor, mirando hacia el horizonte, viendo las costas de Grecia, una tierra muerta y abandonada.
—¿Cómo es eso de que hirieron al sol? Lerek lo mencionó pero no indagó en el tema.
—¿No lo sabes? Todo el mundo lo sabe. Herir al Dios Sol fue una de las gestas del gran héroe Ñieptuquet, aquel que persiguió al avatar del astro rey hasta su último escondite. Primero le dio caza en Egipto, luego pasó a perseguirlo hasta Troya, después de eso lo estuvo acechando en las estepas de oriente, para luego virar e ir hacia las tribus de la Galia y Britania. Finalmente pudo encontrarlo y atraparlo en el imperio de las Tierras Lejanas del Oeste.
—¿Las Tierras Lejanas? ¿No te referirás a América, verdad?
—Nunca escuché ese nombre... ¿"América"? No me suena y es difícil de pronunciar. Bueno, la cuestión es que Ñieptuquet logró imponerse junto a su séquito sobre los campeones del sol, sobre aquellos que habitaban en las alturas. Su victoria fue parcial, sin embargo, el avatar del dios Sol era poderoso, y eliminó a la gran mayoría del séquito de Ñieptuquet antes de que este fuera capaz de dañarlo gravemente con su lanza. El Dios Sol, herido y derrotado, llegó a un acuerdo con Ñieptuquet, él ya no mataría a los de su especie y rendiría pleitesía al Emperador, a cambio, se lo dejaría vivir y continuar con su labor de dador de vida del mundo... resultó ser que el sol hacía muchas cosas por el mundo, y era también la fuente de los poderes de los dioses de los elementos.
En eso se acercaron Bella y Perla.
—¿De qué hablan? —preguntaron estas.
—De las hazañas de los Cuatro Guardianes —contestó Sombra.
—¿Los Cuatro? —preguntaron retóricamente las gemelas—. Son geniales.
En eso Arlet vio algo en el horizonte, un puntito que se acercaba hacia ellos. Luego este puntito se agrandó, ahora era una mancha.
—Oigan ¿Qué es eso?
Todos miraron en la misma dirección.
—Creo que nada bueno... —dijo Sombra alejándose de la baranda del barco —. Le iré a avisar a Merekar.
No hubo necesidad, Merekar estaba allí, cerca de ellos, y con su oído había escuchado claramente a los ganados y ya estaba mirando hacia el horizonte.
—¡Lerek! —gritó este aristócrata enfundando su cuchillo —. ¡Herejes! ¡Vienen en curso directo para interceptarnos! ¡Son rápidos, demasiado rápidos! ¡Deben tener un motor a vapor también!
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Pirámide de Sangre
VampireLerek, un vampiro de la más alta casta aristocrática, ve su corona usurpa por un aristócrata rival, lo cual lo lleva al exilio en Nueva Babilonia. El antiguo rey de Latinum debe ahora acomodarse a su nueva realidad y asumir que es y será un Desgraci...