Un baluarte de voluntad

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Arlet estaba caminando por uno de los jardines del Barrio de las Delicias, uno con un arroyo artificial, una gran fuente y un bosquecito de árboles. Hacía ya tres días que le habían dado de alta de la Casa de Recuperación, y gracias a sus cuidados se sentía llena de energía. Si tan solo tuviera en su poder un celular para matar el rato...

Arlet sí que extrañaba las maravillas tecnológicas de su mundo; computadoras, televisión, cine, cocinas a gas, vehículos... armas; vivir en la "antigüedad" no era algo ni divertido, ni fácil, ni seguro. Y pensar que los científicos le habían dicho que era probable que terminara en otro mundo idéntico al suyo solo que con algunos detalles cambiados ¿Acaso esos tipos en bata de laboratorio tenían alguna idea de lo que habían realmente descubierto? En la base, los días previos al éxodo, corría el rumor de que los científicos habían encontrado una puerta pero que no tenían ni idea ni de cómo funcionaba o a dónde iba realmente, pero estos siempre vendieron la idea de que todo estaba bajo control...

—Buenos días.

Arlet se sobresaltó, a su lado había ahora una mujer hermosa de augusta aura y cabellos negros. Sus colmillos eran claramente los de un vampiro, uno con una Gracia bien alimentada, y su figura era delicada y suave como la seda.

—Disculpa, no era mi intensión asustarte.

Arlet sonrió nerviosa.

—Oh no, por favor, todo está bien.

—¿Eres el ganado de Lerek, verdad?

—Sí... ¿Quién pregunta?

—Dido, soy una amiga de Lerek. Dime: ¿Cómo lo conociste?

—Lerek no tiene amigos hasta donde yo sé...

La mujer sonrió.

—Eres un ganado inteligente ¿Te lo han dicho antes? Ahora respóndeme.

Arlet sintió amenaza en el tono de voz de Dido, por lo que rápidamente pensó en una respuesta.

—Lo conocí en Nueva Babilonia.

—Vaya, estás diciendo la verdad, pero no has respondido a mi pregunta —la vampiresa se inclinó sobre Arlet—. ¿Cómo conociste a Lerek?

Arlet no sabía qué decir ¿Cuál era la historia que Lerek andaba diciendo por ahí? Nunca habían hablado de qué decir ante tales preguntas. Fue así que Arlet decidió jugar sus cartas, todo ganado era sumiso y asustadizo, por lo que decidió cumplir con ese papel, desviando su rostro a un costado, fingiendo estar intimidada.

—Señora, mi señor es Lerek, no creo que deba estar hablando con usted.

Los ojos rojos de Dido centellaron, como si de algo se hubiera enterado.

—Dido, creo que es mejor que te alejes de mi ganado —dijo la voz de Lerek.

La mujer se alejó de Arlet y miró sobre su hombro, por allá venía Lerek, caminando relajadamente bajo el sol.

—Mis disculpas, Lerek, la curiosidad puede sacar lo peor de mí.

—Disculpa aceptada. A ella la conocí en Nueva Babilonia, se había escapado de su amo, que la torturaba y maltrataba.

—¿Entonces estamos ante un baluarte de voluntad?

—Así es.

—Ya veo porqué piensas que puedes retomar Latinum, con un ganado de semejante calidad tu Gracia debe estar en perfecta forma.

—No exactamente, aún no confía en mí, tengo que seguir reasegurándole que no seré como su anterior dueño.

—Veo... ganado, puedes confiar en Lerek, te tratará bien.

Arlet asentó con la cabeza, esgrimiendo su mejor sonrisa.



Dido se marchó, dejando solos a Arlet y Lerek.

—Ella es peligrosa —dijo Lerek—, si se acerca a ti de nuevo escápate como sea; no contestes sus preguntas, su Gracia tiene un Milagro que le permite distinguir las verdades de las mentiras con gran facilidad.

—¿Y entonces como es que tu pudiste mentirle?

—No pude, sabe que dije puras mentiras, es solo que ella no va a actuar ahora. Nos vamos de esta ciudad esta noche, ya encontré tripulación de reemplazo para la nave a vapor. Quédate con los ganados de los demás, vendremos por ustedes cuando se haya puesto el sol.

Pirámide de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora