Canción del ave enjaulada

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Muy temparno en la mañana, Ashley se dirigió a la cocina. En las últimas semanas no había dormido ni sentido bien, el hambre era cada vez peor. Nada le satisfacía al punto que incluso se comía los residuos arrojados a la basura a escondidas. Sentía que estaba muriendo por dentro.

Hacía una semana cuando acompañó a su señora, no saltó sobre los platos con sobras en la mesa del Príncipe Kenton de casualidad, se contuvo todo lo que pudo. Era inaudito que ella se comportáse de ese modo que hasta se asqueaba de si misma. El médico que la inspeccionó no encontró absoluntamente nada raro con su cuerpo, los análisis arrojaron que gozaba de buena salud hasta hace un mes. Pero luego empezo a decaer abruptamente por lo que Sophia dudaba por momentos de tenerla consigo por su aspecto famélico y desordenado.

Para ella, su problema inicio después del baile de gala ofrecido por la Duquesa Orville en el Palacio de las Rosas hace unos 15 días atras. Allí había comido bastante pero eso no fue el causante en sí, había una tarta de avellanas en una de las mesas la cual ocultó sigilosamente con magia para comerla luego en su alcoba. Después de eso su malestar estomacal fue destruyendo su bienestar diario.

Hoy estaba más demacrada que nunca, con una tez gris ceniza, piel y labios resecos, ojos hundidos en sus cuencas, que parecía un esqueleto recién desenterrado pero con una barriga llena que daba la sensación que estaba a punto de parir. Para esta ocasión, el médico la volvió a atender y de nuevo no encontró nada. Un ultrasonido mostró que el motivo de tal hinchazón era porque solo tenía agua y gas acumulado. Ni con purgantes y medicamentos pudo deshacerse del problema, seguía de mal en peor

Para terminar de agravar su situación, antes de la gala escuchó una canción que la dejó petrificada cuando la oyó por primera vez en muchos años y nadie más excepto ella, eran capaces de oírla. Esa funesta canción se repetía como disco rayado cuando estaba en los pasillos o cerca de la cocina por horas hasta desaparecer. La venía escuchando hasta el hartazgo que llegó a creer que la muerte la acechaba y no se detendría hasta cazarla.

La paranoia la hacía alucinar con niñas jugando por los pasillos y jardines, llamándola por su nombre mientras cantaban o silbaban la canción. Ashley corría a su encuentro pero estas se esfumaban sin dejar rastro.

En las noches se ponía peor. Oía sus risas en la oscuridad, en otras eran lamentos desgarradores pidiéndole misericordia. Los muebles se movían y las luces se encendían solas en medio de la madrugada impidiéndole dormir. En uno de esos tantos delirios, oyó un susurro en su oído y sintió una mano huesuda que le palmeaba el hombro. Saltó de la cama y entre alaridos salió al pasillo gritando donde se hallaban los guardias que la escoltaron con el médico que le receto tranquilizantes y somníferos. Todo resulto en un esfuerzo inútil .

Tal vez por el cansancio y la presión de su señora, había perdido la razón .

Los sirvientes la veían hablando sola y gritándole a la nada. No tardó en llegar a oídos de la reina quién la mando lejos para que se recupere. En realidad no deseaba ver el esperpento en que se había convertido Ashley pero tampoco quería perder a su dealer de confianza, por ello la mandó a descansar.

Pero la locura, había ganado.

-Hambre, tengo hambre...ya basta maldita sea!!!-

⸟..La la la la la la la...♪♫⸞

Cuando estaba por entrar a la cocina se desplomó en el suelo.

La trasladaron a su habitación y allí la dejarían descansar. Su estado era fatal, parecía que moriría en cualquier momento.

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