Capítulo 53: Epílogo

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5 años después.

Miró nuevamente al cielo sonriendo, sus pequeños dormían en su cama, los suaves rayos del sol daban sobre sus pequeñas caras, Seiya volvió acercarse a la cama, Selene dormía abrazando su osito, Diana chupaba su pulgar y su pequeño hijo menor abrazaba a su madre suavemente, sus cabellos eran rubios como los de su bombón hace mucho tiempo atras, había heredado los ojos azules de su madre, podía transmitir su misma inocencia, así como podía ser egocéntrico en ocasiones causando molestias en las sailor que le cuidaban y al mismo tiempo risas.

Acaricio la mejilla de su esposa notando su sonrisa, los años pasaban y seguía sin creer que ellos estuviesen juntos. Tomo su anillo de bodas de la mesa volviendo a ponerlo en su dedo. Él a diferencia de su esposa sabía que mucho más allá de existir Caos, más allá de los dioses que ellos guardaban en su interior, existía un ser que en algún momento volvería y sería el turno de sus hijos para luchar, pero por ahora sólo pensaba disfrutar la paz que habían logrado con tanto esfuerzo. Los ojos de Serena se abrieron lentamente, observó a sus pequeños dormir con tranquilidad y después a su esposo.

— ¿Sabes que día es hoy bombón? — Negó, a su mente sólo venía un montón de papeles que debía leer y firmar. — Es nuestro aniversario de conocernos.

— Lo había olvidado. — Con cuidado se levantó, sus pequeños tenían el sueño tan pesado como ella. Seiya la tomo en brazos como si de una novia se tratase. Cerró sus ojos dejando que un tenue resplandor los envolviera sacandolos de la habitación. Serena se aferró a él sintiéndo como la aire los envolvía, como el frío de la brisa marina la acunaba. Abrió los ojos nuevamente contemplando el amanecer sobre el mar. Observó maravillada los tonos en el agua. Él la dejó colocar sus pies sobre la arena cálida.

— ¿La tierra? — Asintió. Corrió hacia el mar, sentía el agua contra sus pies. — Es hermoso Seiya. No tengo un regalo para ti.

— Mi mayor regalo es ver tu sonrisa. — Se acercó abrazandola por la cintura, no había más dudas, tampoco compromisos con terceras personas que los alejen de su felicidad. Amaban a su reino, sus hijos eran la felicidad más grande que el destino les había entregado, aunque muchos sentían temor de que algún día Diana se convirtiera en lo que una vez fue Rini, su amada esposa aseguraba que no sería así, amaba a su familia y haría todo por cuidarlos.

— Sabes Seiya. — Le miró a los ojos esperando por las palabras que diría. — Si algún día dejamos este mundo nos volveremos a encontrar.

— Bombón...—Sonrió al ver su sonrisa. — Te buscaría más allá de cualquier vida.

— ¿Como sabrías que soy yo? — Lo miró con curiosidad. — Debes ser un chico hábil para darte cuenta.

— Porque tu resplandor es único. — Beso su nariz. — Porque la luz brillará con el mayor destello en mucho tiempo y sabré que la mujer que amo esta frente a mi.

— Me encanta todo lo que me dices. — Tras besarse sellaron su pacto como amantes.

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1000 años después - Milenio de Cristal - Nuevo reino lunar

El timbre indicando la entrada a la preparatoria sonó tres veces. Los alumnos entraban a sus respectivos salones. A una cuadra del recinto escolar una joven de cabellos rubios hasta la cintura corría como si la vida dependiera de ello, llevaba en sus manos una mochila color rosa, su uniforme algo arrugado por estar corriendo. Su nombre, Serenity, hija de la princesa Diana. El reino de la Luna era gobernado por su tía la reina Selene, su madre era una de las embajadoras de la corona más importantes pues sus relaciones con otros reinos habían traído abundancia a su hogar. Los selenitas vivían en armonía desde que la reina Serena y su esposo el rey Seiya habían traído la paz derrotando a Caos. Pero hace más de 700 años que ellos habían decidido volver al caldero primordial dando paso a un nuevo reinado.

— ¡auch! — Cayó al suelo al chocar con algo o más bien alguien, quiso insultarlo pero al alzar la mirada, sus orbes azules se encontraron con unos tan parecidos a los suyos. — Lo siento.

— Debería demandarte por atropellarme. — Se levantó del suelo mirando de mala gana al joven de cabellera negra. Quién al final acabó sonriendo, ver sus ojos le provocaba una extraña calidez. — ¿Vas tarde no?

— Sí...— Tomó su mano,  comenzaron a correr sin llegar a soltar sus manos, por una extraña razón ambos se sentían completos al estar tan cerca, había algo que les hacía sentir una sensación familiar.

— Mi nombre es Seiya. — Ella volvió a verlo sin dejar de sentirse extrañamente cómoda a su lado. Sólo pudo sonreír. La gente los veía pasar tomados de las manos, a la distancia un auto negro comenzó su marcha, la joven en el interior sonreía despreocupada. Al fin aquellas dos almas eternas volvían a encontrarse sin ninguna misión de por medio.

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Ahora si con esto cerramos la historia, gracias por sus comentarios y paciencia, espero les haya gustado y disfrutado.
 

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