Capítulo sesenta y dos.

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Sus ojos grises me observaban mientras chupaba la leche que emergía de mi pecho, sus pequeñas manos se cruzaban entre sí y su pequeño cuerpo se estaba por fin, acomodando a mis brazos. Nunca creí que pudiera amar tanto algo. Nunca creí que pudiera existir un amor tan real y único como el que yo sentía por ese pequeño cuerpo.

Sabía que no había nada ni nadie que me hiciera dejar de amarlo. Lo amaría incondicionalmente no importaba el qué. 

Ver su rostro por las mañanas me levantaba de la dolorosa depresión en la que me encontraba. Era perfecto, era el niño más hermoso que mis ojos podían ver. Y él era toda la alegría que necesitaba.

Una pequeña risa suya me congelaba y me hacía dar las gracias. Las gracias a lo divino por hacerme conocer un amor tan hermoso como el que yo sentía por mi hijo. Un amor que ni lograba compararse con ningún otro.

—Cam, coopera y quédate quieto, ¿Si?—le hablé. El me observó y rió. 

Coloqué la pequeña chaqueta sobre su cuerpo y bajé las escaleras con él en mis brazos, tenía la misma rutina todos los días. Era como si el mismo día e repitiera una y otra vez durante casi diez meses. 

Al bajar las escaleras me di cuenta que la sala de estar no estaba abandonada como la mayoría de los días lunes. En donde mi madre y Jack trabajaban con las acciones de Cameron y los empleados se mantenían en silencio haciendo sus labores. No, no era un lunes como otro.

Victoria, mi empleada de confianza se encontraba conversando con un hombre bastante alto, estaba de espaldas por lo que no pude notar a la perfección quién era, hasta que el llanto de Cam hizo que este se diera la vuelta. 

Era Steve.

Mi corazón se estrujó, no lo veía desde el día... desde ese día. Tragué saliva con fuerza y caminé hasta hacia él, con el alma en un hilo y las piernas temblorosas. No esperaba su visita, no la quería. No quería absolutamente nada que tuviera que ver con esa horrible familia.

—Leah—habló, fuerte. Con un tono de voz más grave del que usaba. No deseaba verlo aquí, no cuando hace algunos meses me dejó sola cuando perdí al amor de mi vida, no cuando prometió que Cameron estaría bien, cuando me dijo que él era fuerte y se salvaría.

Los recuerdos vinieron a mi cabeza y me dejaron mareada, observé a Vicky y asentí con la cabeza, pasándole al niño. Ella sabía que no podía dejar entrar a nadie a la casa, pero supuse que sabía quién era Steve Black.

—Te ves bien—susurró, con una sonrisa enorgullecedora. Su rostro ahora era cubierto por una fina barba y su cabello estaba más largo de lo que recordaba. 

—¿A qué has venido?—le dije, hablándole directamente. Él sacudió su cabeza y me miró.

—Vengo de parte de mi familia.

—Victoria, llévate a Cameron—susurré, con la voz rasposa. Cam comenzó a sollozar en cuanto lo despegué de mis brazos, a pesar de querer mucho a Vicky, odiaba despegarse de mi. Y le entendía.

Steve carraspeó y negó con la cabeza. Una vez Vicky había desaparecido con mi bebé observé a Steve a los ojos, con asco. No podía creer que se atreviera a venir hasta aquí.

—¿Qué es lo que tu familia quiere?

—Se nos notificó el cambio de apellido del niño y la visa que estás tramitando. ¿Realmente quieres sacarlo del estado y cambiarle el apellido?

Me crucé de brazos. Sí, lo único que quería era escapar de Suiza y de este ambiente. Huir de Europa y criar a Cameron en un ambiente normal, lejos de los Black.

CRUELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora