🌼 Capítulo 50 🌼

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{ Kaila }
3 meses después

– ¡Nasla! ¡Ya es hora! – toqué a la puerta – Tu maestra ya va a llegar.

Para poder inscribirse a la escuela de forma regular, tenía que adquirir los conocimientos que había perdido, entonces tenía clases intensivas en casa.

– ¡No quiero!

– En ningún momento te pregunté, estoy diciendo que ya salgas, o sea que es una orden, no quiero discutir, sabes que odio gritar.

– ¡Oshhh! – abrió la puerta – Ya estoy lista solo quería hacerte enojar – sonrío de forma divertida.

– Eres un fastidio –  le di un pequeño golpe en la cabeza con cariño – Oye hoy tengo que irme al doctor, por favor portate bien con los empleados.

– Sí, ya sé – giró los ojos y corrió en dirección a las escaleras.

La verdad es que disfrutamos discutir, no era una mala niña, siempre estaba pendiente de mí y tenía mucha ilusión por conocer al bebé. Con Camila es con quien peor se comporta, pero creo que es por su forma de ser, son tan parecidas que chocan.

Mi panza aun no es notoria, hoy tengo revisión y es probable que me digan el sexo. Camila quería acompañarme, pero le era difícil por el trabajo, así que acordamos que le pediría a la doctora que lo escribiera en una nota y lo guardara en un sobre; para poder abrirlo durante la cena que organizamos en nuestra casa. A pesar de vivir en casa de Nasla no me sentía cómoda llamándola como propia y hacer planes ahí.

Recostarme en la camilla y sentir el gel en mi vientre me seguía ocasionando escalofríos, el sonido del corazón del bichito, siempre generaba que lágrimas sutiles cayeran por mis mejillas, desde hace tiempo ya no era capaz de controlar el llanto, como lo hacía anteriormente. 

La doctora comenzó a platicarme sobre los posibles cambios que podrían presentarse a partir de ahora, me dio el sobre y nos despedimos.

Llegué a casa y me tranquilizó no escuchar los gritos de Nasla, así me fui directo a mi habitación (era el cuarto de visitas, no habíamos abierto los demás) para dejar mis cosas, bajé a comer, salí un momento al patio y me senté en la orilla de la alberca, metí los pies para comenzar a relajarme y solo esperar que sea la hora de ir a casa de Camila.

– ¡Nasla! ¡Si no estás aquí en cinco minutos me voy sin ti! – grité desde la parte baja de las escaleras, su recámara era la primera del pasillo del segundo piso así que estaba segura que me escuchaba.

– Siempre dices que odias gritar, pero igual lo haces a cada rato – recriminó mientras bajaba las escaleras.

– Y tu siempre te quejas, pero no haces nada para evitar que te grite, en cambio provocas que lo haga – reproche mientras abría la puerta para salir de la casa.

Ya había traído mi automóvil así que podíamos movernos por la ciudad con libertad, así como las habitaciones los coches de papá continuaban sin ser usados, solamente ocasionalmente le pedía a los empleados que los encendiera porque tenía entendido que la inactividad puede dañarlos.

Ya tenía llave de la casa de Camila así que siempre entraba sin tocar el timbre.

– ¡Ya llegamos! – grité cuando atravesamos el umbral.

Camila exagero movimientos para decirme que me quedara callada, solamente gire los ojos y me volteé para ver a Nasla e indicarle que se sentara en el sofá individual. No me hizo caso y se recostó en el sofá más grande, resople con resignación.

Volteé para mirar a Camila y me sorprendió darme cuenta de que ya no estaba.

“Esa llamada realmente debió ser importante”

Pasé mi mirada por la comida que había preparado Cami y después me dirigí al sofá individual a sentarme, Nasla ya había prendido la televisión así que preste atención al programa que estaba viendo.

– Casi arruinas todo – dijo Camila uniéndose a nosotros, con un movimiento brusco apartó las piernas de Nasla para poder sentarse y ambas por un momento compartieron muecas de desagrado – Estaba hablando con Orlando, te escuchó pero creo que pude arreglarlo.

– ¿Desde cuando hablas con él? – pregunté intrigada.

– No, lo recuerdo, desde hace algunos días, pero siempre hablamos de ti, le interesa saber cómo estás – habló nerviosa y comenzó a jugar con su cabello – No te preocupes nunca le doy información importante, solo muy general.

– Entonces… ¿Nunca hablan de ustedes? – cuestioné y sonreí divertida.

– ¡Ay! ya vas a empezar – se dejó caer hacia atrás para hundirse en el respaldo del sofá.

– Kaila, tú deberías arreglar un poco la comida, la de ella no me gusta tanto – interrumpió Nasla.

– A mi no me gusta ver tu cara y no por eso pido que te traigan con máscara – contestó Camila mientras le movía el cabello a Nasla y se lo ponía en la cara, para cubrirle el rostro.

– Son tan molestas – comenté con fastidio, me levanté para dirigirme a la mesa, ellas que reían divertidas me siguieron.

Cenamos tranquilas y después de recoger volvimos a sentarnos en el sillón, las dos me miraban ansiosas mientras sacaba el sobre con el resultado. los tomé con ambas manos y lo coloque en el regazo, cerré los ojos.

– Ten ábrelo tú – dije dirigiéndome a Camila, que comenzó a negar y colocó los brazos tras la espalda.

– ¡Ay, yo lo leo! – gritó Nasla que se estiro y me lo arrebató de las manos.

– Tu seguro ni sabes leer – dijo Camila en forma de burla.

– Sí sé, y seguro lo hago mejor que tú – replicó mientras comenzaba a romper el sobre, cuando lo abrió sacó una pequeña hoja.

Mi respiración aumentó, comencé a mover las manos de manera exagerada, tenía muy revuelto el estómago.

– ¡Que bueno! – gritó con felicidad Nasla, Camila y yo nos miramos y después la miramos a ella esperando que volviera hablar – Seguiremos siendo puras niñas.

Me cubrí la boca con las manos, solté un gran suspiro y comencé a llorar con sutileza, Camila se levantó de su lugar y se abalanzó sobre mí para cubrirme con sus brazos.

– Jamás lo dije, pero anhelaba que fuera niña – murmuró.

Yo solo quiero que estés bien, no importa lo que seas”

– ¿Y cómo se va a llamar? – preguntó Camila cuando dejó de abrazarme.

– Babosa, me acabo de enterar de su sexo, obviamente no había pensado.

– Normalmente la gente piensa dos opciones – replicó.

– Normalmente son dos personas las que planean eso, pero claramente ese no es mi caso.

Nasla solamente observaba y a pesar de que su expresión me decía que estaba confundida no preguntó nada. Regularmente es muy impertinente, pero en temas serios nunca interviene cuando hay más personas.

Nos despedimos y prometí enfocarme en pensar en un buen nombre.

– ¿Entonces no tendrá papá? – cuestionó Nasla con dulzura cuando entramos al coche.

– Si tiene papá, pero no sé cuándo lo va a conocer, él y yo nos peleamos.

– Ahhh, debe ser muy enojón, porque ya duró mucho su pelea, tú y yo no nos peleamos por tanto tiempo – dijo con inocencia y se recostó en el asiento.

– Sí algo así – sonreí con dificultad y después me enfoque en el camino.

Ahora es momento de afrontar lo que he estado evitando”

¿Puedo ser tu mayor error? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora