🌼 Capítulo 4 🌼

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Los domingos es nuestro día de descanso, así que despertamos tarde, desayunamos (técnicamente era comida porque era la 1 pm). Llevé a Camila a su casa y sus papás me invitaron a comer, amaba a su familia así que acepte.

– Queremos agradecerte por la oportunidad que le darás a nuestra hija – comentó Martha la madre de Camila, a quien yo por el cariño que le tenía le llamaba tía. Sostenía un pequeño pay de queso con nuez y cajeta (es mi favorito) y lo colocaba frente a mi.

– ¡Oh por Dios!, tía esto es maravilloso, no es necesario; pero obviamente sería muy tonta si lo rechazó – me acerque a olerlo, era una extraña manía pero me fascinaba oler las cosas, hay ocasiones que no puedes tener cerca a las cosas y el simple olor a ellas te puede reconfortar.

– Claro que es necesario, siempre estás cerca para ayudar a nuestra loca pero estupenda hija – le dio un tierno beso en la cabeza a Camila.

– Para ser justas tía, por ella mi vida es divertida.

– Si su plan es ponerse cursis para que me de tristeza dejarlas, les aseguro que no va a funcionar – cruzó los brazos y resopló.

– ¡Ay Camilita! – dijo su padre desde el otro extremo de la mesa – Lo que no entiendes es que es todo lo contrario, nosotros ya queremos que nos dejes tu cuarto libre.

Camila, le dedicó una mirada furiosa al igual que Martha y yo me reí porque entendía que era una no tan buena broma por parte de él.

– Papá, en mi ausencia quiero que practiques los chistes y  sarcasmo – habló Camila, mientras se ponía de pie para limpiar la mesa.

Como siempre me ofrecí a ayudar, pero jamás me dejaban, pero a pesar de saber la respuesta me parecía una grosería no ofrecerme. Al terminar me despedí de cada uno de ellos, con un abrazo.

– Esta vez no nos trajiste dulces –  murmuró a mi oído, Celia la hermana menor de Camila, es una niña pequeña para su edad (10 años) de piel morena y cabello afro.

– Perdóname, es que no tenía planeado venir, pero te prometo que un día de  esta semana, afuera de tu casa habrá una sorpresa – le susurré al oído, porque sabía que si su mamá se daba cuenta del comentario de Celia la iba a regañar, volvió a abrazarme.

Cuando llegué a casa alimenté a mis peces y regué cada una de mis plantas, me fascinaban, no son de las que tienen flores, tengo dos carnívoras, una planta dormilona, enredaderas y cactus (estos son los únicos que ocasionalmente dan flores).

Cuando desperté el lunes por la mañana, tenía un mensaje de Camila

CAM: El chico fornido quiere tu número, perrita – agregó un emoji de diablito

KAI: ¿Quéééé?, habla ¡Ahora!

Esperé ansiosa, con el celular en las manos, pero no llegó ninguna respuesta.

La desgraciada quiere decirmelo de frente, solamente me está torturando”

Me arreglé con calma para después irme al trabajo. El horario de lunes a jueves del restaurante es de 3:00 pm a 8:00 pm (para mi), los fines de semana cierran a las 12:00 am, pero yo siempre mantengo el horario de entre semana y descanso los domingos, los únicos días que salgo después de mi horario son los viernes, pero no es hora fija.

– Hola, buenas tardes – salude de manera extremadamente dulce a Camila.

– Buenas tardes, mi vida – me dio un besó en la mejilla – Y no por que seas más amable de lo normal te voy a decir, tendrás que esperar a la salida.

– Osh, desgraciada – me fui directamente a la cocina para comenzar a preparar las cosas.

La jornada fue tranquila, tuve momentos de libre de la cocina, pero no significaba que mi trabajo terminara, solamente me tocaba hacer recorrido y verificar que todo en el restaurante esté en orden.

– Resulta que el chico, le hablo a Alexa y le pidió que por favor, le diera tu numero, que supuestamente quería disculparse… yo creo que quiere repetir y hasta mejorar lo que pasó – dijo Camila que comía un hot dog mientras caminabamos al estacionamiento.

– ¿Y Alexa se lo dio? – cuestioné ansiosa.

– Ya sabes lo despistada que es, el chico tuvo que super describirte porque ella no sabia de quien hablaba – dio una mordida al hot-dog – Cuando… entendió… dijo… que tenía que… preguntar – hablaba mientras masticaba.

– Eso fue muy amable de su parte – sonreí

– ¿Y entonces? – me dio un codazo.

– No lo sé, me gusta mucho físicamente, pero no estoy segura – empecé a morder el llavero y Camila me dio un manotazo.

– No seas puerca – y giró los ojos – Entiendes que no está pidiendo que sean novios ¿verdad?

Ja, ja, ja, eso es cierto, estoy volviendome loca, pero después de estar seis años con la misma persona, pierdes tus dones de coqueteo”

– Tienes razón, estoy exagerando un poco – declaré con pesar

– ¿Solo un poco? – entrecerró los ojos y ambas nos reímos – Entonces es un ¿sí?

– Ajaam – respondí mientras entraba al coche.

– Que bueno, porque ya había dicho que sí – confesó muerta de risa.

– Ya me parecía demasiada consideración de tu parte – fingí molestia y ella me hizo ojitos tiernos.

– Cambiemos de tema un poco, ¿podrías decirle a Hassel que necesito hablar con ella? – preguntó en tono muy serio.

Yo era la única que tenía el número de Hassel (nuestra jefa), porque conmigo era con quien más hablaba.

– ¿Para qué quieres hablar con ella? – interrogue sin quitar las vista del camino.

– O seaaa, te recuerdo que me voy a ir – me dio un golpe en la cabeza.

– ¡CAMILA ESTOY MANEJANDO! – grité

– No empieces de exagerada, te puedo pegar más fuerte y lo sabes.

Nuestra relación podía viajar del amor al odio en cuestión de segundos, pero ese odio no era real, jamás nos habíamos enojado, ninguna de las dos era delicada o sentida, entendíamos que perfecto que era broma y que no.

– Aún no asimilo la idea de que te vas a ir – apreté los labios.

– Yo tampoco, es dificil pensar en estar lejos de mi familia – la mire indignada – Idiota, tú eres parte de mi familia.

– Te amo, piruja– estacioné el coche fuera de su casa.

– Y yo a ti, virgencita.

Extendí los brazos para invitarla a abrazarme, ella puso los ojos en blanco.

– Uno rápido porque los guardo para un hombre delicioso – me abrazó y escuche que discretamente sorbía mocos, esos que indican que empezaremos a llorar.

– Listo, ya no te desgastó – bromeé, ella forzó una risa y sin mirarme bajo del coche.

Jamás he visto llorar a Camila y evidentemente hoy no sería el día que eso pasaría.

¿Puedo ser tu mayor error? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora