🌼 Capítulo 42 🌼

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Cuando desperté Nadim ya se estaba  bañando, un ruido en la estancia me desconcertó así que me levanté rápido, al abrir la puerta en la silla amarilla (la que me regaló Orlando), había una enorme jaula, dentro de ella había dos pequeños periquitos color azul; comprendí que ese  regalo no era para mi.

Regresé rápido a la habitación porque quería ser lo primero que viera cuando abriera la puerta del baño. Al salir no me vio porque estaba demasiado concentrado secando su cabello con la toalla, no me importó y me lancé sobre él, sabía que no iba a tumbarlo; soltó una risita cuando sintió mi cuerpo estamparse contra el suyo.

– ¿A qué viene tanta efusividad? – preguntó mientras me abrazaba con un brazo.

– Ya vi lo que está afuera – lo abracé más fuerte – Gracias –  susurré y él me dio un beso en la cabeza.

Me metí a bañar, al salir Nadim ya estaba listo, pero para no presionarme se fue a recostar al sofá para ver la televisión. Termine de arreglarme después de 30 minutos, tomé el regalo que había preparado y Nadim tomó el suyo para por fin dirigimos a su coche.

Durante el recorrido Nadim estaba más serio de lo normal, yo lo observaba discretamente para no interrumpir sus pensamientos. En un momento estiró su brazo hacia mi para que tomara su mano, lo hice y de esa manera intenté reconfortarlo.

– Esto me tiene más nervioso que la primera vez que tuve que defender a un cliente ante el juez –  espetó con mueca intranquila.

– Ya te conoce, así que no pasa nada –  le di un beso rápido y después bajamos del coche.

Cada uno cargó su regalo y nos detuvimos frente a la puerta, esperando a que Tito nos abriera.

– ¡Que maravilla! – dijo Tito asombrado sin dejar de mirar a los periquitos, se encorvo un poco y comenzó a susurrarles algo.

– ¡Hey! nosotros estamos aquí también –  reproché.

– Joven, no tenía que hacer eso… bueno primero ¿Esto es para mí? – soltó una risita contagiosa.

– Claro señor, Feliz cumpleaños – respondió Nadim sonriendo.

– ¡Oh perfecto! –  tomó la jaula y ahora sí por fin se giró para mirarme – Hola, mi luci, ¡Feliz día, mi niña!

– ¡Feliz día para ti también! gracias por tanto – lo abracé.

Nos invitó a entrar y lo seguimos hasta el comedor, nos dejó allí porque fue a dejar a las aves a la estancia. Mientras estábamos solos nos tomamos de la mano y nos dimos un rápido beso.

Llegó con un objeto rectangular en sus manos, entendí que era su regalo para mí, me levanté de la mesa y tomé el que yo tenía para él.

Con una sonrisa sincera, intercambiamos las cosas, tomé lo que me dio y lo coloqué en la mesa para poder abrirlo, quité el papel que lo cubría, sonreí maravillada por lo que estaba observando, lo levante un poco para que Nadim pudiera verlo y él también sonrió de la misma forma que yo.

– Intenté imaginarme aquel árbol lleno de luciérnagas, que viste en la sierra – dijo Tito que me miraba con mucho amor.

– Es perfecto, me encanta – lo abracé y recargué mi cabeza en su hombro – Ahora te toca a ti.

Nos separamos y él comenzó a abrir el paquete, sus manos temblaban un poco por emoción y otro por consecuencias de la edad. Yo lo observaba expectante.

Cuando lo abrió su rostro viajó desde la alegría al sacar el libro de diferentes especies de insectos y al desconcierto por encontrarse con CD y una memoria USB.

¿Puedo ser tu mayor error? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora