– ¿Por qué la dejas irse con él? – espetó Nasla que estaba recostada en un sofá.Me sorprendí tanto de escuchar su voz, porque no había visto que estaba ahí, exagere una mueca de susto y ella giró los ojos en respuesta.
– Es su papá, Nasla, además sería más dañino para ella presenciar peleas.
Con dificultad me puse de pie, entre a mi habitación no cerré la puerta porque tenía la sensación de que Nasla no se iba a conformar con la respuesta que recibió.
– O sea, pero pueden quedarse aquí donde puedes vigilarlo – entró a la habitación y cerró la puerta.
– No tengo nada que vigilar, confió en él… o sea, como padre – aclaré con una sonrisa falsa.
– Yo no, aunque no lo conozco, la verdad no me parece alguien amable – dijo sin vacilar y con un poco de arrogancia.
No quise contarle lo maravilloso que es Nadim, obviamente cuando no esta enojado, así que mejor entré al baño, me lavé el rostro y cuando salí encontré a Nasla sentada en la cama; en sus piernas estaba la urna de Tito, sus manos estaban tocando con delicadeza y tenía la cabeza gacha.
– Lamento no haberte llevado conmigo cuando… – no fui capaz de decir las palabras suspiré y continúe – Bueno para que pudieras despedirte– murmure y me senté a su lado, fue entonces que percibí que había algunas lágrimas cayendo por sus mejillas.
– No te preocupes, desde hace tiempo aprendí a despedirme sin necesidad de tener a la gente frente a mi, la realidad es que quien más me preocupa eres tú – me miró de reojo y apretó los labios, formando una línea con ellos.
– No voy a mentirte, aún me siento pésimo, pero espero que día a día todo esto se haga cada vez más sencillo.
– Ya veras que si – colocó con sutileza la urna y después me tomó la mano – Esta vez me toca apoyarte, cómo lo hiciste tú en aquellos días negros, donde aunque no paracía me sentía hundida y tus manos fueron las que me rescataron.
– No quiero llorar, deja de hablar así, cada que comienza el llanto ya no soy capaz de frenarlo – le di un pequeño golpe de hombro a hombro – Te quiero.
– Yo también, vieja llorona.
No reímos y estaba por estrujarme cuando con mi brazo sano, le hice gesto de que se frenara porque me iba a lastimar.
– Ayudame a cambiarme por favor y si no eres tan delicada como Camila podrías ponerme un parche limpio – dije mientras sacaba ropa del armario.
– ¿Y no quieres que te dé de comer en la boca? – preguntó con sarcasmo.
– Aunque bromees la verdad si aceptaría – le aventé la blusa en la cara y ella sin prevenir esa acción, gritó furiosa cuando sintió el golpe.
– Eres un dolor en el culo… o sea una gran molestia.
– ¡Cállate!, no me hables así, desgraciada, soy una adulta lisiada que necesita de ti – entrecerré los ojos y la mire con falso desprecio.
Ella giró los ojos y se puso de pie para ayudarme a vestirme. Realmente lo único que necesitaba era apoyo para cerrar los broches y botones. Después sin hacer el más mínimo gesto de desagrado me ayudó a ponerme un parche nuevo.
Cuando llegamos a la cocina, ya estaba Camila haciendo el almuerzo.
– ¿Y la enana?
– Se fue con el imbécil – declaró Nasla sin una pizca de duda y eso provocó la risa estrepitosa de Camila.
Yo solamente negué con la cabeza y me senté para esperar la comida. Ellas continuaron su no tan sutil ataque hacia Nadim, yo solamente las observaba.
“Hemos creado un monstruo, esta niña es una combinación de nosotras y eso me asusta, porque somos un desmadre”
– ¿Crees que podamos ir hoy a casa de Tito a recoger algunas de las cosas que sí le pertenecen? – preguntó con tanta naturalidad Nasla.
Los ojos preocupados de Camila se posaron en mí y solamente pude sonreír medianamente, para intentar darle tranquilidad, pero fue en vano.
– Iremos solamente tu y yo – declaró Camila con determinación.
– Hey, ¡no!, si puedo ir, es más creo que necesito ir – expuse esforzándome para mostrar seguridad.
Ambas se miraron y dudaron por un segundo, pero después asintieron.
Esperamos a que Camila se arreglara. Cuando por fin estuvo lista salimos y esta vez no me dejaron manejar… “Sabia decisión”, no tardamos mucho en llegar, ya que debido a la hora no era demasiado el tráfico.
Al estar frente a la casa, me fue imposible controlar el impulso de buscarlo con la mirada, cómo lo hacía cada que llegaba, para corroborar que estuviera dentro de casa. Elevé la mirada para frenar la inminente caída de lágrimas, mis manos comenzaron a temblar y la respiración se volvió pesada.
– No es necesario que entres – murmuró con delicadeza Camila, que ya había bajado y ahora estaba en la ventana junto a mi.
– Quiero hacerlo – mi voz fue tenue pero firme.
Camila se hizo a un lado para permitirme abrir la puerta, Nasla ya se había adelantado y estaba parada en la entrada. Bajé del coche y me detuve para contemplar cada mínimo detalle de la casa.
“¿Quién será la próxima persona en vivir aquí?, ¿será tan amada como lo era mi Tito?”
El ambiente que rodeaba a la casa no era nada cercano al que se sentía cuando él estaba aquí, las plantas del jardín perdieron vida, quería llevarme todas, pero era imposible. Cuando Nas abrió la puerta, el pasillo me pareció más largo de lo normal, tenía un aspecto lúgubre.
“Aquí moriste, no estuve para sostener tu mano, para besar tu frente como lo hacías tú, cada que querías reconfortarme. Debí ser más valiente para soportar el pánico que me provocaba encontrarme con Nadim, de haberlo sido hubiera estado aquí… al final todo me resultó peor, ahora lo veo a él, pero a ti ya no podré volver a verte”
No fui capaz de entrar, me quedé en la mecedora y me enfoqué en mirar las flores, el cielo y los pequeños pájaros que rondaban por el lugar. Camila constantemente me preguntaba sobre qué cosas si podía meter a la camioneta de Orlando, él se había llevado uno de sus coches.
Les estaba tomando demasiado tiempo decidir, así que en un arranque de valentía me levanté y entré.
“Tu olor aún sigue aquí. Desearía poder vivir en esta casa y jamás salir de aquí”
Caminé lentamente por ese ahora inmenso pasillo, sentía la mirada preocupada de Camila y Nasla, además lograba escuchar que estaban murmurando algo, pero no tomé importancia, entré a la habitación de Tito y me encerré ahí.
Me paré a la mitad de la recámara y cerré los ojos, al principio comencé a revivir momentos hermosos que había pasado con él justo en este lugar, pero después de unos minutos mi cerebro me jugó de la peor manera y comenzó a presentarme imágenes de lo que pudieron ser sus últimos minutos.
“Seguramente gritó tu nombre, pero ¿dónde estabas tú?, escondida en otro país porque no eres capaz de superar algo tan simple como una ruptura amorosa” – habló mi consciencia para torturarme.
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¿Puedo ser tu mayor error?
RomanceKaila recientemente ha terminado una larga relación, la cual parecía maravillosa; un día descubrió algo que acabó con todas sus esperanzas. Ahora está dispuesta a dar un cambio radical a su vida y hacer lo que nunca había imaginado... buscar un comp...