Capitulo 39

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Habían colocado cientos de sillas en hileras a ambos lados de un pasillo y encaradas hacia una mesa de mármol que presidía la escena. La mitad de las sillas ya estaban ocupadas por una extraordinaria variedad de personas: elegantes y harapientas, jóvenes y viejas. Amelia, que veía todo desde el bosque prohibido, sólo reconoció a algunas, por ejemplo, a los miembros de la Orden del Fénix, Tom, el dueño del Caldero Chorreante; la melenuda que tocaba el bajo en el grupo mágico Las Brujas de Macbeth; Ernie Prang, el conductor del autobús noctámbulo; Madame Malkin, de la tienda de túnicas del callejón Diagon; También estaban presentes los fantasmas del castillo, que sólo eran visibles cuando se movían, pues la luz del sol hacía brillar sus intangibles y etéreas figuras.

El continuo susurro de la concurrencia sonaba como la brisa al acariciar la hierba, pero el canto de los pájaros era mucho más intenso. Seguía llegando gente; Cornelius Fudge se dirigió hacia las primeras filas; parecía muy compungido y hacía girar su bombín, como de costumbre. A continuación Amelia reconoció a Rita Skeeter y luego, con un arrebato
de rabia, distinguió a Dolores Umbridge, que exhibía una expresión de dolor poco convincente en su cara de sapo y se adornaba los rizos rojo pardusco con un lazo de terciopelo negro, ahora sabía dónde se había metido, pues la estuvo buscando para hacerle pagar por mandarla a Azkaban, pero no podía atacarla ahorita.

Los últimos en sentarse fueron los profesores.  Amelia observó a Scrimgeour, con aire grave y circunspecto, situado en primera fila con la profesora McGonagall, y se preguntó si el ministro o alguna otra de aquellas personas tan importantes sentía verdadera tristeza por la muerte de Dumbledore. Pero en ese momento oyó una melodía, una melodía extraña que parecía de otro mundo, de modo que se olvidó del desprecio que le inspiraba todos en ese lugar y miró en busca del origen del sonido. Sin embargo, no fue la único, pues otras personas también volvieron la cabeza con cierta alarma.

— vaya— murmuró dirijiendo sus ojos a las luminosas aguas verde claro. habia un coro de gente del agua que cantaba en una lengua extraña; las pálidas caras se mecían a escasa distancia de la superficie y sus violáceas cabelleras ondeaban alrededor, Amelia sonrió al recordar a los inferi.

Regreso su vista a donde todos estaban y pudo identificar a Hagrid caminaba despacio por el pasillo. Sollozaba en silencio y tenía el rostro surcado de lágrimas; en los brazos, envuelto en terciopelo morado salpicado de estrellas doradas, llevaba el cadáver de Dumbledore. Al verlo, sonrió feliz de por fin a verselo quitado del camino, aunque le hubiera gustado ser ella misma la que lo matara y no Snape, pero aún así, sin decírselo, le agradecía.

No podía ver bien pero parecía que Hagrid había depositado el cadáver con extremo cuidado sobre la mesa de mármol. A continuación se retiró por el pasillo sonándose con fuertes trompetazos que atrajeron algunas miradas escandalizadas, entre ellas la de Dolores Umbridge…

Un individuo bajito y de cabello ralo, ataviado con una sencilla túnica negra, estaba de pie frente al cadáver de Dumbledore. Amelia no alcanzaba a oír lo que decía. Oyó un débil chapoteo y vio que la gente del agua también había salido a la
superficie para escuchar. Percibió que algo se movía entre los árboles, busco el origen del ruido y novo como los centauros también se habían acercado a presentar sus respetos. Todo los ojos por eso.

Unas llamas relucientes y blancas habían prendido alrededor del cadáver de Dumbledore y de la mesa sobre la que reposaba, y se alzaron cada vez más, hasta ocultar por completo el cadáver. Un humo blanco ascendió en espiral y moldeó extrañas formas: en un sobrecogedor instante, a Amelia le pareció ver cómo un fénix volaba hacia el cielo, dichoso, pero un
segundo más tarde el fuego había desaparecido. En su lugar había un sepulcro de mármol blanco que contenía el cuerpo de Dumbledore y la mesa sobre la que lo habían tendido.
Volvieron a oírse gritos de asombro cuando cayó del cielo una lluvia de flechas que fueron a parar lejos de la gente. Y la pelinegra comprendió que era el homenaje de los centauros, Amelia rio imaginandose a los centauros fallando y lanzando sus flechas a las personas, vio cómo éstos daban media vuelta y desaparecían de nuevo en el umbrío bosque.

Se dio media vuelta para irse de aquel lugar, ni qie se hubiera muerto la reina de Inglaterra, pensó mientras desaparecía.
Ahora que Dumbledore estaba muerto, sería mucho más fácil acercarse a Potter, solo esperaba que la Orden del Fénix no se interpusieran en su camino.



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Mis lectores, nuevo y último capítulo del 2020.

Se que es mañana pero quiero aprevechar para desearles feliz año nuevo a todos, a pesar de que este año no fue el mejor de todos, espero que la pasen bien con sus familias y que el próximo años sea mejor que este.

Nos leemos pronto y no lo olviden: Toujours pur  🖤💚🐍


𝙇𝙤𝙨 𝙃𝙚𝙧𝙚𝙙𝙚𝙧𝙤𝙨 𝙙𝙚 𝙎𝙡𝙮𝙩𝙝𝙚𝙧𝙞𝙣 ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora