🍏Capítulo XXXII

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           Capítulo XXXII.

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«¡Fiiiiit Fiiiu!». No tendría escapatoria ante este hombre con esa manera de hablar, de expresarse. Sentía las mejillas, el cuello, al igual que las orejas ardiendo.

Mi mente me hizo soltar lo anterior sin mucha premeditación, bueno, premeditación sí que hubo. En realidad, estuve dándole vueltas al asunto desde hace muchísimo, además, en el momento en que puse los pies en el elevador, no dejaba de cuestionarme, sin ponerlo en palabras, qué momento sería el indicado para expresarlo, o si él hablaría antes, si lo abordaría, si debía esperar, ya que, él era el mayor. 

Me aterraba pensar así, pero estaba condicionada con Julián: él era quien debía tener el control de ciertas situaciones, o su ego, su orgullo salía herido. Sé que Marcos dista de parecerse a mi ex novio, ahora lo remarcaba; la persona frente a mí era un hombre que me dejaba anonadada. Su perspectiva, su madurez, su manera de expresarse, su maldita aura tan, tan atractiva; me tenía cautiva en este espacio que además golpeaba mis sentidos con su deliciosa presencia, con su dominante fragancia la cual estaba por doquier, gracias a que este era uno de los lugares más íntimos de su vida, uno que al parecer me estaba ofreciendo, daba infinitas gracias al cielo por ello.

—Siento si me pasé de la raya al mencionar lo último —habló despacio, dejó los cubiertos a cada lado del plato. Me observaba expectante.

—No me incomodó, de hecho, nada de lo que dijiste lo hizo, al contrario, Marcos, me dejas sin palabras, pero es porque intento hacerme a la idea de lo que, bueno, de lo que pueden significar las tuyas —me sentí estúpida. Él había sido muy claro, de igual modo, su postura anterior dejaba a la vista que no íbamos a estar con rodeos, que nos comunicaríamos de manera sencilla para evitar medios tintes o suposiciones. Todo eso estaba esclarecido en mi cabeza, el problema era que esta misma cabeza quería que él dijese que su intención no era sólo acostarse conmigo, necesitaba escucharle afirmarlo.

—Jaqueline creo que... —su rostro estaba sonriente, al mismo tiempo se veía reflexivo —... Creo que comprendo qué sucede —suspiró —: yo no he sido del todo sincero o por lo menos no tan abierto como tú —«¿Ah no?» —, tú me has dejado claro lo que sientes por mí y qué esperas, creo que el que yo no lo hiciese —pensó un momento —, por lo menos el que no lo hiciese de un modo tan directo, te hace sentir insegura. ¿Verdad? —observé mi entorno: la velas, la cena, las flores, por supuesto que estaba implícito un sentimiento allí, el problema era ¿Cuál?

—Sí, no me siento bien siendo tan, no lo sé ¿Inmadura? Pero, eso me tiene inquieta —tomé aire—. Lo último que quiero es hacerte sentir forzado a decir algo que no quieres o que no sientes. No es eso, sólo quiero entender.

—Vale. No eres inmadura, preciosa —depositó un mechón de cabello reacio, tras mi oreja, inclinándose hacia delante —, de igual modo todos lo somos en una que otra ocasión —ladeó un poco el rostro. Su expresión mostró un cambio que al principio no supe interpretar —. Bien, voy a ser sincero: tú me encantas, Jaqueline, la atracción que despiertas en mí va más allá de lo sexual. Por supuesto, te deseo, de eso no te quepa la menor duda, pero de igual manera busco mucho más de ti, más que tu piel, más que placer carnal —sus ojos brillaban al hablar. Su voz no perdía el matiz cordial, aunque había adoptado un nivel más ronco, más profundo. Me costaba mil infiernos coordinar con mi cerebro para que no se fundiera allí mismo, o, con mi corazón para que latiera a ritmo acompasado. «¡Jo-der!». No pude, ni quise obstaculizar la sonrisa que se adueñaba de mi rostro, el cual estaba cada vez más cercano al suyo —, siento muchas cosas por ti. No puedo decir que te amo, pero si puedo ver que aquel sentimiento tampoco está aún en ti, y justo quiero llegar a ello, quiero construir a tu lado una relación. Te quiero para algo real, duradero, que nos brinde sin reproche —frunció el ceño —, aunque por supuesto, tenemos el asunto de las reglas de la universidad. Soy tu maestro y...

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