🍏 Capítulo II

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             Capítulo II.

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—Si no es más por el momento, estaré a sus órdenes. Qué disfruten, señores —contesté educada, sin prestar atención a aquel comentario. Sus amigos soltaron una risotada, me dispuse a caminar a la mesa del lado para retirar unas botellas que según veía estaban vacías, cuando sentí que tomaban mi mano.

—Lo digo en serio. ¿Me darías tú número? —volteé hacia él: era muy guapo, sus ojos eran azules según podía notar a pesar de la oscuridad, era de tez algo bronceada, labios gruesos, rosados, suaves. Tentador, no obstante.

—Disculpa, vengo acá a laborar, asimismo, tengo novio —bueno, una de las afirmaciones era infundada, la otra era verídica.

—Que me des tu número no te tomará nada o te traerá problemas en el trabajo. Por el otro asuntito, no soy celoso —finalizó sonriéndome descarado. Era, siendo sincera, bastante, bastante atractivo, cosa que por supuesto él sabía.

—Y yo no soy promiscua —esto hizo que sus compañeros se riesen más fuerte, ganándose algunos golpes en el pecho de los más cercanos, al igual que uno que otro silbido de los demás —.  Disculpen, buena noche —me apresuré a la otra mesa.

—Hola ¿Están disfrutando la velada? ¿Me permiten retirarles las botellas vacías? —amables, las tres personas allí me ayudaron colocándolas en la bandeja mientras asentían a mi cuestión inicial —. Me alegra muchísimo que se encuentren a gusto. Son muy amables. ¿Desean algo más?

—Por supuesto, ¿Puedes traernos otras cuatro por favor? —pidió una chica de cabello corto, rubio.

—Con mucho gusto, en un momento regreso.

Me dirigí a la barra para ingresar el pequeño pedido en el sistema. En ese momento el sonido de golpecitos rítmicos en un micrófono llenó el lugar. No había notado que la música se había detenido. Rodeé la superficie de mármol para tomar las cuatro bebidas, cuando estaba destapando la última no pude evitar echar un vistazo a la mesa del don Juan, quien estaba viéndome fijo por encima de su hombro, volví a lo mío; llevé lo que me habían solicitado y regresé a la barra, ya que, Érica me hizo un par de señas.

—Cariño, ¿Puedes traerme algo de hielo del almacén por favor?

—Claro que sí, ya mismo te lo traigo.

—Ten —me tendió una pequeña quilma, la tomé, yendo donde me habían pedido. Llené el contenido del saco con las bolsas del hielo en cubos, volví a la barra, agachándome para acomodarlas en la pequeña nevera a los pies de esta.

—Te lo agradezco mucho, Jaque.

—No hay de qué, jefa —sentí su risa por encima de mí de forma clara, me pregunté por qué aún la música estaba ausente, antes de siquiera poder poner aquello en palabras, una potente voz rasposa, amplificada, rasgó el silencio.

—Buena noche a todos, espero que estén tan a gusto como yo en este encantador lugar. Mi nombre es Marcos, tengo el placer de estar invitado a interpretarles un par de piezas —la gente inició una ronda de aplausos, quería echar un vistazo, así que empecé a mover más rápido las manos —. Bien, sin más que decir: deseo de corazón que lo disfruten —los aplausos continuaban. Logré incorporarme, mas la mayoría de asistentes se habían puesto de pie también; dificultándome ver el rumbo por el que provenía el sonido, mi metro sesenta no era muy favorecedor en esas situaciones.

—¿Por qué no te acercas allí? Te aseguro que vale la pena —divisé a Alex a un par de mesas, atendiendo solícita a quienes se encontraban allí, preferí seguir secundándolas.

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