🍏 Capítulo XXVI

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         Capítulo XXVI.

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Me habían regañado como a una colegiala por andar riéndome como desquiciada de las bobadas de Joan, mientras otros intentaban estudiar, y había sido Marcos, ¡Qué vergüenza! Pero qué se le iba a hacer, me arrepentía de que hubiese sido el señor Piedrahita quien paró el jaleo, mas no me avergonzaba de haber contribuido a este: las semanas pasadas habían estado tan cargadas de trabajos, de exámenes (y lo qué me esperaba en las siguientes) que estos momentos de libertad en la universidad, con mis compañeros, se me hacían preciados. Seguía sonriendo con cara de bobalicona aun después de la regañina.

Tuve que invocar hasta el último ápice de fuerza para no mirar cada medio segundo en dirección a la ventana del aula, por la que, muy digno, Marcos estaba enseñando. Joan por su parte se había tomado la amonestación personal.

—Ya, deja esa cara, que en realidad, si estábamos haciendo escándalo, no sólo nosotros, todo el grupo —le dije, halándolo hasta una de las mesas cercanas, donde habíamos dejado nuestras cosas antes de montar el despelote.

—Claro, defiende al profesor buenorro —abrí la boca para objetar, no obstante se me escapó la risa antes de poder hacerlo.

—¿Te estás escuchando? ¿Tan feliz estabas haciendo de payaso hace un rato?

—Me vas a decir que no estás de su lado por estar guapo.

—Claro que no... Quiero decir, si es muy, muy guapo —me miró entrecerrando los ojos —, pero también tiene razón, nos estábamos pasando con el ruido, esto es una universidad, no un jardín de infantes o una primaria.

—Sé reconocer a alguien con un palo metido en el culo —soltó mi amigo chasqueando la lengua. Me iba a ahogar por las vibraciones de mi cuerpo producto del júbilo, del cómico momento.

—Creo que lo tengo frente a mi —la mirada cargada de rabia que me dedicó no hizo más que hacerme reír con ganas. Observé cohibida hacia el salón de Marcos, estaba sentado en su escritorio, volteó a verme con el ceño fruncido. Me disculpé en silencio, inclinando un poco la cabeza, mordiéndome la lengua. Joan siguió mi mirada.

—¿Por qué te habla y te mira sólo a ti?

—Porque soy la única estúpida aquí presente que tuvo que tomar una optativa de comunicación a último momento para que le alcanzasen los créditos, ya que, mi querido amigo —le encaré —, estaba más enfrascada en salvar una relación de mierda que mi futuro. Y era a quién tenía que ayudar hace un tiempo —ahora el que sonrió fue él, le tomé la mano —.Eso es, mejor calladito y amigable.

—No, pues woof —me tapé la boca.

—No me hagas reír más, por favor —me dolía el abdomen de tanta hilaridad.

—Creo que al buenorro se le va a saltar la vena de la frente.

—¿Qué dices? —imité su postura, él estaba viendo de nuevo dentro del aula, Marcos seguía en su sitio, ahora hablándole a la clase. No lograba ver muy bien —. ¿Cómo que la vena?

—Quiero decir que sí que tiene un palo metido por el culo y al parecer yo sé lo moví un poco —cuando algo se le metía en la cabeza a mi querido amigo, era casi imposible hacerle cambiar de opinión.

—Vale, como digas —zanjé con media sonrisa evitando mirar a Marcos. Una imagen fugaz de la cena de ayer me hizo poner cara de constipada. Val había hablado de más, yo había hablado de más, me había casi que confesado, maldita sea.

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