🍏 Capítulo XLV

163 29 64
                                    


┌───── ⋆⋅✿⋅⋆ ─────┐

             Capítulo XLV

└───── ⋆⋅✿⋅⋆ ─────┘

—Se suponía que estaría acá a más tardar a las diez de la noche, supongo que sucedió algo; encontró un plan mejor. No nos debemos fidelidad en todo caso, no es una relación seria como la de ustedes —Val nos apuntaba de manera alternada a Marcos y a mí al tiempo que exponía lo de su pareja ausente. Estábamos en el salón principal interactuando por grupos, luego de la copiosa cena, la cual insistimos en postergar hasta que llegase el tormento de la emisora del mensaje, pero, ya eran casi las once de la noche cuando ella misma exigió que le diésemos de comer o se desmayaría. Sam para ese entonces llevaba dos pequeñas cenas. Justamente, hablando de ella, en un momento de la amena velada, se escapó del cobijo de sus padres que estaban demostrando lo bien que se movían juntos, y de su hermano que estaba hablando con Cami, Víctor, Alex y Érica de uno de esos juegos nuevos en línea que les tenía por completo cautivados, yo comprendía la mitad de las palabras, aunque cuando comenzaban a nombrar habilidades, skills y no sé qué más, me perdía de inmediato. La pequeña se dirigió sigilosa hasta la parte de atrás del primer piso, donde estaba el jardín de la casa. Hacía poco que papá lo había vuelto a adecuar, pues lo usaba antes para guardar cosas. A decir verdad, el proyecto del jardín lo tuvo bastante ocupado y nos sorprendió, pues no era algo que le gustase mucho por los recuerdos que acarreaba.

Salí tras Samantha, diciéndole a quienes estaban cerca que iría un momento fuera, Marcos me miró raro, pero no dijo nada, tampoco se percató de la fuga de su sobrina.

—¿Sam? —la llamé en la entrada del jardín, sentí su risilla pícara como respuesta.

Me animaba, me enternecía su juego, pero también me asustaba que se hiciese daño, tocara algo que la lastimara, comiera tierra o cualquier otra cosa; por eso volví a vocear su nombre, por lo menos para intentar captar de dónde venía su risa, si es que la volvía a soltar. Al escucharla comencé a caminar agachada hasta ella, provenía de atrás de un grupo de hortensias azules plantadas en un litoral de tierra, a mi izquierda. Cuando estaba llegando, la nena salió corriendo y gritando por el lugar. Por lo menos sabía que estaba bien, aunque me seguía preocupando. Vi cómo se metió tras una silla enorme de mimbre, la tapaban los cojines rosa palo sobre esta.

—Sam, podemos seguir jugando, pero no vayas a comer nada de lo que hay aquí ¿De acuerdo? —silencio, justo en este momento no se reía siquiera. Me entró pánico, pues la reserva en los niños no es nada bueno —. Princesa, por favor hazme caso —avancé en dirección al asiento, aunque lo pasé de largo, haciendo como que no tenía idea de dónde estaba, eso la hizo asomarse por un hueco de esta, pude dar la vuelta rápido y sujetarla por los hombros. Se desternillo de la risa, sacudiéndose. La tomé en brazos, alzándola, moviéndola en el aire hasta que me dolieron los brazos.

<<Bájala>>. Me gritó el subconsciente, al pasear ciertas imágenes por mi cabeza, obedecí, procuré no volver a cometer el mismo error, mejor prevenir a que otra vez me tenga que cambiar, aunque aquello fue algo bueno después de todo. Recordé la prenda que aún tengo en mi armario, esa que uso de cuando en cuando, en noches heladas o no tan heladas, cayendo en la red de desear evocar al profesor, como la excelente acosadora que soy.

Abracé a la pequeña que estaba recuperándose del ataque de risa y volví a preguntarle sobre haberse llevado algo indebido a la boca. Negó vehemente.

—¿Segura? No te voy a regañar, pero debo saber —apretaba más su cuerpecito en el abrazo, ella es muy apapachable. Sacó otra risa al negar, que se me contagió, decidí creerle, no veía nada raro en su rostro, manos o vestido púrpura.

Siénteme ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora