🍏 Capítulo XXXVI

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          Capítulo XXXVI

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—¿Cómo se le ocurre, profesor Piedrahita? ¡Es su pupila, por Dios! —gritaba furioso el hombre frente a mí, mientras manoteaba sin control. Estaba tan alterado que escupía al hablar. Nos encontrábamos en la sala del decano, no recordaba las circunstancias que nos habían llevado hasta allí, veía borroso, me sentía a kilómetros del lugar, como viviendo tras un cristal. «Todo está bien, tranquila. Marcos sabrá qué decir, cómo actuar».

—Cálmate Santiago, así no se dialoga hombre —habló el profesor con su habitual tono conciliador, lo cual me relajó un poco. Aquello me duró un suspiro, pues cuando volteó a verme un momento, lo que noté en sus ojos me paralizó por completo. La mueca de su rostro no ayudaba —. ¿Crees que soy tan imbécil de meterme con una estudiante? ¿Crees que estoy tan necesitado para estar con cualquiera? Conoces mi trayectoria. Debe de haber un error. ¿Quién te dijo siquiera que yo estaba con ella? ¿Acaso tienes pruebas? —el aludido dudó un poco, pues se quedó callado. Yo aún no creía las palabras que estaban brotando del hombre que se negaba a estar conmigo antes, supuestamente por hacer lo mejor para mí, estaba patidifusa por el cambio abrupto en la actitud del profesor, por la agresividad en su voz. Puntos negros comenzaron a sustituir a las pelusas blancas que me nublaban la vista —, ¿no verdad? Porque no las hay, Santiago. Yo... —volvió el rostro por segunda vez hacia mí, me pesó más que la primera — ... No tengo idea de con quién puede estar la señorita, ni meto las manos al fuego por ella. Tampoco me importa para ser sincero, pero, es inaceptable que se me acuse de este modo.

—El reporte los asociaba a ustedes dos, Marcos.

—¿Quién te dio ese reporte?

—Eso es confidencial.

—¿Confidencial? Eso es calumnia y no creo que quieras proteger a alguien que... —me desconecté de la charla, estaba respirando con dificultad, sólo captaba pedazos de frases inconclusas — ...¿Dijo algo? —«Maldito seas». Bombardeaba aquella frase mi cabeza, mi corazón dolido —... ¿Hizo?—« ¿Cómo puede ser tan frío?». «¡Y yo tan estúpida!». «¡Tengo que decir algo, debo decir la verdad! ¿Debo hacerlo?, Dios ¿Debo hacerlo?». Mi mente era un caos de pensamientos e imágenes al azar, mezcladas con las pocas frases que captaba del entorno —... Tú me conoces... Yo... estudiante... —«¿Lo estará haciendo para protegernos?». Aun había una parte de mí que deseaba creer en él: la más débil, la que depende de todo y de todos, aquella que se aferra a la última esperanza siempre a pesar de tener pruebas irrefutables frente a ella. La que se lanza al vacío, la ingenua, la que sigue creyendo, buscando, soñando.

—... ¿Si te dijo algo? ... Queline... Oye, Jaqueline —sentí presión en el brazo, no había notado que estaba doblada, apoyando las manos en las rodillas, intentado respirar de manera adecuada. Alcé como pude los ojos, notando como su mirada glacial se adentraba en mí, haciendo que le odiase, o que estuviese muy cerca de ello, con lo siguiente que soltó  —. ¿Qué ganas con esto, niña?

Desperté sintiendo un profundo dolor en el cuello al igual que el brazo izquierdo paralizado, noté también presión, calor por todo el cuerpo. Estudié mi entorno, el pequeño espacio. Recordé que me había quedado dormida en el auto del profesor. Solté un suspiro de alivio. Estaba sudando, pero Marcos no se había alejado de mí, continuaba abrazándome, mientras me acariciaba la melena, al tiempo que susurraba dulces palabras para calmarme.

—Estoy despierta —fue lo único que mi pensamiento confuso atinó a expresar. Tenía la voz ronca.

—Está bien, princesa ¿Tuviste un mal sueño, verdad?

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