🍏 Capítulo XIX

281 46 48
                                    

┌───── ⋆⋅✿⋅⋆ ─────┐

        Capítulo XIX.

└───── ⋆⋅✿⋅⋆ ─────┘

Marcos Piedrahita bajo aquella luz ocre, tenue, con esa camisa blanca, con su cabello peinado hacia atrás, era un muy cercano sinónimo de perfección. Aún no había comenzado a hacer vibrar el lugar junto con las cuerdas de su instrumento, estaba saludando al púbico.

—¿Yo te disgusto? —preguntó Esteban a mi lado, en la segunda fila de espectadores, intentando hacerse notar sobre la voz del profesor. «No, pero creo que muy pronto lo harás».

—¿A qué te refieres?

—Parece que me quieres evitar.

«¿Lo hago? Lo hago».

—¿Lo dices por qué no te mandé el mensaje? —estaba estudiando los hoyuelos del interprete.

—Lo digo porqué hace un momento me ignoraste: te estaba hablando y te pusiste de pie sin más —le observé —, además de que, este parece ser el único momento en el que de verdad me estás poniendo atención.

—Yo no quiero ser grosera, pero te dije que tengo novio —«tenía, hecho que sin duda, va a ser mejor no mencionárselo al don Juan».

—¿Por qué no está aquí contigo? Hoy no estás trabajando. Bueno, ya sé que no laboras acá, que esa noche les estabas colaborando.

—Tienes razón sobre esa noche. Con lo otro ¿Por qué se supone que tendría que estar acá? Somos novios, no garrapatas.

—¿El que salga contigo un viernes lo convierte en garrapata? —fruncí el ceño, no, no lo hacía —. Tu eres muy hermosa, Jaqueline, yo no dejaría que salieses sola a una bar lleno de tipos, si fueras mi novia —uff, esas movidas tóxicas ya las detectaba a kilómetros. Me alejé un paso de él, por instinto.

—Pues... En primer lugar, Esteban, una pareja normal, no deja o prohíbe hacer algo a su compañero. Si yo quiero salir a un bar en el que, te corrijo, no estoy sola; tengo un par de excelentes amigas como sé que te has dado cuenta y bastantes conocidos, ¿Qué tiene eso de malo? ¿Qué importa que este como dices lleno de tipos? —sonrió negando lento con la cabeza: allí estaba esa actitud condescendiente, ese gesto que en él dictaba autosuficiencia además de testosterona.

—Sí que tienes temperamento, desde la vez pasada lo noté, pero me parece que eres... Diferente.

—Todos lo somos, Esteban —volví a observar el escenario, no me interesaba entrar en ese jueguito de ser única, atípica, ya que, en realidad creía; sabía que cada uno de nosotros tiene su singularidad, su brillo.

Deseaba que iniciara la actuación para que eso callara a mi amiguito. Estaba siendo algo borde, pero me enervaba el que se negase a entender algunas cosas. Está bien que es muy apuesto, es perfecto que sepa que lo es, que haga uso de esa ventaja, pero su aura tenía un aire a prepotencia, a narcisismo, eso en concordancia con lo que me decía no ayudaba mucho a cambiar mi juicio.

—¿Entonces dónde está tu novio?

«Va a ser una noche larga, muy larga».

—¿No me crees que tenga novio? —cuestioné con desdén medido.

—Se me hace raro que te deje sola, ya te lo dije —paré de examinar el escenario, desviándome a él.

—¿Te estoy mintiendo entonces? —no contestó, por lo menos no con palabras, ya que su gesto gritaba que sí que pensaba que lo estaba engañando, tenía toda la razón, aunque la primera vez que lo dije era cierto: tenía pareja y cachos, un común dos por el precio de uno —. Dime, si te estoy poniendo excusas, ¿Por qué sigues insistiendo? —bajó sus claros zafiros a sus pies, se quedó mudo un buen rato. Me fijé en que tenía un reloj, que sin duda costaba mi renta de cuatro meses, vestía bastante normal, no obstante, sus prendas tenía logos de marcas ostentosas.

Siénteme ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora