✒ Primera parte: Mácula.

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                           Prólogo

En ese momento, al observarle sin reparo se rompió una fina línea, se desató mi sed de amparo. Crujió aquella valla que separaba mis sentimientos del deber que había instaurado, como vital sostenimiento de un rutinario vínculo que me hacía perecer asfixiada.

No obstante, allí de pie bajo la lluvia, recibí la mayor bocanada de aire que jamás se me había otorgado, permitiéndome de paso liberar este creciente deseo, el cual pugnaba por ser saciado: desde aquella noche en la que le vi por primera vez, donde esta historia había comenzado.

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             Capítulo I.

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Todo ese bullicio me atrajo por enésima vez como si fuese un imán y yo una partícula metálica. Atravesé el recto sendero por el cual he caminado infinidad de veces, llegando hasta un callejón en el cual únicamente nos encontrábamos un bote de basura enorme, un precioso gato negro, mi persona, al igual que una puertecilla con luces interruptoras formando entre sí una especie de letrero: "Mumbai" se alcanzaba a leer, "salida" era la segunda inscripción del lugar. Saqué el celular de la chaqueta sintiendo como el frío se me calaba en los huesos.

Jaque

Ya estoy acá, me estoy congelando,
ven rápido. Por favor. ❄️ 12:36 Am.

Alexandra

Vale, vale. Un momento.
¿No te encanta esa canción? Es tan
sexy, Dios. 12:36 Am.

Jaque

Sabes que me encanta "do I wanna know",
aunque si alguien se diese prisa con la
 puerta, podría disfrutarla más. 12:36 Am.

Alexandra
Cálmate, estoy sacándole las llaves a Érica. 12:36 Am.

Jaque

Vale. Dale un abrazo de mi parte. 💖 12:37 Am.

La lámina de metal frente a mi tronó, comenzando a abrirse, asustando de paso al pequeño minino quien desapareció rápido. Una figura mediana, delgada, de tez blanca y cabello negro, se asomó por el espacio que ella misma acababa de crear.

—Pues hazlo tú misma —la luz del teléfono móvil que se encontraba en las manos de la recién llegada, iluminaba de forma tenue su rostro resaltando sus facciones finas, su piel nívea, así mismo la claridad de sus ojos —. Ese último mensaje es bastante estúpido, ¿sabes? Estás en el mismo lugar que mi hermanita, querida.

—No me culpes, el frío no me permite pensar, ¿Vale? Muévete, muévete —dije empujando a mí amiga. Nos reímos. Las deliciosas vibraciones de la música recorrieron mi cuerpo como un rayo, en el instante en que ingresé al lugar. Cerramos la puerta, me estiré hacia Alexandra para abrazarle; su aroma era una combinación de frutas, alcohol y un toque de sudor.

—¿Cómo te encuentras? ¿Qué tan lleno está el lugar? —le cuestioné alzando la voz. Avanzábamos guiándonos con la linterna de los aparatos.

—Estoy muerta, estaba descansando un momento, sólo me he podido sentar unos siete minutos en toda la noche, es una locura —me contestó risueña —. Eso es excelente para nosotros, pero no lo es para mis pies —sonreí de nuevo.

—Uf, que bueno que ya estoy acá para ayudarte —Alex ladeó un poco la cabeza al contestar.

—Sabes que no lo tienes que hacer Jaque. Tú también debes estar cansada.

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