🍏 Capítulo XXXV

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           Capítulo XXXV

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Marcos

La obtención de confianza, al igual que dar muestra de esta es fundamental para una conexión. No buscaba ni por asomo, presionar a la hermosa Jaqueline, pero quería mostrarle que estaba dispuesto a abrirme a ella para establecer los pilares de nuestro vínculo... El cual... Debíamos definir. Sabía que limitaba mucho a la joven, le hacía renunciar a varios placeres de las relaciones. Quizá me gustaba más debido a su soltura al momento de aceptar esto, pero, tenía presente que debía darle seguridad de alguna manera, no obstante, ahora otra cosa pugnaba por salir, le abrí el portón a los recuerdos que arremetían sin mesura.

—Yo viví seis años en Texas, allí conocí gente maravillosa, con la cual sigo en contacto hasta la fecha. Nos llamamos, enviamos postales, cartas, estamos en contacto por redes, bueno, ya sabes; la comunicación antigua al igual que la nueva convergen en nuestro vínculo. El punto es que sé... O creo saber cuál es la duda que me muestran tus ojos: Mat  —se concentró más en mis palabras, este era un rasgo que me atraía de su personalidad, su nivel de escucha, de atención. Se dejaba la piel cuando querías comentarle algo, lo había notado un par de veces e incluso mi hermana había optado por hablar con ella en algunas ocasiones, debido a que sabía que ella la escucharía, aunque estuviese de sol a sol, aunque fuese mucho menor —, así se llamaba mi hijo. Nunca lo conocí como te dije, un día, el cual tengo tatuado a fuego, Natalie llegó a mi casa, luego de que llevábamos meses sin vernos —percibí un ligero pliegue en el centro de su frente —. Creo que debo ir por pasos.

A pesar de que me costaba comentar esa parte de mi vida, la oleada de sensaciones no me permitían dar marcha atrás, necesitaba comentárselo a Jaqueline. Tomé aire mientras mi cabeza se seguía copando de imágenes que me dejaban un sabor agridulce; al igual que un caramelo agrio...

Años atrás

—Es mi cuñado, Marcos, ¿Cómo me acusas de algo así? Me da asco escucharlo siquiera —ella estaba al borde de la histeria: sacudía las manos fuerte, mientras hablaba a voces, esto cada vez era más frecuente entre los dos. Era una barahúnda agotadora, cansina, infructuosa. A pesar de ello, sentía que pronto todo terminaría. «Me encantaría sentir la misma repulsión ante mis palabras o que la duda me embriague de nuevo ante las tuyas, pero, ya me es imposible, es por completo quimérico. Podría creerte si no hubiese escuchado conversaciones extrañas, si no hubiese notado aquel halo de complicidad entre los dos, podría hacerlo, sólo si fuese ciego, si no hubiese sido testigo de ello» —. ¿Cómo puedes? Fuck, ¿Cómo puedes dudar de mí? Te he dado todo, soy una mujer increíble... —cuando comenzaba con su facundia era como una nube tormentosa: una de pelo corto, negro como la noche, y, como esta también: briosa, misteriosa, cargada de furia o, pocas veces, de sosiego, este no era el caso de la calma, por supuesto. En situaciones así, ella dejaba salir todo sin miramientos, no había manera de que parase hasta que se quedase sin nada dentro o demasiado agotada para seguir manoteando, para seguir bramando. Decidí arriesgarme a intentar frenar su verborrea, necesitaba que, como muy pocas veces me escuchase. Opté por comenzar con aquello que causaría la mayor impresión.

—Te vi, Natalie —abrió los ojos de manera desmesurada mientras se quedaba estática, esas tres palabras habían cumplido su cometido —, sé que tu sesión de piano de hoy fue en la casa de Jared. No me siento orgulloso de esto, pero te seguí, los vi besarse en cuanto él abrió la puerta, te abalanzaste, él te cargó... ¿Quieres que siga? ¿Me vas a seguir mintiendo en la cara, como si tuviese tres años? —el color había abandonado su rostro con forma de corazón, de tez oscura; ella era de ascendencia latina al igual que yo, nos habíamos conocido en un festival de salsa —. Habla mujer. ¿Me seguirás viendo la cara? —se sentía extraño el exigirle precisamente a ella, quien de forma común estaba hablando acerca de algo, que se expresase.

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