🍏 Capítulo VII

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           Capítulo VII

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Como norma general, no tengo ningún problema en viajar casi una hora en transporte público para llegar a la Universidad, puede decirse que hasta disfruto imaginando posibles profesiones o incidentes, dependiendo de las facciones, accesorios y demás de los forasteros que vayan a mi alrededor, pero para mí es necesario que sea a una hora razonable, no a las 5:00 de la mañana, por el amor de Dios.

Tenía clarísimo que se me estaba haciendo tarde, no me hacía ilusiones, estaba de un humor de perros así que tampoco me importaba muchísimo. Malditos créditos extra, maldito viaje a Uyuni, maldita clase de seis; en este momento odiaba todo lo que me había llevado a estar allí, de pie, sin que terminase siquiera de salir el sol. Es estúpido, soy de las que el pasar en vela la noche no le afecta tanto como tener que madrugar. Lo detesto, sin más. 

Veo el reloj, son las 5:26 Am. En definitiva no llegaré antes de las 6:15, por lo menos. Recé porque alguien desocupase algún asiento para poder ponerme algo cómoda, cosa que, no sucedió.

Ingresé de prisa al campus saludando a los amables guardias quienes se rieron un poco por mi cara de ojete. Eran las 6:36 Am. Bajé casi corriendo las escaleras, el salón se hallaba cerca al auditorio viejo del campus: el cual se encuentra dos niveles por debajo del piso principal de la Universidad. No tenía oportunidad de hacer fila alguna para utilizar el ascensor. Llegué agitadísima, para mi sorpresa la puerta de mi destino estaba abierta, eché un vistazo dentro, mi euforia creció al notar que no había ningún profesor, sólo unos ocho estudiantes estaban en el aula montando jaleo, conversando alegres. Entré dando gracias al cielo por la oportunidad, prometiendo de paso, que iba a enfurruñarme menos en un par de días cuando tuviese que volver a pasar por este suplicio. Me acomodé en un asiento vacío cerca a la ventana esperando a que mi cuerpo se relajase. No estaba mental, física, ni emocionalmente preparada para ver a Marcos ingresar a la sala como una aparición mariana, con un par de sobres en las manos.

—Bien, acá están las que me faltaban, podemos comenzar a formar dos grupos de cuatro personas para... —nuestros ojos se encontraron, sus cejas se alzaron un momento. Las mías debían estar en Islandia en contraste con mi mandíbula que estaría seguro en Moldavia. Nunca había entendido aquello de "desencajarse la quijada" hasta el día de hoy. « Por Hades bendito, ¿Qué mierda estaba haciendo él en  universidad?». Noté la mirada de la mayoría de los asistentes —... Señorita ¿Usted es? —no se acordaba de mí, eso me impacientó, hirió mi ego en gran medida.

—Jaqueline —respondí fuerte, sin vacilar.

—Quiero decir, su apellido, por favor —se acercó a su escritorio tomando una hoja.

—Espinoza, señor.

—Perfecto. La asesoría comienza a las 6:00, señorita.

—Lo siento, no volverá a suceder.

—No, por supuesto que no —entrecerró los ojos —. Ya tenemos entonces a la primera voluntaria. Creo que puede faltar otra persona —le sonrió a la hojilla —, no pensé que fuese a ser tan pronto aunque no me quejo, tengo mucho qué ordenar a decir verdad. « ¿Qué? ¿Voluntaria?».

—Disculpe...

—No se preocupe señorita Espinoza en un rato le explico —cerré el pico, su tono era amable, pero su postura cerrada, fría —. Entonces, hagamos mejor tres grupos de tres personas ya que tenemos una integrante más con nosotros, en un momento les entregaré los sobres.

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