🍏 Capítulo VI

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             Capítulo VI

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La mañana del domingo transcurrió sin pena ni gloria: estuve haciendo trabajos para la Universidad, respondiendo correos del hostal y atendiendo unas cuántas llamadas que papá o Camilo no podían tomar. Tuve poco contacto con mi novio o alguien que no fuesen familiares cercanos, de cierto modo, aquel día fue una especie de retiro.

A las tres revisé el correo institucional donde el asistente del tutor líder en mi carrera, recomendaba muy cordial, que me pasase por la oficina principal de la Facultad de derecho, ya que, necesitábamos revisar algo. Sabía a lo que se refería: me faltaba un requisito esencial para poder tomar la mayoría de asignaturas del próximo semestre, en cierto modo renuncié a inglés I para poder ir al viaje que supuse, salvaría mi relación, ahora debía tomar una optativa, además, de inglés para poder avanzar a la par con la mayoría de mis compañeros. Le contesté que iría a primera hora del siguiente día, lo que para mí era, después de las nueve de la mañana.

Mi tarde se resumió en tomar té en el pequeño balcón junto a Fox el gato de mi vecina del lado, mientras me perdía en los distintos ritmos que llenaban mi hogar, mientras disfrutaba del hermoso anochecer.

La alarma me sacó de un sueño tranquilo a las siete de la mañana del lunes: flotaba en el agua cristalina de alguna especie de playa Caribeña. Últimamente mis ensoñaciones estaban llenas de agua, luego buscaría alguna interpretación a aquello, por ahora debía darme prisa en estar lista antes de las 7:30, ya que, mi hermano pasaba a recogerme a esa hora. Me dejaría en la universidad, luego él iría al hostal. Debía desandar casi todo el trayecto que ya había hecho; era una manera de cuidarme de seguirse haciendo responsable de mí, algo que valoro con el alma.

 Mi familia me ha dado la libertad, la facilidad de volar por mi cuenta, aun así están siempre allí aportando su grano de arena a mi vida.

Divisé el Toyota Yaris desde que viró en la esquina superior del bloque de apartamentos. Al llegar a mi lado, entré, saludándolo con un fuerte abrazo. Camilo Espinoza era un joven de 29 años; alto, muchísimo: medía 1,89; de piel oliva, como la mía; rasgos marcados, quijada fuerte, algo cuadrada; nariz pequeña, labios gruesos, cabello café oscuro. Muchos decían que yo era la versión femenina de él lo que quedó comprobado al usar faceApp, (con la cual disfrutamos de lo lindo, partiéndonos de la risa durante unos tres días) aunque mis facciones eran menos severas, por supuesto.También tenía la desgracia de no tener los preciosos ojos verdes característicos en mis dos parientes directos.

—Pero que guapo está hoy mi hermanito —dije poniéndome el cinturón de seguridad.

—Cómo siempre —«Aquí viene el guiño letal, en tres... Dos... Ahí está». Este era el juego de casi todos los días. Nos reímos.

—¿Qué tal tu fin de semana, Cami? ¿Cómo estuvo el turno nocturno? —se quedó pensando mientras ponía el auto de nuevo en marcha.

—Hubo un par de ingresos cada noche, estuvo tan calmado que me la pasé hablando con Víctor.

—¿Cómo vas con él? ¿Cuándo es la boda? —bufó.

—Estamos conociéndonos, Jaque, cálmate —me reí.

—Pero ¿Van en serio o sólo es un ligue momentáneo? —noté que se puso serio.

—Aún lo estamos definiendo.

—¿Te gusta o sólo es atracción?

—No estoy seguro... Supongo que me gusta.

—¿Te preocupas por él, te interesa conocerle o sólo, ya sabes quieres tener relaciones?

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