🍏 Capítulo L

136 25 23
                                    

Especial 2/2

┌───── ⋆⋅✿⋅⋆ ─────┐

             Capítulo L.

└───── ⋆⋅✿⋅⋆ ─────┘

De vuelta al hotel me insistió en que comiéramos algo, a pesar de que no quería, le hice caso, su inclinación a cuidarme era bastante tierna por lo que gozaría de esta. Nos acurrucamos un momento en el sillón de la sala de la suite a disfrutar de algunos tentempiés de salmón, a charlar de aspectos propios poco relevantes para cada uno, que tomaban cierto grado de prominencia para el que los escuchaba, para el que indagaba sobre ellos.

La comodidad, la empatía, la serenidad que estimulaba este hombre en mí, sólo con su presencia, no se comparaba con ninguna experiencia previa. A su lado me deleitaba de él, de mí, del entorno, de todo lo que se me entregase, el peso de esto no estaba meramente en el hecho de encontrarme en un lugar tan impresionante, tan bello: residía en poder hallarme a su lado, en poder robar un poco de su esencia que me tenía cada vez más viciada a su ser.

Posterior al pequeño descanso, a la breve fruición de la intimidad que compartimos, comenzamos a prepararnos para la velada. Después de otra ducha, elegí un vestido negro, cuello bandeja, con zapatos de la misma tonalidad, para hacer juego. Me dejé el cabello suelto en ondas suaves y me maquillé con tonos cafés, sin aplicar demasiado. Al salir de la habitación, rumbo a la sala contigua me descubrí sin aliento al notar a Marcos al costado izquierdo, ajeno a mi presencia, enfrascado en el paisaje que se paseaba con brío por la ventana, iba vestido en conjunto, sin saberlo, conmigo: llevaba una chaqueta de lana delgada, un pantalón del mismo color, al igual que los brillantes zapatos y, según podía entrever, una camisa blanca.

Me acerqué despacio para no perturbar aún su concentración, noté, al estar tras él, la belleza de la que era preso: era la hora crepuscular, el lugar adoptó una amalgama de tonos anaranjados que en conjunto con el azul del mar, visible desde acá, creaba un cuadro perfecto. Di el diminuto paso que me separaba de su cuerpo, pegándome a este, dejando un beso suave en la parte posterior de su cuello, me recibió apretando mis manos, entrelazándolas con las suyas, compartiendo unos minutos más del deleite de nuestra cercanía.

Cuando el firmamento tuvo envidia de la tonalidad de nuestras prendas, salimos de la habitación rumbo a, no sé dónde, tampoco me importaba demasiado. Él preparó algo, estaba segura de que sería perfecto. Seguí parloteando a su lado de un sinfín de cuestiones mientras salíamos también del hotel, enfocando nuestros pasos en dirección contraria a la que habíamos llegado horas antes, no conocía esta parte del sitio, cosa que no era extraña. Anduvimos por un par de cuadras atiborradas de turismo, me fascinaba la sensación que transmitían los transeúntes, su locuacidad, su viveza.

Advertí que nos movíamos hacia un muelle con pocas personas alrededor, pero con una nave que llamaba la atención de quien pasase por allí. Ya que el armazón sobre el agua era lo único a la vista, le cuestioné con voz obvia y algo confusa.

—¿Vamos al yate?

—Así es. Pasaremos la noche allí —se detuvo observándome con los ojos brillantes —. Por supuesto sólo si quieres.

—Claro que quiero —le apreté la mano, dejé la que tenía libre sobre su mejilla —, quiero estar contigo, Marcos, donde sea y esto —señalé el transporte con la cabeza —, es impresionante.

—Era parte del recorrido que pensé desde que aceptaste venir y moví un par de fichas para que nos dejaran quedar luego de que este finalice.

—¿Después de que el recorrido finalice? —comprendí que estaríamos toda la noche allí, pero no sabía que lo haríamos casi solos.

Siénteme ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora