🍏Capítulo XXI

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(¡Hola! Les agradezco de todo corazón que estén leyendo siénteme, espero que la estén disfrutando de verdad y que el capítulo de Marcos haya sido del agrado de la mayoría. Quise pasar antes por acá para aclararles que Jaque es quien vuelve a narrar, pero su narrativa se remonta a unas horas antes que la del profesor. Y, lo del mes después, es luego del la noche del casi beso en Mumbai.

Muchas gracias de nuevo, continúen disfrutando.

Momoni.)

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       Capítulo XXI.

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Un mes después

Estaba haciendo de niñera, ya que mis vecinos llevaban bastante deseando salir a disfrutar juntos, pero no había contado con mucho tiempo libre gracias a mil trabajos en la universidad, además de que, me había escapado un par de veces a la clínica; fueron ocasiones remotas, visitas cortas, no obstante me habían encantado.

Dilan y Su confiaban tanto en mí para cuidar a sus niños, que no buscaban ninguna sustituta, excepto en casos de extrema necesidad. Preferían esperar a que yo estuviese disponible, cosa que en cierto modo, me enorgullecía.

—¡¿Haces palomitas?! —el grito del hijo mayor de los Figueroa Piedrahita llenó la estancia.

—¡Sí, son de caramelo y mantequilla! —contesté con la misma entonación, sabía que pronto aparecería, en menos de tres segundos estaba saliendo de su habitación. Se acercó a nosotras, le tocó un pie a Sam quien estaba sentada en la encimera de la cocina, me hallaba entre sus piernitas, esperando a que la cuenta regresiva del microondas finalizara... Bueno, esperando a que estuviese en uno para detenerla, mi leve compulsión a dominar las situaciones me obligaba a evitar a toda costa que este llegara a cero y pitase tres veces.

Liam era la viva imagen de su tío, de cómo debía haber sido este de adolescente, lo que me llevaba a evocarle a cada rato. Luego de aquella bochornosa situación en Mumbai, Marcos me había casi ignorado olímpicamente, no es que ni siquiera me mirase, o que fuese grosero, más bien evitaba todo contacto conmigo que no fuese el estricto, en la universidad o fuera de esta. Eso me sentó como un baldado de agua fría: me despertó del sueño. Aceptaba el cambio, aunque deseaba que el tiempo volviese atrás, arreglar las cosas, ser por lo menos, una alumna algo pegajosa.

—Vamos a ver una película ¿Quieres verla con nosotras, Vicente? Para saber si prendo la televisión del salón —Liam negó con la cabeza, mirándome horrible. Disfrutaba al molestarle.

—¿Puedo volver a jugar? —cuestionó agarrando un plato lleno del maíz inflado, sin darme el placer de hacer más larga la broma.

—Sí, ya que osas despreciarnos a mí, además de a tu bella hermanita, lárgate a tu cueva, ogro —me llevé un brazo a la cara haciendo teatro, los hermanos rieron.

—Quédate de abogada, porque de actriz no creo que te vaya muy bien, Jaque —«ouch». Dejé la pose, saqué la otra bolsa del microondas, teniendo cuidado de que Sam no se cayese o la tocase.

—Aún no lo soy, pero gracias por subirme el rango, cariño, y por recordarme que debo revisar un trabajo para mañana —hice una mueca. Él se fue a su cuarto con el botín en sus manos, negando con la cabeza.

—¿Ya no vamos a ver la película? —la vocecilla de Sam sonó apagada, observaba como vertía el contenido fragante, humeante de la bolsa a un cuenco.

—Claro que sí, preciosa. ¿Por qué lo preguntas?

—Porque tienes que revisar tu trabajo —comprendí que lo decía porqué solíamos ver las cosas desde mi celular.

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