🍏Capítulo XXII

288 40 18
                                    

┌───── ⋆⋅✿⋅⋆ ─────┐

            Capítulo XXII.

└───── ⋆⋅✿⋅⋆ ─────┘

«Izquierda, atrás. Derecha, atrás. Izquierda atrás. Derecha, atrás. ¿Cómo es que no había hecho esto antes?».
Miro a un lado y veo a Valeria volando como un trompo; movía los pies al igual que las manos con una soltura envidiable.

—Perfecto, ahora vamos con la cadera. Hacia delante, ahora atrás. De nuevo, muy bien. Ahora hagamos un ocho con la pelvis; dos círculos, a los costados, exactamente, vamos, vamos, con sensualidad, mujeres —el tutor de baile soltaba la retahíla de palabras mientras nos observaba por el gran espejo del salón; al tiempo que él llevaba a cabo sus instrucciones, tenía un trasero envidiable.

—Espero quemar todo lo que me comí anoche con esto, por Dios —rogó mi acompañante.

—¿Qué cenaste?

—Mejor ni te digo. No vuelvo a comer tanto —aseguró seria, concentrándose en la clase, hice lo mismo, yo no contaba con su soltura o flexibilidad.

Al salir de la sesión de baile nos encaminamos a una pequeña cafetería, preciosa, que habíamos descubierto hacía dos días cuando Val me trajo para inscribirme a la clase.

Rodeamos el centro comercial ya que estaba atrás de la edificación. Sin duda, un espacio encantador: dos de las cuatro paredes estaban pintadas de un hermoso turquesa, las mesillas eran de un tono azul cielo, al igual que las sillas, en el mostrador de vidrio resaltaban deliciosos postres; manjares, galletas y demás preparaciones llenas de azúcar. Tenía unos cuantos cuadros coloridos de dulces, de chucherías. Del techo colgaban bombillas ambarinas. Lo mejor eran las vistas, en una de las paredes había un gran ventanal que daba a un parque lleno de vegetación, con una hermosa fuente en medio, decorada con gardenias.

—No entiendo cómo me había perdido esta maravilla de las clases de baile. ¿Cómo es que no había venido contigo antes? —hice, en voz alta, la cuestión en la que estaba pensando durante la tutoría. Nos sentamos en una de las mesas que daba directa al ventanal, junto a la puerta. Casi de inmediato un joven nos tomó el pedido, el cual, también llegó rapidísimo: Yo pedí una dona de fresa, Val se antojó de la harina glaseada, así que pidió también una, pero con relleno de chocolate, ella lo acompaño con café oscuro, yo con té de menta.

—Bueno, creo que eso se resume a que no tienes mucho tiempo y el que te quedaba lo pasabas con Julián —atestiguó mi compañera mientras le daba un sorbo a su bebida.

—Tienes razón, que desperdicio  —la hice atragantar un poco con ese comentario. Sonreíamos mientras atacábamos las donuts. Al parecer lo de "no volver a comer tanto" se le había olvidado, de igual manera, Val tenía un cuerpo precioso, con curvas, armonioso.

—Estás aprendiendo, muy bien —me veía picara, luego su expresión se tornó seria —. ¿No lo extrañas?

—Diría que extraño a veces la compañía, el sentirme querida aunque no fuese cierto. Creo que lo que me hace falta es el poder disfrutar con alguien, pero Julián como tal no, le había idealizado, no veía la relación como lo que era.

—¿Y qué era? —dejé de comer mientras le respondía.

—Un lazo movido por rutina, para ser sincera a estas alturas yo tampoco lo amaba, aunque pensaba que sí.

—¿Y ahora, te interesa alguien?

—Muy buena pregunta —removí un poco del relleno rojo en el platito que estaba decorado con flores de una tonalidad similar, eso me llamó la atención por un instante.

Siénteme ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora