La primera llamada para el vuelo 97 resonó por toda la sala de espera. Gold supo que era hora de irse, y Fred sabía que tenía que despedirse.
Ambos se miraron sin saber qué hacer, o decir. No era incómodo... Solo extraño.
Abrieron la boca al mismo tiempo, interrumpiendose vergonzosamente entre sí, y volvieron a guardar silencio.
Pareciera que nunca en la vida se hubieran hablado. Una escena demasiado ridícula y vergonzosa. Seguramente ustedes sienten pena ajena, yo la siento.
—Pues...—Inició Fred, rompiendo el incómodo (ahora sí) momento, tras le segunda llamada de abordaje—. ¡Hasta seis meses!
—Hasta seis meses— confirmó el albino en un suspiro.
—Yo... Traje algo para ti...—dijo mientras sacaba una especie de caja de la mochila que todo el rato estuvo cargando—. Te hice unas galletas... Por si te da hambre en el camino y las bolsitas de pretzels y el jugo en cajita del avión no te llenan.
Gold torció una sonrisa y recibió la caja de galletas.
—Estas las hice sin nuez...— agregó. Gold levantó una ceja. Y Fred sonrió—. Te quiero...
—También te quiero— Confirmó, provocando unas inmensas ganas de llorar en el azabache, que, siempre deseó escuchar aquello, claro que en otras circunstancias y no en estas tan tristes.
—También...— sacó otra cosa, algo que era una especie de prenda negra doblada—. Es un suéter... Dijiste que a donde vas hace frío la mayor parte del tiempo. Sé que puedes comprar uno allá pero...quiero que tengas algo mío y que cuando lo uses, pienses en mí...
—No me lo quitaré ni para dormir...— aseguró, recibiendo el suéter y calzandoselo al instante—. Uh... Creo que está algo ajustado...— rió a lo bajo. Fred lo miró con preocupación.
—Bueno no tienes que-
—No, No— interrumpió— pensaré en él como un abrazo tuyo.
Y el color le subió a las mejillas. Puede que no hablara mucho, pero cuando lo hacía, la mayoría de las veces eran cosas hermosas, o así lo veía Fred.
Tercera llamada.
—Gold, es hora. Despídete ya de tu amigo—. Exclamó el abuelo del rubio, quien lo acompañaba junto a Golden.
—¡Voy!— Respondió, para después volver la vista al chico que en tan solo unos meses se había vuelto parte importante de su vida—. Tengo que irme
—Ten un buen viaje
Gold sonrió y tomó la maleta, comenzando a andar, bajo la triste mirada de Fred, quien sentía que su corazón se marchaba con él. Pero, a medio camino se devolvió, exaltando al ojiplata, y descolocando a su abuelo, puesto que el boleto le había costado un ojo de la cara y no quería que fuera a perder el vuelo por sentimentalismos con su amigo con fintas de emo. Estaba seguro que ese muchacho no era una buena influencia.
—Quiero que te quedes con esto— le puso con rapidez un cuaderno en las manos, uno que Fred conocía a la perfección—. Velo cuando no haya nadie cerca; cuando me extrañes...
Fred estaba sin palabras. ¿le estaba dando el cuaderno? ¡¿su cuaderno?! Ese que apostaba cuando dormía colocaba debajo de su almohada. Tenía que ser broma.
—Y... También quiero que te quedes con esto...— susurró muy cerca de su rostro, para después besarle los labios.
¡sí, tenía que ser un jodido sueño!
Fred estaba que se moría de amor ahí mismo. Tanto tiempo soñó con esto, que ahora que lo tenía, no sabía ni cómo responder, ¡No! Sí sabía, así como lo había hecho en cada una de sus fantasías. Así como lo imaginó tantas veces, así correspondió a tan esperado beso.
—Pero... Tendrás que devolvermelo cuando regrese, ¿está bien?— le dejó como condición al separarse.
No tenía qué pedirlo. Cuando lo volviera a tener en frente, Fred lo llenaría de besos.
Y, con el cuaderno en las manos y su corazón en las de su amor, lo vio atravesar aquella puerta, con la promesa de que regresaría pasados apenas seis meses, dejando como prueba, un beso y un cuaderno.

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Enredos De Un Enamorado
Fanfiction-¿Por qué no solo te acercas a hablarle? -Porque no, además, ni siquiera sé su nombre. -¡Pues ve y pregúntaselo como una persona normal en vez de estarlo espiando por los pasillos! ~•~•~•~•~~•~••~•~•~•~•~•~• Segunda parte: "Querido Fred"