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Faltaba solo un día para la tan ansiada graduación. Se armaría una gran fiesta de despedida para los alumnos de último grado que pasaban a mejor vida, o en este caso a otra escuela. Claro que Fred estaba invitado a dicha celebración. Normalmente, solo asistían los alumnos festejados y sus familias, pero no se le negaba la entrada a cualquier otro alumno de la institución ya que bien podría ser familiar de alguno de ellos.

Gold, que consideraba a Fred como su único y mejor amigo, quería hacer algo para compensar todo lo bueno que había hecho por él. Desde comprarle dulces, hasta lanzarlo cuesta abajo en un carrito de supermercado que después terminó en el fondo del mar; por lo que se esforzó mucho para organizar una salida.

—¿A dónde vamos? Ya me cansé de caminar, además todo este misterio me pone nervioso, es decir ¡¿La venda es necesaria?!

—Ten paciencia, ya falta poco—trataba de tranquilizar el albino, a su inquieto amigo.

Fred estaba nervioso, y no solo por el hecho de estar a ciegas, ni porque se haya tropezado más de cuatro veces, a pesar de ir guiado por Gold, sino, por la curiosa situación en la que estaba, y porque no tenía idea de lo que se encontraría detrás de esa molesta venda. Gold apenas y le dijo sobre el plan para ese día.

—¿Ya llegamos...?

—Ya—respondió el albino, sacándole la prenda de los ojos.

La reacción de Fred no fue exactamente lo que esperaba—. ¿Qué es esto? ¿Qué hacemos aquí en el "monte"?

—No es "monte" Fred, es apenas una colina. La sorpresa está en la cima—sonrió, pero Fred estaba lejos de eso.

—A ver...—suspiró—Me trajiste hasta acá, caminando, con los ojos vendados, como tres horas bajo el sol ¡¿solo para subir una montaña?!

—En realidad, solo fueron treinta minutos... No es una montaña, es una colina y la respuesta es sí

—Puta madre—suspiró. Sí, la sorpresita no le había gustado mucho al parecer, y es que la actividad física no era lo suyo. Podría amar mucho a ese chico pero, ¡Ya no aguantaba los pies!

—Anda, te prometo que no te arrepentirás

Fred miró la cima, y sintió marearse. Aunque no estaba muy alta, sentía que no la llegaba. Luego miró al albino, y el aire le volvió a los pulmones—. Más te vale que allá arriba me esté esperando una gaseosa y una barra de chocolate.

Enredos De Un EnamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora