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—¿Estás seguro de esto?

Preguntó nervioso el albino, quien, la verdad, no estaba muy seguro de lo que su amigo quería hacer. Fred lo había llevado a un supermercado. Y no precisamente a comprar, no, sino, a buscar transporte.

—Nunca he estado seguro de nada en mi vida— respondió el azabache muy quitado de la pena, tomando uno de los carritos para compras formados en fila del estacionamiento—. Ahora súbete— ordenó, sacando el carrito de la fila.

—¿Subirme...?

—sí

—¿P-Para qué? ¿Dónde vamos a poner las compras?

—No es para comprar

—¿Ah, no?— preguntó, dudoso. Fred negó con una sonrisa torcida—, ¿Entonces...?

—Confías en mí, ¿No?—.

Gold lo miró fijamente, mordiendo su labio inferior—, sí lo hago

—Bueno entonces no me cuestiones y súbete.

Gold, aunque no muy seguro, pero ya entrado en la cosa y por no parecer gallina, se metió en el carrito, como si fuese niño chiquito que acompaña a su mamá a hacer las compras mientras se pasea por los pasillos dentro del carro sintiéndose poderoso al lograr alcanzar el cereal de los estantes de arriba. Claro que en este momento, Gold se sentía todo, menos poderoso.

Fred, al tenerlo donde quería, empezó a correr para ganar impulso.

—¡¿F-Fred?! ¡¿Fred, qué haces?!— exclamó el albino al ver que literalmente se estaban robando el pobre carrito—. ¡Fred! ¡Nos meteremos en problemas!

Ya no había vuelta atrás. No podían arrepentirse ya.

Fred tenía una enorme sonrisa en el rostro. La adrenalina corría por sus venas, haciendo bombear con fuerza su corazón. Mientras que el del albino se había detenido por completo después de los tres infartos múltiples que le habían dado al ver lo que hacían, y uno más cuando salió uno de los cajeros.

—¡Hey, par de vándalos!— exclamaba molesto un joven de cabellos marrones—, ¡Devuelvan eso aquí que llamaré a la policía!

Fred rió a lo bajo y aceleró el paso. Al ver un desnivel en la carretera, dio un último empujón antes de saltar y colgarsele al carrito, el cual, con el peso de ambos tomó velocidad, deslizándose cuesta abajo.

—¡FREEEEEED! ¡AAAAAAAAH!—, lloriqueaba  el albino cerrando los ojos para no ver su cruel destino al estamparse contra el asfalto.

—¡Vamos, abre los ojos!

Gold negó repetidas veces, aferrándose al los costados del improvisado vehículo.

—No seas cobarde

—No soy cobarde— se quejó entre abriendo los ojos, encontrándose con la sonrisa ladina de Fred, quien claramente parecía disfrutar su sufrimiento. Decidió dejar su “gallinez” y abrió los ojos.

La velocidad era moderada. Iban camino abajo, a punto de llegar a la carretera. Esperaba en Dios no apareciera un trailer detrás de ellos y los dejara embarrados en el concreto.

—¡No es tan malo! ¡NO ES TAN MALO! ¡WUUUUU~! —Celebró el albino alzando los brazos.

Fred rió a lo bajo. De vez en cuando usaba uno de sus pies para impulsarlos y no perder ritmo.

—¡Mírame mundo! ¡Estoy en un carrito de compraaaaaaas!— Exclamaba con una enorme sonrisa de emoción.

Las personas que los veían pasar y con tremendos berridos, los miraban como a un par de lunáticos.
A este punto de la descabellada aventura a la que había sido arrastrado, Gold, ya había abandonado todo rastro de miedo y disfrutaba del panorama, o lo hacía hasta que un carro detrás de ellos les sonó el clanxón.

—¡QUÍTENSE DEL MEDIO, PAR DE LOCOS!— gritaba molesto el conductor, sacando la cabeza por la ventanilla mientras mantenía la mano en el claxón.

—NO QUIERO MORIR, FRED. ¡FRENAAAAA!

—ESO INTENTO— exclamaba el azabache tratando de detenerse antes de quedar como tortilla.

Gold se cubrió los ojos con ambas manos y se encomendó a todos los santos. Pensar que hace solo unas horas estaba bebiendo un par de refrescos con su amigo, su loco, demente y desquiciado amigo, mismo por el que ahora estaba siendo conducido a su destino fatal. Qué cosas, ¿No?

—AAAAH

Fred no iba a permitir que algo tan trágico le ocurriera a su crush, menos si ese "algo" había sido provocado por él. Atinó a ladearse a un costado del camino. El carrito se inclinó, sacándole chispas al asfalto.

—Auh, auh— se quejó al sentir sus pies quemarse, aún con los zapatos protegiéndole. Que mala calidad.

Gracias a Dios, su plan funcionó, y salieron fuera del campo de vista del conductor, quien no dejó de sonar el claxón y quejarse hasta perderlos de vista.

Suspiró al verse fuera de peligro, pero sus ojos se abrieron como dos platos al ver hacia donde se habían desviado.

—¡Gold sujetate!

—¿De qué?

—De lo que puedas y aguanta la respiración

—¿...?—, tuvo la mala idea de mirar hacia atrás y vio que se dirigían hacia el muelle—¡AAAAAAH!

El pobre carro salió disparado con ambos chicos sobre él, cayendo sin remedio al mar y hundiéndose por completo en el agua.

No quedó nada más que el montón de agua que emergió de golpe por el impacto.
Salieron a flote las tres últimas burbujas de aire en la superficie, y como a los díez segundos brotaron el par de cabelleras, una rubia y una negra. Ambos estaban abrazados. Si iban a morir, al menos lo harían juntos.

—Lo logramos— tartamudeó el albino— estamos vivos...¡Estamos vivos! JAJAJAJAJAJA ¡VIVOS! — celebró estrechando con fuerza al azabache y besando su mejilla.

—S-Sí— rió leve el ojiplata, sonrojado hasta las orejas. Su pulso se disparó al instante. Si medio morir era el precio que había que pagar para recibir un beso del albino, lo pagaría las veces que fueran.

—Vamos a la orilla...

[•°•]

—JAJAJAJA, Y LUEGO ESE SUJETO DETRÁS DE NOSOTROS—, recordaba el albino— ¡Y EL AUTO! ¡Y LUEGO TÚ! ¡Y YO! AAAAAH—. Soltó un gran suspiro para luego tirarse a la arena— EL-MEJOR-DÍA-DE-MI-VIDA

Fred rió a los bajo. Notó la lata de refresco de milagro seguía ahí y la sacó para después destaparla, claro que estaba tan batida que le explotó en la cara, o bueno, lo bañó, pero daba igual, más mojado no podía estar.

Gold se giró a verlo al escuchar el ruido. Fred le ofreció la lata. Se incorporó y la tomó. Le dio un sorbo para después regresarla.

—Sabe a gloria

—Sip— confirmó el azabache bebiendo de la misma lata.

—Hoy, me divertí mucho, Fred. Gracias— soltó.

Fred se giró a verlo, totalmente sorprendido. Encontrándose con los hermosos ojos del albino mirándole. Se sonrojó sin poder evitarlo.

—De nada...— susurró desviando la mirada al frente, observando del bello atardecer y del sol que parecía hundirse lentamente al agua, calentandola con colores rojos, naranjas y amarillos.

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¡Holaaa!

Espero que les haya gustado el capítulo.
Y aprovecho para desearles feliz navidad uwu
Un fuerte abrazo de mi parte. C les ama.

Enredos De Un EnamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora