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—¡Gold!— exclamaba el azabache mientras se aproximaba al chico de cabellos rubios que guardaba sus cosas en el loquer—. ¡H-Hola!

—Hola— respondió el albino.

—Ay, pero cuanta alegría te da verme— comentó Fred irónico—, por favor no grites tanto que me aturdes.

—Perdón— rió levemente. Ya se empezaba a acostumbrar a la actitud del azabache.

—como sea, a mí sí me alegra verte— sonrió con cierta galantería—. Quería invitarte a salir.

—uh... No puedo, Fred— se disculpó el albino—, lo lamento.

—¡¿Qué?!, ¿P-Por qué?

—Tengo que trabajar. Mi semana de descanso terminó.

—oh...— suspiró el azabache, bajando la mirada—.

—¿Y si me acompañas...?— pronunció, Gold, en voz baja—, bueno si quieres...quizá te vas a aburrir. Igual, podemos vernos luego..

—¡¿Bromeas?! ¡Claro que voy!— exclamó sonriente.

Aunque las bibliotecas no eran lo suyo, pero estando con su amor, hasta el infierno era el mejor lugar para estar.

Enredos De Un EnamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora