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Sábado:

Eran las once cuarenta de la mañana y Fred seguía tirado sobre su cama, recreando la escena del autobús. Aún no podía superar haber hecho contacto visual con su amor platónico por más de cinco segundos. Eso sin contar lo caballeroso que este había Sido con él.  Suspiraba como colegiala enamorada mientras abrazaba contra su pecho el lapicero negro que pertenecía al rubio albino y que había tomado como recuerdo.

—¡Fred, dice mamá que ya te levantes y te pongas a hacer algo!— anunció el castaño entrando al cuarto de su hermano sin siquiera molestarse en tocar la puerta. —Fred, te estoy hablando —se quejó Freddy al ver que era totalmente ignorado. Se acercó a su hermano y lo miró con extrañeza—  ¿qué es eso? ¿Un vibrador de bolsillo?— dijo quitándole la lapicera.

—¡Oye! ¡dame eso!— se quejó Fred volviendo a la realidad, tratando de arrebatarsela sin éxito.

—jejeje, ¿Por qué?— sonrió Freddy de lado—

—¡Por qué sí! ¡Es mía!

—solo es una boba pluma

Fred frunció el entrecejo. Pero cómo odiaba​ a su hermano.

—¡Dámela!

—Quitamela— dijo para luego salir corriendo de la habitación.

—¡Estas muerto, Freddy!— gritó Fred, saliendo detrás de él.

Enredos De Un EnamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora