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—Ah, Fred...no crees que ir así es peligroso— preguntó Gold, con nervios.

—Nah, ¿Por qué lo dices?

—No sé, ¡Porque vengo detrás de ti, sin siquiera un asiento, ni un manubrio de donde sostenerse, ni un casco por si derrapamos no me rompa la cabeza!

—No exageres— rió Fred—. No es peligroso. Esta cosa no va ni a cincuenta kilómetros por hora. Estás sujeto de mí, e ir de pie apoyado en las barras no es tan malo, es divertido. ¿No te gusta la sensación del viento en tu dorada melena?— comentó jugando con su propio cabello.

—¡No sueltes el manubrio!— exclamó al verlo.

—Pff, ni que nunca lo hubiera hecho; esto no es nada, hasta puedo hacerlo sin manos, ¡Mira!— exclamó con una sonrisa boba soltando el manubrio. Los ojos del albino se abrieron como dos grandes platos, ya los veía estampados en un árbol mientras iban recogiendo sus dientes por toda la carretera.

—¡F-Fred! No hagas eso

El azabache sonrió. No era la primera vez que hacía un truquito de estos, tenía muchos más, como el que estaba apunto fe intentar.

La pobre bicicleta comenzó a zigzaguer; cosa que para nada le gustó al albino, quien cerró los ojos y se aferró al de piel pálida, cosa con la que Fred no contaba, así que terminó por desconcentrarse, haciendo que casi se fueran de boca, pero a último momento logró tomar el mando.

—jejeje, ¿Ves? No pasó nada — sonrió leve girandose un poco para ver la cara de infarto del contrario.

—No vuelvas a hacer eso...

—Estoy de acuerdo

Enredos De Un EnamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora