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Estaba en su habitación. Se las había arreglado para conseguir una lista de los alumnos del dichoso club de poesía.

—aquí estás— susurró leyendo el nombre del misterioso albino con el que nunca había cruzado palabra, pero que se moría de ganas en hacerlo.

Tecleó un par de veces en el ordenador. Trató de encontrar su cuenta de Facebook intentado con el nombre. Pero aparecía el rotulo «sin resultados». Frunció el entrecejo y lo intentó nada más con el primer nombre. Apareció lo mismo.

—vamos, ¿Qué clase de rezagado social no tiene redes sociales?

Y entonces lo recordó.

— Carajo. No creo que sea tan "así" como para no tener una cuenta en esta mierda. Quizá, el problema sea que no utilizó su nombre real — suspiró.

Enredos De Un EnamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora