I pledge to you my eternal love❤

Capítulo 53

Rondaban las dos de la madrugada del sábado y yo no podía dormir, había pedido mi sábado libre para pasarlo con Sebastián. Él no llegaba todavía. Yo necesitaba preguntarle cómo estaba Santi, además, no me alcanzaba con que sólo me llamara. Necesitaba verlo, abrazarlo, besarlo.

Estaba releyendo cierto libro, de mis favoritos, de hecho. No diré el nombre, pero el protagonista era frío, controlador, tiene ojos grises y ciertos gustos particulares... ustedes sabrán, yo ya lo he leído varias veces.

El calor de inicios de mayo llenaba la habitación y yo intentaba concentrarme el la lectura, hasta que la puerta sonó y prácticamente corrí a abrir. Mi rostro se iluminó al ver a Sebas parado en la puerta. Sin que pudiera decirle algo, entró y me abrazó. Lo abracé.

Sentí cómo recostó su cabeza en mi hombro y éste fue humedecido por sus lágrimas. Me destrozó el corazón saberlo llorando y lo abracé más fuerte.

Como pude, cerré la puerta y caminamos al sofá.

E: Mi amor... -susurra-.

S: No despierta -dice aún llorando-.

E: Despertará. Pronto lo hará.

S: Necesito que vuelva a hablarme. Por lo menos, cuando no lo veía, podía llamarlo. En cambio ahora, puedo verlo, pero él no a mi, no puede oírme...

E: Sí puede oírte.

S: Ya no sé si aguante.

E: Lo harás, tienes que hacerlo. Por mí, por Santi... por nuestra hija que te necesita.

Sebas me miró a los ojos en ese momento y pude ver que su alma estaba totalmente débil. Siempre que Sebas estaba débil, necesitaba amor, y yo era la que se lo brindaba.

Lo abracé de nuevo, y entonces, él me besó.

S: Vayamos a ver a Diann -dijo luego de separarse de ella-.

E: Claro, amor.

Subimos las escaleras abrazados pasando por las habitaciones de las niñas. Vimos a Josefina dormir en la cama de abajo de la cama nido que compartía con Agus.

Esa beba era un angelito.

Sebastián la miró y luego me preguntó:

S: ¿Tú sabías sobre la hija de Agus?

E: ¿La hija de Agus?

S: Sí, esa bebé. Josefina, o Tatu como le dicen las niñas.

E: Oh -dice, cayendo en que era una broma-. No es su hija, es si prima, la más chiquita. Agus sólo tiene una sobrina de 3 meses, la cual se salvó de milagro porque

nació a los 6 meses y medio de embarazo, y después está Josefina, que es como su pequeña hija, aunque no lo sea. Pero ella la adora como tal.

S: -ríe y niega con la cabeza mientras sus lágrimas se secan en sus mejillas- A veces soy demasiado crédulo.

E: No te preocupes -dijo apoyando la cabeza en su hombro-. Yo igual me lo hubiese creído. Son muy parecidas.

Llegamos al cuarto de Diann y Sebas entró para dirigirse rápidamente a la cama de nuestra hija y la tomó en brazos sin que se despertara. La mecía en sus brazos mientras le decía que la amaba, que era lo más precioso que le había tocado y que estaba agradecido con la vida por ella, por mí, por Santi...

Sebas dejó a Diann en su cuna de nuevo y me miró. Se acercó despacio hacia mí y me tomó por la cintura. Besó dulcemente mi boca y me dijo:

S: Quiero que hagamos el amor.

E: ¿Qué? -pregunta, sorprendida-.

S: Quiero que hagamos el amor, porque en dos días me voy y necesito disfrutarte al máximo. Mañana saldremos a pasear juntos, los tres... no, los ocho. Tomaremos un helado, iremos a la playa, seremos una familia. Luego, por la noche, dejaremos a Diann con las niñas, y te llevaré a cenar. De regreso, volveremos a hacer el amor y al otro día me iré, pero volveré. Siempre volveré.

E: -lo besa- Lo que tu me pidas mi amor.

Sebastián me alzó en brazos, como si estuviésemos recién casados, y salimos de la habitación de nuestra pequeña. Llegamos a la nuestra y me dejó sobre la cama mientras me besaba y yo lo ayudaba a desabotonar su camisa.

Comenzó a besar suavemente mi cuello mientras pasaba sus manos por dentro de mi babydoll hasta quitármelo, dejándome sólo con mi G-string puesta.

Se apartó de mí y acabó de quitarse la ropa, lentamente mientras me miraba, y yo me sentía más preparada a cada momento.

Se trepó de nuevo a la cama y sentí su erección presionando contra mi sexo. Lo único que nos separaba era mi ropa interior. Pero ya no hubo barreras cuando Sebastián me la quitó, jalandola desde abajo, y entonces se colocó entre mis piernas, me alzó las rodillas y entonces su duro e hinchado miembro entró el mí lentamente provocándome gran placer.

Comenzó a embestirme despacio, como la primera vez que estuvimos juntos, y yo no puse objeción. Pues, aunque me encantaba que sea salvaje, también me gustaba su ternura.

Continuó entrando y saliendo de mí con un ritmo tan pausado que resultaba enloquecedor. Era como su temiera a lastimarme o algo así, entonces me aferré a sus hombros y alcé mis caderas, dándole a entender que estaba bien y que quería más. Aumentó un poco su ritmo, pero no dejó se ser sumamente cuidadoso, y yo estaba disfrutando al máximo de ello.

Continuamos así hasta que mi respiración comenzó a tornarse diferente. Yo trataba de no llegar aún, pero era imposible, pues mi nivel de placer era muy alto.

Cuando sentí ese gran estallido de sensaciones, deliciosas y embriagantes sensaciones, mi vista se nubló de lágrimas y murmuré su nombre, luego lo oí gruñir y dejarse ir dentro de mí.

Cayó agitado sobre mi pecho y mis lágrimas rodaron. Sebastián me miró preocupado y pasó sus manos por mis mejillas, secando suavemente mis lágrimas y me dijo:

S: Mi amor, ¿estás bien? -pregunta en tono alterado-.

E: Mhm.

S: Eiza -se apoya en sus antebrazos-, ¿por qué lloras?

E: No lo sé.

S: ¿Te lastimé? -pregunta asustado-.

E: Claro que no. Me sentí increíble en realidad -lo besa-.

S: Te amo.

E: Yo mucho más... vamos a ducharnos juntos.

S: Sí.

Sebas aún estaba dentro de mí, así que me alzó de manera que tuve que formar un candado con mis piernas alrededor de su cintura. Entramos en la bañera. El agua cálida cubrió nuestros cuerpos unidos y nos dejamos llevar una vez más por la pasión mientras sentíamos nuestros corazones latir como uno.

Esperaba que sea el primer día del resto de mi vida.