I pledge to you my eternal love❤

Capítulo 40

Como llegué de emergencia, y no hubo nada previo, ¡tuvieron que cortarme la ropa para ponerme la bata!

Cuando entré a sala de partos, estaba tan asustada y sola, que pedí que Angelique entrara conmigo. Al parecer, yo no era la única nerviosa.

Las contracciones se volvían cada vez más fuertes y yo sentía que me rompería en 2:

E: ¡Angelique! ¡Ahhh!

A: -nerviosa- ¿Qué pasa, Eiza? ¿Qué pasa?

E: ¡Eso! ¿Qué pasa? ¿Por qué no me sacan a este niño de una vez?

A: Espera, le preguntaré al doctor.

E: Bueno pero apúrate, ya no aguanto…

Angelique asintió y fue a hablar con el médico, en este momento debía sentirme realmente agradecida con ella. Y lo estaba, pero no me sentía en la mejor condición como para decírselo.

Regresó minutos, eternos minutos después con el médico, el cual traía una aguja que me hizo ponerme aún más nerviosa.

E: ¿Y… y la aguja qué?

A: Eiza, el doctor dice que aún no pueden llevarte a parto porque no estás dilatada.

E: ¿Y eso significa…?

Dr.: Si no estás completamente dilatada, el parto será mucho más doloroso, y puede traer problemas al bebé, o a ti, a corto o largo plazo. Por ejemplo, el cáncer de cuello uterino.

E: ¡Ay Dios mío! –grita- ¡PERO YO YA NO AGUANTO!

A: Eiza, tranquilízate y respira, por favor.

E: ¡TU CALLATE!

Me sentí mal al decirle eso a Angelique, la que inmediatamente se quedó callada y cabizbaja. El doctor me explicó que la aguja que tenía era para el “bloqueo”, y que lo que haría era más o menos una función anesteciánte, me dormiría toda la parte de la cintura y las piernas, a menos que yo no quisiera, entonces sería una inyección más leve y podría caminar para pasar el tiempo.

Acepté, mientras le decía a Angelique que por favor llamase a mi mamá, a Nora y a mi hermano.

*10 minutos después*

E: -caminando de un lado a otro- ¿Ya llegó mi mamá?

A: No, dijo que estaba lejos, y que tardaría alrededor de 30 minutos.

Dr.: Eiza, ya no podemos esperar más. Todo indica que ya debes estar dilatada y lista para el parto.

Nerviosa y llena de miedo, me recosté en la camilla. Las enfermeras me rodearon, y el doctor se puso los guantes y yo, bueno, le pedí a Angelique que se quedara conmigo, porque realmente necesitaba el apoyo de alguien en ese momento:

E: Angelique, por favor, quédate aquí.

A: -le toma la mano a Eiza- Lo haré, Eiza. No te voy a dejar sola… Sebastián ya viene en camino.

E: ¿Le dijiste a Sebastián?

Dr.: Bien, Eiza, cuando yo te diga, pujas –Eiza asiente-. Bien, puja…

E: -presiona la mano de Angelique- ¡Ahg!

A: Él tenía que saberlo, también es su hijo.

E: ¡Pero me hubieses avisado, mínimo!

Dr.: Puja…

A: Es que no me hubieses dejado decirle.

E: ¡Sí lo hubiese hecho! ¡Estoy consciente de que también es su bebé, pero no podía pensar, tenía miedo!