Capítulo 4

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Pasé saliva, la expresión de Sebastián era dura, pocas veces lo había visto así. Conté 3 con esta. La primera; cuando terminó con Aracely y la segunda, cuando le dije que me mudaría a Los Ángeles para empezar una nueva vida.

Caminé lentamente, estaba nerviosa, me senté frente a él y difícilmente le hablé:

E: ¿Qué paso Sebas?

No habló, no lo haría, lo sabía, lo conocía más que a mí misma. Solo se quedaría callado.

E: Sebas, yo...

S: Tú nada.

Se levantó, me tomó entre brazos y me besó dulcemente, y entonces me di cuenta de que solo estaba bromeando conmigo. No podía gritarle, ni golpearlo, solo había sido una broma, así que di un fuerte pisotón dándole a entender que estaba molesta y entonces se separó a penas de mí, lo sentí reír y no lo pude evitar, sonreí con nuestras frentes pegadas y le dije:

E: Eres un malote...

S: Soy muy malote... Amo tu sonrisa.

E: Debes sentirte importante al saber que eres la razón de ella.

S: Ralamente demasiado. Amo el hoyuelo que tienes, sólo se te forma cuando sonríes sinceramente.

E: Siempre que te sonrío se me forma.

Se sentó de nuevo en el sofá y me jaló suavemente del brazo provocando que me sentara en su regazo, me abrazó y dejé que mi cabeza descansara en su pecho.

S: Ojalá y los momentos así duraran para siempre...

E: Ojalá...

S: -respirando profundo- Amo que uses el shampoo de miel.

E: Amo que digas que amas cosas de mí. Yo te amo a ti...

S: Odio que nuestro tiempo sea limitado...

E: ¿Limitado?

S: Solo me quedaré dos semanas en Los Ángeles.

E: Hubiese preferido no saberlo.

S: Te enterarías en cualquier momento.

E: En fin... No hablemos de ello ¿sí?

S: Trato hecho.

E: ¿Quieres ver una foto que me tomaron en el set?

S: Claro.

E: Bien -toma su celular y le muestra una foto- ¿Te gusta?

S: Sí, pero -frunce el ceño y tuerce la boca- estás casi desnuda.

E: Tengo la ropa de Santánico puesta.

S: No me gusta que te vean así.

E: Es mi trabajo Sebas...

S: ¿No te vieron desnuda verdad?

E: Las personas que me han visto desnuda son contadas...

S: Uhmm...

E: Si no me crees, te las contaré: Mi mamá, mi papá, mi hermano, el doctor que atendió el parto de mi mamá, las enfermeras y tú...

S: ¿Es en serio?

E: Sí, no recuerdo si te lo dije, pero dejé de ser virgen la primera vez que estuvimos juntos.

S: No lo habías dicho... Pero lo noté, es imposible no notarlo.

E: Gracias Sebas.

S: ¿Por qué?

E: Por haber logrado que mi vida sea tan maravillosa.

S: Gracias a ti.

E: ¿Y a mí por qué?

S: Por demostrarme lo que significa el amor realmente...

Pasamos un rato más platicando y después no recuerdo nada, supongo que me habré quedado dormida, porque desperté en mi cama y Sebas estaba sentado a mi lado, con una bandeja que tenía jugo de naranja, tostadas y una dona. Reí y me senté en mi cama, él me dio los buenos días:

S: Buenos días mi reina, ¿cómo amaneciste?

E: Bien, gracias a ti. ¿Dónde dormiste?

S: En tu sofá, y debo decir que en realidad es bastante cómodo.

E: -ríe- Que ocurrencias tienes Sebas...

S: ¿Ocurrente yo? ¿Acaso nunca te has escuchado?

E: ¡Oye! -le da un golpecito en el hombro- Son cosas que me hacen sentir bien.

S: Son cosas que te hacen ver bien.

E: Bien, antes de desayunar, voy a lavarme los dientes ¿ok? espérame -se levanta y le besa la mejilla-.

Me levanté y me lavé los dientes y la cara, luego me cepillé bien el cabello y fue cuando me di cuenta de que no tenía el vestido, traía mi pijama roja y negra puesta. No solo me había llevado a mi cama y me había hecho el desayuno, sino que hasta me había cambiado la ropa. Solo se lo permitía a él.

Volví a mi cuarto y me encontré con mi cama tendida, Sebas no estaba allí, pero oí ruidos en la cocina así que me dirigí hasta allá. Me recosté sobre la columna que dividía la cocina del comedor, abrazándola, y me quedé observándolo lavar los platos, usualmente todo esto lo hacía Hanna, una chica que había contratado, pero al parecer hoy no la necesitaría. Caminé lenta y silenciosamente hasta él y lo abracé por la espalda:

E: Eres maravilloso ¿lo sabías?

S: Si lo soy, lo soy por ti...

E: Quiero que pases el día conmigo.

S: Planeaba hacerlo.

E: Bien, haremos lo que tú quieras.

S: ¿Y si salimos a pasear?

E: Bien, ¿a dónde quieres ir?

S: Vámonos a Disney, ¿quieres?

E: -reí- Claro, siempre amo ir a Disney.

S: Prométeme una cosa.

E: ¿Qué?

S: Que jamás olvidarás esta semana que pasaremos juntos.

E: Lo juro Sebastián, lo juro.

Simplemente se volteó y me besó, pasó sus manos a lo largo de mis brazos y entrelazó sus dedos con los míos. No sé qué era lo que provocaba el amor en las personas, pero sus manos eran eléctricas. Lograban que me estremeciera y dejaban un cosquilleo en su camino que solo acababa cuando él me soltaba.

S: Vístete –separándose a penas de Eiza- Disney nos espera.

E: ¿Tan temprano?

S: ¿Temprano? Señorita Bella Durmiente, son las dos de la tarde.

E: ¿Qué?

S: Sí, dormiste bastante. Al parecer estabas realmente cansada. Me enteré que ayer acabaste las grabaciones.

E: Sí, estaba realmente agotada. Perdón si te aburriste, me hubieses despertado.

S: No, de hecho, me dio tiempo de pensar, y limpiar la casa.

E: Sí, gracias por limpiar mi casa, ¿Hanna no vino?

S: Vino una chica rubia, de unos 18 años, dijo que tenía que limpiar, pero le dije que se tomara el día, y me puse a limpiar.

E: Y entonces ¿en qué pensabas?

S: En nosotros…

E: ¿Nosotros? ¿Hay algo malo?

S: Claro que no.

E: ¿Entonces?

S: Te lo diré en Disney…

E: -se muerde el labio inferior- Ok…

I pledge to you my eternal love❤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora