Capítulo 8

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El pitido del despertador retumbó en mi cabeza, la hora de levantarse. La mano de Sebastián me hacía peso sobre la cintura, así que despacio, sin despertarlo, la quité de encima mío. Caminé frotandome los ojos hasta el baño y cuando me vi al espejo casi salto del espanto: mi pelo horriblemente despeinado, mis ojos llenos de ojeras y mi boca espantosamente seca. ¿Cómo es que Sebastián me había repetido mil veces que me veía hermosa al despertar? Me lavé los dientes y la cara, y luego me peiné. Mis rizos hacían cosquilla en el centro de mi espalda. Sebas se levantaría en una media hora, siempre se levantaba a las 11:00 si no tenía que grabar. Abrí mi placar lento para no causar ninguna molestía, y tomé u vestido de playa floreado que era a penas un poco más largo que un short y después tomé un traje de baño morado y me metí al baño a cambiarme, como era algo casual, obviamente no tardé mucho,  y cuando salí, Sebastián ya estaba vestido y secandose la cara, al parecer, se había duchado en el otro baño.

S: Buenos días mi amor -pasandose la mano por el cabello-.

E: Buenos días -sonríe-, ¿cómo dormiste?

S: Muy bien, siempre es un placer dormir a tu lado.

E: ¿En serio?

S: Sí... -se le acerca y la toma por la cintura-.

E: Pues yo conozco algo mejor...

S: -con sus frentes pegadas- ¿Ah, sí? ¿Y qué es?

E: Un beso tuyo...

Y casi por instinto busqué su boca para unirla con la mía. Sebastián encontraba siempre la manerda de mezclar el amor con la ternura y la pasión. Me separé de él porque me quedé sin aliento, si fuese por mi, el beso hubiese durado para toda la vida. Los ojos de Sebastián me recordaban a un libro que leí una vez, y que me daban ganas de volver a leer; <<Relación Prohibida>> de Anne Mather... Él tenía ese algo misterioso y seductor, y fue por eso que me entregué a él, al que el me juro, su amor eterno.

S: ¿En realidad quieres que vayamos a la playa?

E: ¿Te soy sincera?

S: Sí...

E: Pues no, estoy hiper cansada.

S: Me enteré que hoy la mayoría de la gente se iría del hotel... ¿quieres ir a la a la piscina de aquí mejor? Así nos relajamos un rato...

E: Es una magnifica idea Sebas...

S: Eiza, si yo te lo pidiera, ¿te casarías conmigo?

¿Me engañaban mis oídos? ¿Era mi imaginación? ¿O realmente Sebastián me estaba haciendo una propuesta de matrimonio?

E: ¿Qué?

S: Lo que oíste, ¿tú te casarías conmigo?

E: Sebas, yo...

S: No estás lista, ¿verdad? No te sientes preparada para unir tu vida con la de un hombre mucho mayor que tu y que significaría medio estancarte en un lugar que...

E: -posa el dedo indice sobre los labios de él- Dejame terminar, ¿sí? Lo que yo quería decirte es que... sí, sí me casaría contigo, yo te amo, y si tuvese que sacrificar el mundo entero con tal de estar junto a ti, lo haría. Eres lo más valioso que tengo en este mundo, y siempre, siempre permanecería a tu lado.

S: -sonríe- ¿Me estás hablando en serio?

E: Nunca bromearía con algo así, mi amor.

S: Eiza, no te imaginas cuánto te amo.

Los fuertes brazos de Sebastián rodearon mi cintura y me alzaron por el aire, dandome una vuleta y acabando en un beso divertido. Estaba por fin viviendo el amor que jamás había sentido por ingún hombre. Mi madre me había dicho un par de palabras cuando sufrí mi primer decepción amorosa: "El hombre que en realidad te ame, no nececitará que tu le pidas un beso, un abrazo o una caricia para dartelos. Simpelme te lo dará por gusto, porque se dará cuenta de que lo necesitas, y de que no hay mejor manea de hacerte feliz, que demostrandote su amor." Y cuanta razón tenía, Sebastián jamás había esperado que yo le pididera un beso, que le preguntará como me veía, que le dijera que estaba mal, sino que él sempre me besó cuando yo lo quería, me halagó por todo y me mimó cuando más lo necesité, sin que yo dijera una sola palabra.

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S: A las tres...

E: Dale...

S: Uno. Dos. Tres. ¡Fusión!

E: ¡Sebas!

S: Ok, ok... -ríe-. ¡Ya!

La mano de Sebastián estrujó la mía y nuestras piernas aceleraron al mismo tiempo. Cuando me dí cuenta, mis pies ya se habían despegado del piso y estaba a punto de caer sonre el agua de la piscina, sería un fuerte golpe si no me preparaba, así que flexioné las piernas, y con el brazo que me quedaba libre, las abracé contra mi pecho, sin soltar a Sebastián.

El agua golpeó mis muslos y luego mojó todo mi cuerpo, no veía nada, había cerrado los ojos en el momento en el que me di cuenta de que la gravedad no me sostendría por mayor tiempo. La pesadez me había invadido el cuerpo, de la nada, la mano de Sebas ya no estaba junto a la mía, y yo parecía hundida en un océano. Desplegué mis brazos y mis piernas, ¿acaso tenía miedo? Cuando no lo sentí junto a mí, me pareció que mi estómago se achicó hasta casi desaprarecer, y que si él no estaba conmigo, nunca llegaría a la superficie. Me inpulsé como pude hasta arriba, el aire se me acababa, y el agua de aquel océano seguía. Pataleé y empujé todo lo que pude, mi profesor de natación siempre me había dicho que no debía entrar en pánico en situaciones como estas, pero era imposible. Sentí el aire frío en mi frente, estaba saliendo, con un impulso más de mis brazos y piernas, mi cabeza estaba fuera. Tomé tanto aire como pude y abrí los ojos, por las gotas en mis pestañas no podía distinguir bien las cosas, pero me di cuenta de que el borde de la piscina no estaba lejos, sino que, al alcance de mi brazo, lo extendí y me acerqué hasta el borde, con una mano me sostenía y con la otra me frotaba, tenía las piernas flexionadas. Unas manos frías se posaron sobre mis caderas logrando que se me erizara toda la piel. Me volteé y era Sebastián, estaba parado frente a mi, el agua le daba por la cadera. Mi expresión era de susto, estaba alterada, tal vez lo preocupé porque me preguntó inmediatamente después de verme a los ojos:

S: ¿Estás bien mi amor? ¿Qué te pasa? ¿Eiza, te sientes bien?

E: -con un hilo de voz- Sí.

S: ¿Segura? Estás palida, te vez como descompuesta.

E: Sí mi amor, estoy bien, es solo que la piscina es muy honda y...

S: ¿Honda? Eiza, ¿te habías fijado que si estiras las piernas, llegas perfectamente bien a el fondo?

Y tenía razon, estiré las piernas hasta que la punta de mis pies tocó el piso de la alberca, entonces, ya con más confianza, me paré derecha. El agua me daba por el hombligo, y era lógico, ya que Sebas es unos 5cm más alto que yo y a él a penas le daba el agua por la cadera.

Una risa nerviosa y tonta se escapó de mi boca al notar que en ningún momento estuve en peligro alguno.

S: Sabes, erea muy tierna mi niña...

E: -sonríe- ¿Tu crees?

S: Mucho... por eso y por más yo te amor.

Sebastián me abrazó contra su pecho y me besó dulcemente, en ese momento solo existíamos nosotros dos. Era el momento perfecto, hasta que un sonido a lo lejos llamó mi atención, un sonido que conocía perfectamente desde que comencé a trabajar en la tele, una cámara. Me separé de Sebastián dejandolo confundido, rápidamente miré a mi alrededor, pero no vi nada ni nadie sospechoso, LA estaba extrañamente tranquilo, parecíamos los únicos en el hotel y los autos a penas se escuchaban. Lo más seguro es que haya sido mi imaginación, y Dios quiera, que por el bien de nuestra relación, así sea...

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