I pledge to you my eternal love❤

Capítulo 54

Pasé un fin de semana maravilloso con las niñas y con Eiza, y sobre todo con mi hija. Pero como todo lo bueno en la vida, acabó rápido y ya me encontraba de nuevo en Mx, en el hospital, donde mi pequeño se encontraba sin despertar, sin mejorar...

Como el verano se acercaba, el sol salía un poco más temprano, y las enfermeras llegaban alrededor de las 6:30 o 7:00am a atender a los internos. Cuando Rocío, la enfermera de Santi llegó, me saludó como todos los días y entonces me retiré a buscar algo de comer, o de tomar. Había sido una noche larga y difícil.

Me quedé hablando con Malena, la señora que atendía la cafetería durante un par de minutos:

S: Hola Malena.

M: Hola hijo, ¿cómo estás?

S: Igual.

M: ¿Café?

S: Por favor.

M: Hijo, llevo michos años trabajando en éste hospital y he visto muchos casos como el de tu hijo.

S: ¿Cuántos despertaron?

M: De los 27, por lo menos 20 despertaron en menos de un año.

S: ¿UN AÑO?

M: ¿Y sabes qué me han dicho que funciona muy bien, y que en los 20 casos fue aplicado?

S: ¿Qué?

M: Que sus familias les hablen. Ellos escuchan a pesar de su estado, y es como un incentivo a despertar. Hablele. Que su mamá le hable. Su hermana, sus abuelos, tíos, primos... la gente que lo ama y que él ama. Hablenle.

S: Muchas gracias Malena, lo haremos.

M: Espero que tu angelito despierte pronto -dice, y luego le da la taza con café y un plato con medialunas dulces-.

S: De verdad espero lo mismo. Estás invitada a visitar su habitación cuando quieras, es la 215.

M: Gracias, hijo. Lo haré pronto.

Me despedí de Malena y me marché de regreso a la habitación de mi hijo.

Malena era una mujer muy agradable. Tenía aproximadamente 55 años, era de estatura media, ojos color miel y cabello castaño claro, corto por los hombros. Tenía dos hijos: Gabriel, que era enfermero, y German, que manejaba la ambulancia. Sin embargo, había enviudado hace 15 años.

Todo ésto lo sé porque, una tarde de los días en los que me había quedado con Santi, me puse a platicar con ella y me contó eso.

Entré a la habitación de mi hijo, y me encontré Rocío hablando con una mujer castaña. Sólo podía verle el rostro a la enfermera, porque la otra mujer estaba de espaldas, y en cuanto Rocío me vio entrar, se retiró y la extraña permaneció quieta frente a la cama de Santi, observándolo.

Dejé mi comida sobre la mesada y me acerqué a ella para preguntarle:

S: ¿Necesitas que te ayude en algo? Yo soy el papá de Santiago.

La "mujer misteriosa" giró sobre sus talones y quedó frente a mí. Mis emociones en ese momento fueron muchas y muy variadas.

¿Cómo diablos podía ser tan descarada? De espaldas había tenido mis sospechas, pero al darse vuelta, sus ojos azule y sus grandes pómulos me confirmaron que, la mujer que miraba tan fijamente a mi hijo, era Angelique.

S: ¿Qué haces aquí?

A: Vine a ver a Santi.

S: ¿Quién te pidió que vinieras?