Capítulo 29

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No sabía qué hacer para pasar el tiempo en o que Sebastián volvía. El coraje que me había hecho pasar Angelique fue horrible... ¡coño! Las náuseas otra vez. Corrí al baño y vomité lo poco que tenía en el estómago. Traté de calmarme porque todo esto podría afectarle al bebé. Me limpié bien la boca y cuando estaba yendo nuevamente a la sala, Sebastián estaba entrando a la casa con cuatro bolsas gigantescas, todas llenas de comida. Pero no venía solo, venía con... ¡Santi! Mi principito precioso de cabellos dorados... Venía estirando la cabeza como un avestruz, ojeando a todos lados, y cuando me vio, no dudó en salir corriendo hacia mí y saltar a mis brazos:

San: -se lanza por el aire- ¡Eiza! ¡Eiza!

E: -lo atrapa en sus brazos- ¡Mi principito precioso! ¡Cómo te extrañé todo este tiempo que estuve en LA! -comienza a besar repetidamente su mejilla-.

San: Yo también te extrañé mucho... Angélica me aburría.

E: -lo mira confundida- ¿Angélica?

San: Sí, la amiga de mi papá y mi mamá. Esa que es rubia y tiene los ojos así como los de mi papá.

E: Ah... sí, Angelique.

San: Sí, Angélica.

E: Esa... Bueno, no hablemos de ella, porque ahora volví yo para consentirte... ¿qué quieres comer hoy?

San: Mmm... ¡Pollo asado!

E: Pues pollo asado será -le sonríe-.

S: ¿Y mi opinión no cuenta?

San: Déjala, papá. Ella puede ser tu novia, pero es mí consentidora personal -la abraza-.

S: Ah... o sea que ya me la robaste.

E: No, porque tengo suficientes mimos para ambos.

San: Pero más para mí.

S: Ah, canijo. Ella es mía, y tiene mimos para todos, pero yo me merezco más que tú.

San: ¿Y eso por qué?

E: Deja de pelear con Santiago, mejor vamos a preparar el pollo, ¿sí?

San: ¡Sí!

Bajé a Santi y le dije a Sebastián que iría a cambiarme, pero él me detuvo por la cintura y me dijo que así como estaba, estaba perfecta. Que no necesitaba ningún cambio, y luego me besó. Hice caso, me quedé así como estaba. Después de todo, solo íbamos a cocinar.

Mientras yo preparaba el pollo, Sebas y Santi se sentaron a jugar a la Wii, y me enterneció de una manera enorme verlos jugar juntos. Cuando Santi perdía, fruncía el señor y quedaba exactamente igual a él. Cuando Sebas perdía, también fruncía el ceño, y Santi lo imitaba. Eran dos gotas de agua.

Luego de un rato, saqué el pollo del horno y lo serví, estando ya en la mesa y por comer, Santi hace un comentario muy halagador para mí:

San: Estás muy bonita, Eiza.

E: ¿Ah, sí? Gracias, Santi.

San: Me gusta cómo te queda el cabello oscuro -sonríe-.

E: -le devuelve la sonrisa- Sabes, cuando yo te conocí, tenía el cabello oscuro. Solías jalármelo porque lo llevaba siempre suelto y era muy largo.

San: ¿En serio? Lo siento...

E: No te preocupes, mi amor. Solo eras un bebé, ¿verdad, Sebas?

S: Aja, tú eras un bebé súper pequeño cuando Eiza te conoció, y tu pasión era jalarle el pelo, o quitarle los moños que solía llevar en el pelo.

San: -ríe- Y yo de bebé ¿era lindo?

E: Tan precioso como ahora.

Tragué un último pedazo de pollo y las malditas nauseas me volvieron a invadir, salí corriendo de allí y lamento no haberle dicho nada a Santi o a Sebas, quizás se preocuparon.

Oí que tocaron la puerta y Sebas me pidió que le abra, le pedí que esperara, pero siguió insistiendo, así que me lavé los dientes y salí de allí. Les pedí que me perdonaran, porque no me sentía bien y quería descansar un rato. Me fui a la habitación de Sebas y allí me acosté, y me dormí profundamente durante un par de horas.

Desperté porque oí la voz de Santi y Sebas murmurando cerca mío, pero no solo eran ellos, había más gente. Entre abrí los ojos, tratando de ver quiénes eran, pero fue en vano. Me incorporé en la cama frotándome los ojos y entonces escuché que en voz muy alta me dijeron "¡SORPRESA!".

¿Sorpresa? ¿Qué coño? Abrí y cerré los ojos un par de veces más tratando de ver quienes estaban, entonces vi a mi mamá, a Nora, a Yulem y a Luca junto con Santi y con Sebas.

Sebastián le había dicho sobre mi llegada, y sin mi consentimiento.

Forcé una sonrisa pesada, por el sueño que aún no desaparecía, y os saludé a todos:

E: Hola.

G: ¿Hola? ¿Así, nomás? ¿Somos tu familia, no nos ves desde hace muchos meses y nada más nos dices hola?

E: -ríe adormilada- Perdón, mamá. ¡Hola, familia! ¿Cómo están? Ha pasado tanto tiempo. Hola, hermanito, ¿qué me cuentas de tu vida? ¿Y tú, Nora? ¿No hay nuevo sobrino en puerta?

Y: Hola, hermanita. Mi vida sigue igual de interesante que siempre.

E: Me alegro por ti. ¿Y tú, Nora?

N: Hola, Eiza. Tanto tempo... no, aún no hay nuevo sobrino en puerta. Primero que Luca esté grande y después sí, veremos la posibilidad.

E: -hace voz de bebé y extiende los brazos- Ven acá, Luquita precioso, mi príncipe hermoso…

Luca hizo ademán de venir a mis brazos, pero en cuanto se acercó a mí, se echó para atrás y escondió la cabeza en el hombro de Nora. Ella le habló, pero él se negaba a sacar la cabeza de ahí, entonces rodó los ojos y me dijo:

N: La verdad es que no sé qué le pasa. Este comportamiento hacia ti de él es muy, muy inusual.

E: -hace una mueca- Quizás está resfriado.

N: O quizás tú estás embarazada –ríe-.

Reí falsamente para ocultar mi nerviosismo de mi familia. Aun no era el momento de decirles que estaba esperando un hijo de Sebastián. Eso si todavía él no fue de boca floja a contar todo nuestro asunto a mi familia, porque no sería justo para mí, y mucho menos sería prudente. Así que más le convenía no haber dicho nada todavía, porque la mínima jugada mal hecha, podría echar todos nuestros planes abajo, y eso, no estaba en mis planes.

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